Testimonio. «Una lección de vida»: Nicole relata su conmovedor viaje a Madagascar.

Serie Viajes que Cambian la Vida [4/5] - Algunos viajes no solo llenan el pasaporte de sellos: iluminan, revolucionan y lo cuestionan todo. En nuestra serie de verano, quienes vivieron una aventura extraordinaria en otro país comparten sus historias. Hace 26 años, Nicole viajó a Madagascar para encontrar a su hermano, a quien no había visto en 25 años. Un viaje que cambió la perspectiva de esta mujer borgoñona sobre la vida cotidiana.
En 1999, Nicole emprendió un viaje a Madagascar que prometía ser muy emotivo, pues se encontraría con su hermano, un expatriado en la isla, a quien no veía desde hacía 25 años. Regentaba una tienda tipo "gran bazar" de muebles, bricolaje y comida, y no había podido regresar a Francia en todos esos años. "Fue un momento muy conmovedor", recuerda. No solo recuerda este reencuentro, sino también el descubrimiento de una vida cotidiana muy diferente a la suya, que la perturbaría.
Pobreza extremaDurante cinco semanas, se alojó con su hermano en Antalaha, la capital de la vainilla, en su casa, rodeada de ocho empleados: cocineros, amas de llaves y jardineros. El primer cambio, además del entorno vital, se notó en el plato. «La única carne que comíamos era de cebú, comprada en el mercado. El animal fue sacrificado esa misma mañana», recuerda. Junto al océano, la comida es rica en pescado. Nicole aún recuerda las colas de langosta, cuya venta representa un medio esencial de subsistencia para los pescadores. «Incluso le pidieron al cocinero que guardara el caldo de la cocción, que les sirvió de comida durante un día. Nos quedamos atónitos», recuerda Nicole.
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La altísima tasa de pobreza en Madagascar afectaría duramente a esta mujer de cincuenta años en aquel entonces. «Todos los días, en la tienda de mi hermano, mi cuñada repartía cartones de leche para alimentar a los bebés, sabiendo que el precio de uno de ellos equivalía a un día de trabajo», explica. También le impactaron los grandes contenedores llenos de ropa «que ni siquiera nos atreveríamos a usar para hacer trapos», o la extrema pobreza que descubrió en Antananarivo, una capital «irrespirable por la contaminación».
A través de sus viajes, también descubrió una población acogedora, curiosa y resiliente a pesar de un entorno de vida a menudo muy difícil. "Esta es la primera vez, a través de un viaje, que he tenido este acercamiento y esta conexión humana con los lugareños. A pesar de su extrema pobreza, no se quejan ni ven a los turistas como dinero. Simplemente disfrutan interactuando con nosotros y compartiendo", dice.
Una experiencia que cambió su perspectiva de la vida cotidiana. "Mirando atrás, es inquietante. No tenemos un estilo de vida extraordinario, pero comparado con sus vidas, es incomparable", explica Nicole. "Un viaje no se trata solo de contemplar lo bello", dice esta residente de Côte-d'Or. Desde entonces, se ha prometido: "Nunca más volveré a tirar un trozo de comida, ni siquiera una corteza de pan. Es una lección de vida que te enseña a poner las cosas en perspectiva, a estar satisfecho con lo que tienes y a decirte a ti mismo que no eres infeliz", añade.
Veintiséis años después de este viaje, aún recuerda «el aroma de las orquídeas, el extraordinario sabor de las papayas», pero sobre todo esta conexión humana y el descubrimiento de un mundo lejano al suyo que cambió definitivamente su forma de percibir la vida cotidiana. «Madagascar permanecerá en lo más profundo de mi corazón; es mi viaje más memorable».
Le Progres