El verano continúa en Lanzarote, una isla de volcanes, cuevas de lava y naturaleza misteriosa.

«El profundo e inefable placer de caminar por estos campos desiertos y azotados por el viento, de ascender una pendiente difícil y contemplar desde lo alto el paisaje negro y erosionado, […] las nubes rozan brevemente las cumbres y se alejan hacia el mar, y el espíritu entra en una especie de trance, crece, se expande, casi estalla de felicidad». Así escribió José Saramago, Premio Nobel de Literatura, en sus Cuadernos de Lanzarote. El paisaje que caracteriza la isla se presenta en toda su crudeza, con cráteres y cuevas volcánicas, coladas de lava y rocas, pero no resulta repulsivo. Al contrario, es un lugar primigenio que fascina, emociona y sorprende. Lanzarote, isla de las Islas Canarias, gracias a su clima templado, luce en todo su esplendor durante los meses de otoño e invierno, una invitación a dejarse llevar por la calidez de un invierno más suave. El Parque Nacional de Timanfaya, el Parque Natural de los Volcanes, los senderos, las cuevas de lava, convierten a la isla en un museo al aire libre donde cada espacio cuenta una historia fascinante.

La Corona, Lanzarote. (Erika Scafuro)
Conduciendo hacia el suroeste por la carretera LZ-67, se llega a uno de los parajes más espectaculares de Lanzarote: el Parque Nacional de Timanfaya, dominado por las imponentes Montañas del Fuego. Esta área protegida, intacta y en su estado natural, moldeada por las erupciones de 1730-1736, cuenta con campos de lava, conos volcánicos, islas, cuevas y costas. El paisaje de Timanfaya es tan singular que, para preservar su integridad, no es posible visitarlo de forma independiente. Una vez en la entrada, se puede continuar en coche hasta el Centro de Visitantes e Interpretación de Mancha Blanca, abierto gratuitamente todos los días de 9:00 a 17:00. Allí, a través de paneles informativos, exposiciones, fotos y vídeos, se puede obtener una visión general de la historia de la vulcanología y la vida en Lanzarote. Hay varias maneras de explorar el parque: la Ruta del Volcán, un recorrido en autobús de doce kilómetros que parte del Islote de Hilario y se adentra en el corazón de las erupciones, ofreciendo una vista panorámica de todo el territorio; el paseo en camello, que sale diariamente del Echadero de los Camellos entre las 9:30 y las 15:30, ofrece una experiencia en grupo. Para quienes disfrutan caminando, se ofrecen recorridos acompañados por guías de Timanfaya previa reserva: la Ruta Tremesana, un sendero de tres kilómetros con una duración de tres horas, que atraviesa la parte sur del parque; la Ruta Costera Corta, un sendero paralelo a la costa que cubre una distancia de dos kilómetros y medio; y finalmente la Ruta Costera Larga, una ruta lineal de diez kilómetros que se recorre en cinco horas. Cada itinerario ofrece perspectivas diferentes de un paisaje donde el azul del cielo contrasta vivamente con el negro de la lava solidificada.

Parque Nacional de Timanfaya, Lanzarote. (Erika Scafuro)
Adyacente al Parque Nacional de Timanfaya se encuentra otra área protegida: el Parque Natural de los Volcanes, donde se permiten rutas de senderismo inmersas en un paisaje moldeado por el fuego y el tiempo. La ruta más sencilla, sin dificultades y apta para toda la familia, conduce a la caldera del volcán Cuervo, formada durante las erupciones de 1730. Esta corta excursión, con fácil acceso desde el aparcamiento junto a la carretera LZ-56, le dejará una huella imborrable mientras camina a través de un paisaje primigenio caracterizado por coladas de lava y vegetación dispersa. Igualmente fascinante es la Caldera Corada, que, como su nombre indica, es admirada por sus coloridas laderas: los tonos varían del gris al rojo, debido a la presencia de hierro en la roca. Para llegar a ella y obtener otra perspectiva de la espectacular naturaleza lunar de Lanzarote, continúe por la LZ-56 y luego deje su coche en el aparcamiento señalizado y camine por un sendero sencillo.

Parque Natural de los Volcanes, Lanzarote. (Erika Scafuro)
En la parte norte de la isla, cerca de Haría, el volcán La Corona domina el paisaje. Desde el pueblo de Yé, un sendero corto, apto para todos, conduce en media hora a las laderas del volcán y a la cima de su cráter, situado a unos seiscientos metros sobre el nivel del mar. La erupción que dio origen al volcán La Corona hace veinte mil años también creó un tubo de lava de siete kilómetros de longitud que transportó rápidamente lava fundida hasta la costa. Al entrar en contacto con el aire y solidificarse, creó un túnel subterráneo. Hoy en día, se pueden explorar secciones de este antiguo túnel volcánico gracias a dos atracciones turísticas: la Cueva de los Verdes y los Jameos del Agua. La Cueva de los Verdes es una cueva descubierta en el siglo XVII por una familia de agricultores, los Verdes, de quienes toma su nombre, que la utilizaban como refugio durante tormentas y ataques piratas. Se puede visitar mediante una visita guiada que recorre aproximadamente dos kilómetros bajo tierra, con juegos de luces y sorprendentes efectos visuales. Los Jameos del Agua se ubican dentro de este mismo túnel volcánico y representan un ejemplo perfecto de cómo el arte y la naturaleza pueden coexistir en armonía. Es el primer Centro de Arte, Cultura y Turismo creado por César Manrique, el artista que dejó una huella imborrable en la isla. Aquí se puede visitar una cueva volcánica, un pequeño museo dedicado a la vulcanología, un restaurante y admirar una verdadera rareza: los cangrejos blancos que habitan el lago subterráneo, completamente ciegos debido a su adaptación a la oscuridad total. En la isla de Lanzarote, la naturaleza se revela en todo su poder y misterio.
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