La táctica es mejorar

Al final del partido contra el Levante, Hansi Flick transmite tres mensajes contraculturales: orgullo, compromiso y la exigencia de mejorar. Hasta ahora, estos principios no se han quedado en una voluntad frustrada, que perpetúa nuestra tradición victimista, sino que se han traducido en remontadas como la del sábado. En vez de buscar culpables externos, Flick se centra en mejorar las prestaciones de las cualidades internas, al margen de la toxicidad tradicional de los entornos directivos, intermediarios o mediáticos.
Esta temporada, sin el factor de la novedad, Flick debe reiniciar el software y superar desajustes como la ausencia de Iñigo Martínez, la nueva posición de Raphinha o la multiplicidad de candidatos a ocupar un mediocampo que a la fuerza tendrá que ser más rotatorio que nunca. El elemento que mejor define a Flick se mantiene: el riesgo. Es una virtud con precedentes en el libro de estilo culé y que, en principio, propicia un vértigo atacante que, en la primera parte, no se produjo. En la segunda, en cambio, después de lo que todos suponemos que Flick debió de decirles a los jugadores durante el descanso, el equipo aceleró la prospección de espacios y obtuvo, de entrada, el premio del empate y, a continuación, la propina de un gol en propia puerta. Estos azares hay que provocarlos y también forman parte de la concepción del riesgo del entrenador.
Contra el Levante, el Barça volvió a ser víctima de la ambigüedad arbitralPara llegar a la victoria, el Barça tuvo que volver a ser víctima de la ambigüedad arbitral. En ningún sitio está escrito que los árbitros tengan que ser arbitrarios, ni tampoco cuáles son las circunstancias que determinan si unas manos dentro del área deben ser castigadas como penalti o no. Más allá de la energía que empleamos en discernir los abstrusos códigos arbitrales, al final, todo se reduce a una lotería que, como dijo Pedri, “no se entiende”.
También me alegró ver a Casadó en el equipo titular. Aquí, el riesgo de Flick reafirmaba el valor de una mirada no contaminada. En un contexto que, con sospechosa rapidez, empujaba para instaurar una corriente de opinión favorable a vender al jugador, con constantes impulsos de rumores, Flick incluyó a Casadó en la alineación titular. Y unas horas antes, confirmó que lo necesitaba tanto como necesitará a todos los jugadores dispuestos a aceptar las reglas del vestuario.
Hansi Flick dialoga con sus hombres durante una pausa de hidratación, el sábado
Alberto Saiz / Ap-LaPresseOtra curiosidad de vestuario: Frenkie De Jong no jugó porque no había podido asistir a dos entrenamientos porque ha sido padre. Hace años, recuerdo cómo los jugadores de entonces contaban cómo, cuando habían nacido sus hijos, ellos estaban por estos mundos de dios, concentrados, a punto de jugar o volviendo de partidos en los que les habían molido a patadas. Por suerte, la conciliación familiar y el fútbol de élite han corregido estas disfunciones. O eso creía hasta que, ayer, comentando el partido y la ausencia de De Jong con un culé de mi barrio, me preguntó: “Si el sábado se hubiera jugado la final de la Champions, ¿crees que De Jong habría jugado o habría asistido al nacimiento de su hijo?” Intuí que era una pregunta trampa, de esas que, respondas lo que respondas, al culé prototípico siempre le parece mal.
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