El problema de apellidarse Franco

Era mediada la segunda mitad del debut de la Liga contra el Osasuna y de repente la grada de animación del Bernabéu, aquella que durante años fue feudo de los Ultra Sur, se convirtió en un clamor: “¡Franco, Franco, Franco!”. Un estallido de nostalgia que traslada al remozado estadio blanco a aquellas demostraciones sindicales del 1 de mayo en que el Caudillo era vitoreado por la multitud. Pero no se trataba de resucitar a ningún viejo fantasma sino de dar la bienvenida a un prometedor delantero argentino de 18 años por el que Florentino Pérez ha pagado 65 millones de euros, de apellido Mastantuono y nombre Franco. El proyecto de nuevo ídolo al que la propaganda madridista pretende enfrentar con Lamine Yamal, como en su momento intentó comparar sin éxito a Robben con Messi.
Sin embargo, hubo un tiempo que llevar el apellido Franco no fue una ventaja en el fútbol español. Que se lo digan al árbitro murciano Ángel Franco Martínez, que tuvo durante largos años vetada la posibilidad de pitar ninguna final de Copa del Generalísimo, para evitar que el nombre del dictador pudiera quedar mancillado ante cualquier error arbitral que enojase al público, pronunciando en vano el nombre de Franco. Este fue el motivo porque el se reconociera a los árbitros por sus dos apellidos, impidiendo de esta manera que una mala decisión del colegiado se viera reflejada con titulares en la prensa del estilo: “Un grave error de Franco” o “Franco es muy malo”, que generaban ambigüedad en torno a la figura incuestionable del dictador. A pesar de su condición de árbitro internacional, que le permitió ser el colegiado español en el Mundial del 78, el murciano no fue designado para dirigir la final de Copa desde 1969 hasta 1978, tres años después del fallecimiento del Caudillo . Una final en la que el Barça derrotó a la UD Las Palmas por 3-1. Este sería el último partido de Cruyff como jugador blaugrana y no impidió al rey Juan Carlos preguntarle a Johan por los motivos de su prematura retirada, que no se acabó concretando en aquel momento. Dos años después, Franco Martínez dirigió el insólito duelo entre el Madrid y el Castilla. Finalmente se despediría del arbitraje en 1984 con la bochornosa final de la tángana entre el FC Barcelona y el Athletic, con una batalla campal entre Maradona y los leones sobre el césped del Bernabéu.
Precisamente esta temporada el Comité de Árbitros ha comunicado que los colegiados pasan a ser llamados por el nombre de pila y el primer apellido. Evitando la acrónica imagen funcionarial de los dos apellidos, que llegaron a provocar coincidencias tan chocantes como las de Acebal Pezón o Condón Uriz. Por fortuna, el fútbol ha cambiado y se ha recomendado que a Franco se le conozca por Mastantuono, aunque solo sea para evitar perversas comparaciones con un pasado afortunadamente pasado.
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