Jakob Ingebrigtsen: será una incógnita, pero no duden de él...

No se lo tome usted a mal, pero escogí muy bien a mi padre
Sir Sebastian Coe
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Si estos Mundiales de Tokio arrancan mañana, 13 de septiembre, por algo será.
La apuesta es cosa de Sebastian Coe, jefe del atletismo mundial, y el argumento tiene su lógica. Cuando los Mundiales se celebraban en agosto, los atletas se abrasaban de calor y además, recortaban la temporada: al afinar la forma para alcanzar el gran acontecimiento del año en su pico, ignoraban todo lo que vienen en las semanas posteriores.
Se dejaban ir.
A cuenta de aquello, las reuniones post-Mundiales (Zúrich o Berlín, sin ir más lejos) pagaban las consecuencias: ningún atleta nadie las afrontaba a todo gas.
La deriva era un bucle, y cada vez iba a peor.
Destensados, los protagonistas llegaban a septiembre fuera de órbita: se esforzaban lo justo y los combates se apagaban y las marcas languidecían, y entonces, aficionados y organizadores se sentían defraudados.
“Nooo”, se lamentaba Sebastian Coe en los últimos años.
Eso no debería ser así.
Y por eso le dio una vuelta a todo y decidió revisar el calendario. Desde este 2025, los Mundiales cierran el curso atlético. Y será así ahora y siempre, en todos los años impares, que son los que contemplan esta competición.
(...)
Ante este escenario, los atletas han tenido que modificar sus ritmos y recalibrar los picos. Entre mayo y septiembre, han combinado semanas de alta competición con sobrevenidas concentraciones en altitud.
Y como el mundo es como es, muchos de ellos han ido colgando sus sesiones en las redes.
Les hemos visto trabajar en Boulder (Colorado), Sierra Nevada o Font Romeu (Pirineos), y también en Saint Moritz (Suiza), y de esa manera hemos sabido qué andaban haciendo, cómo se sentían, cómo avanzaban según avanzaba la temporada.
Las redes sociales nos han iluminado, nos han mostrado al gran Jakob Ingebrigtsen (24).
Nos ha contado que tenido una hija, la pequeña Filippa, y que ha llevado a juicio a Gjert, su padre, al acusarle de maltrato doméstico (aunque, finalmente, Gjert ha salido absuelto por la justicia; “no se puede probar que el padre ejerciera violencia física y trato agresivo y controlador sobre Jakob”, dictaminó el juez).
Donde no le hemos visto es compitiendo.
Tokio alumbrará el nacimiento de un nuevo héroe del mediofondo, el neerlandés Niels LarosA diferencia de Mondo Duplantis, Sydney McLaughlin, Faith Kipyegon, Karsten Warholm, Noah Lyles o Femke Bol, otros iconos del presente (todos ellos competirán en estos días en Tokio), Ingebrigtsen no se ha puesto un dorsal en este verano.
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Lastrado por sus problemas en el tendón de Aquiles, el talento noruego se ha perdido las reuniones del fallido Grand Slam Track (el artefacto de Michael Johnson ha quebrado en su año inaugural; decenas de atletas le persiguen, reclamándole que les pague) y la Diamond League, y por eso mismo su presencia en Tokio es una realidad teñida de incógnita. Sabemos que Jakob Ingebrigtsen disputará el 1.500 y el 5.000, pruebas que domina y lidera (ha sido campeón olímpico en ambas disciplinas), pero sólo él conoce su estado de forma.
Para abrir boca, se luce en Instagram.
De eso va la imagen que ilustra este reportaje.
La tomaron hace unos pocos días en Saint Moritz, su laboratorio, a 1.856m de altitud. Allí vemos a Jakob, ajustándose las gafas, y a su hermano mayor, Henrik, ya semirretirado de la élite, ahora a horcajadas sobre la bicicleta, listo para marcarle los ritmos al talento.
Jakob Ingebrigtsen es un libro abierto, nos anticipa la sesión: veinte series de 400m a 64s cada una, con una recuperación de cuarenta segundos.
(Para Ingebrigtsen, la sesión es apenas un paseo por el prado; para un mortal, un imposible; para la mayoría de mediofondistas de élite, un suplicio).
Justo antes de iniciarse el entrenamiento, el talento le habla a la cámara.
Dice:
–Estoy algo nervioso, pero este es un trabajo controlado. Otra cosa son las series de calidad que afronté hace dos días, y las que afrontaré dentro de otros dos...
Todo acaba 35 minutos más tarde, y entonces el noruego interpreta su papel. Atletas amateurs, curiosos y criaturas de todas las edades se acercan a saludarle. Ingebrigtsen firma gorras, camisetas e incluso chanclas. Posa para autofotos.
Se deja querer.
(Igual que se deja querer al contarnos su sistema de trabajo: centenares de atletas imitan sus métodos; en resumen, hablamos de enormes volúmenes a muy baja intensidad, de dolorosas sesiones de calidad, a menudo cuesta arriba, y del último invento, las prácticas de doble umbral: dos sesiones durísimas en un único día).
(...)
En estos días, Jakob y Henrik ya han llegado a Tokio. El domingo arrancan las primeras rondas del 1.500 (a las 2.35h de la madrugada, hora española; aquí compiten Adrián Ben y los debutantes Pol Oriach y Carlos Sáez). También hay semifinal y final (ésta, el miércoles a las 15.25h españolas).
Despachado el 1.500, Ingebrigtsen vuelve al ruedo en el 5.000, con semifinal el viernes (aquí, ante el español Thierry Ndikumwenayo) y final el domingo.
Su cruz es el 1.500m, distancia que se ha adjudicado como olímpico (oro en Tokio 2020), pero que se le atraganta en los Campeonatos del Mundo.
–Si algo tengo pendiente es el récord del 1.500 y el oro mundial en esa distancia –contaba a La Vanguardia años atrás.
(En Eugene 2022 le sorprendió Jake Wightman; en Budapest 2023 lo hizo Josh Kerr).
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Ambos estarán en la línea de salida en Tokio, aunque las cuitas vienen ahora desde Países Bajos: ha aparecido Niels Laros (20), algo así como el Ingebrigtsen neerlandés, tan alto como económico, dominador de una amplia gama de distancias, desde el 800 hasta el 5.000, y campeón del 1.500 en la Diamond League de este año.
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