Tarık Çelenk escribió: La República, el año 102 y el CHP
Hoy celebramos el 102 aniversario de la fundación de nuestra república en las difíciles condiciones políticas de 2025.
A veces, mientras celebramos la república, no podemos evitar preguntarnos: "¿Cuándo celebraremos la democracia?"
Lamentablemente, en algunos círculos prevalece la impresión de que "la República nos basta; podemos prescindir de la democracia". Mientras que la República se limita a debates marginales, la democracia suele considerarse un lujo.
Esta situación fragmentada dificulta la evaluación retrospectiva de los logros y la autocrítica de los 102 años transcurridos. Mientras que la "política vecinal" celebra irónica y críticamente la república con símbolos populistas otomanos y las herramientas de la política contemporánea, el sector secular, indignado, abraza la república y los símbolos de Atatürk con un mensaje de advertencia a sus conciudadanos y al público: "Lo inconcluso algún día se completará".
Esta escena a veces me recuerda la decisión de Atatürk de llevar consigo solo a unos pocos amigos íntimos y de confianza cuando proclamó la república, dejando fuera a sus camaradas liberales y conservadores aquella noche. Este incidente es como una profunda herida en la conciencia colectiva, que se refleja en el clima actual de división política y social. Para quienes tengan curiosidad sobre los sucesos de la noche del 28 de octubre, recomiendo «¿Por qué el 29 de octubre?» de Taha Akyol (Librería Doğan).
Si bien algunas autoridades consideran esta actitud como resultado del fuerte instinto de liderazgo de Atatürk o como un reflejo ante la innecesariedad de cualquier compromiso en aquel momento, "las matemáticas del cosmos no descuidan los detalles"; las sombras del pasado proyectan largas sombras sobre el presente.
En estas tierras donde fundamos la República, debemos conmemorar con respeto y gratitud no solo a Atatürk y sus amigos, quienes fundaron nuestra República, sino también a İsmet İnönü, quien tuvo un impacto histórico durante la transición a la democracia y en tiempos de crisis.
Con motivo del 102.º aniversario, Sevan Nişanyan compartió el siguiente comentario destacable en su cuenta de redes sociales:
El éxito de la república de 1923 radicó en la creación de una nueva clase media educada en un país que había aniquilado a sus propias clases medias y altas. Esta clase estaba compuesta por funcionarios públicos, docentes, trabajadores independientes e intelectuales. Eran personas cultas. Sin embargo, carecían de la mentalidad, el coraje y el capital necesarios para impulsar el desarrollo económico del país. El ingreso nacional se estancó entre 1923 y 1946. Debido a la grave situación económica y militar, el país no pudo participar en la Segunda Guerra Mundial.
Tras la guerra, se rindió por completo a Estados Unidos; de no haberlo hecho, todo habría terminado. Con el apoyo estadounidense durante los años del Partido Demócrata y el Partido de la Justicia, el país experimentó su mayor auge de desarrollo. El ingreso per cápita aumentó un 400 % a precios constantes en poco más de veinte años.
Gracias a la mecanización agrícola, la construcción de carreteras, el sector del transporte y las industrias de sustitución de importaciones, surgió una nueva clase media adinerada que mostraba poco interés por la ideología republicana. La antigua clase media republicana jamás perdonó a esta incipiente clase. Hicieron todo lo posible por detenerla. Al no lograrlo, la derrocaron mediante un golpe militar. Al fracasar también en este intento, se apropiaron del manto revolucionario y buscaron refugio en las ideologías de la rebelión armada.
El sector que aún se jacta de su ambiguo "republicanismo" es el sector que arde de sed de venganza por 1950.
Esta interpretación coincide con mis tesis en muchos puntos; si bien invita a la reflexión, también está plagada de exageraciones y generalizaciones injustas.
La clase media cualificada creada por Atatürk y las revoluciones republicanas sigue siendo motivo de orgullo al recordar el pasado. Mis padres también formaban parte de ella. Eran personas educadas, cultas, honestas e ilustradas. Durante mi infancia, ser oficial, médico o maestro era considerado un honor en mi familia; sin embargo, dedicarse a los negocios se veía con malos ojos, considerándose una actividad plebeya. De hecho, esta clase media surgida de las revoluciones republicanas fue una extensión natural del modelo capitalista de Estado de principios del siglo XX. No se esperaba de esta clase media cualificada una cultura empresarial ni una perspicacia comercial práctica.
La base del partido de ideología fundacional que denominamos CHP se constituyó entre esta clase media, carente tanto de cultura empresarial como de habilidades prácticas. El CHP, con sus símbolos e ideología, siempre se ha nutrido de la presencia y la nostalgia de esta clase. Sin embargo, su base estaba formada por «otros» y burócratas de bajo nivel sin experiencia empresarial. Nunca llegó a desarrollar el enfoque de servicio público, la comunicación ni la capacidad de movilización propias de los gobiernos de centroderecha.
Hoy en día, la población desconfía del CHP no por su relación con la religión ni por su comprensión del laicismo, sino por su deficiente cultura de servicio y empresarial. Esto se ve reflejado, además, en la falta de confianza en la industria de la defensa y la política exterior.
Hay una ironía política que suelo usar:
“La derecha local da por sentado que los servicios de infraestructura aumentarán cuando se mencione la corrupción, mientras que el CHP da por sentado que los recursos públicos disminuirán sin inversión.”
Hoy, un dogma que el CHP o los secularistas negativos ni siquiera pueden discutir es la "inmutabilidad y la falta de crítica de la ideología fundacional". Sin embargo, si esta ideología logra reformular sus logros y errores en un crisol de consenso epistémico, histórico, social y político que sea bien recibido por todos los sectores de la sociedad, el CHP y la facción kemalista podrán tener voz no solo en los asuntos de hoy, sino también en los del futuro.
Nuestro país no puede ser gobernado con una mentalidad política que se deje llevar por la ola de polarización, impulsada por el resentimiento y la venganza del pasado.
Este recorrido de 102 años de nuestra República exige ahora una nueva autocrítica, una nueva síntesis y un nuevo lenguaje.
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