Contra los tiempos, el sindicalismo pierde fuerza y se distancia del trabajador

El sindicalismo se enfrenta al reto de reinventarse. El fracaso recurrente de las manifestaciones del 1 de Mayo revela la pérdida de representación que viene aumentando en las últimas décadas.
Las reivindicaciones sindicales no han conseguido movilizar a los trabajadores ni equilibrar las fuentes de financiación de las entidades, perdidas con el fin de la Tasa Sindical tras la reforma laboral, en el gobierno de Michel Temer (MDB).
En busca de reconectarse con las bases, los sindicatos lanzaron, a finales de abril, la "agenda de la clase trabajadora" para 2025. El documento, entregado al presidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT), enumera las prioridades del movimiento para enfrentar las nuevas demandas del mundo del trabajo.
En la práctica, el texto consolida agendas ya en marcha, como la reducción de la jornada laboral sin modificar los salarios, el fin del formato 6x1 y la regulación del trabajo vía apps . También reitera el fin de la desigualdad entre hombres y mujeres, el respeto a la diversidad y la transición ecológica.
Además de la defensa histórica de los derechos laborales, la agenda de los sindicatos propone mayor regulación, intervención estatal y una ampliación del rol de las entidades, con el regreso de la aprobación de las terminaciones de contratos en el ámbito sindical.
En el otro extremo, los sindicatos buscan restringir la flexibilidad exigida en las relaciones actuales, guiadas por las nuevas tecnologías, con el pretexto de reducir el impacto en la precariedad de las relaciones laborales.
“Los sindicatos tienen el desafío de comprender los profundos cambios que ocurren en el mundo del trabajo y, a partir de esas transformaciones, elaborar las agendas y los nuevos desafíos que la protección laboral, social y de la seguridad social plantea al movimiento sindical”, resume el coordinador del Foro de Centrales Sindicales, Clemente Ganz Lúcio.
La agenda no responde al reto de la representatividadPara los especialistas entrevistados por Gazeta do Povo , sin embargo, la fórmula presentada es “genérica” o “insuficiente” para enfrentar la dimensión del desafío de reconectar con los trabajadores en un entorno de profundos cambios en las relaciones entre empleadores y empleados.
“La agenda que están presentando es más de lo mismo”, dice Hélio Zylberstajn, profesor titular de la Escuela de Economía de la USP y coordinador del medidor de salarios Fipe. Es importante que exista un movimiento sindical. Pero sobre todo, que esté cerca de lo que los trabajadores quieren o necesitan, lo cual no parece estar sucediendo.
La tecnología y el trabajo a través de aplicaciones han sido uno de los principales focos del debate sobre el tema. Una de las propuestas de los sindicatos es reglamentar el artículo 7, fracción XXVII, de la Constitución, que prevé la protección de los trabajadores “ante la automatización”.
El movimiento también aboga por la aprobación de un proyecto de ley complementario (PLC 12/2024) que regule los derechos de los trabajadores de las plataformas de transporte, actualmente en tramitación en la Cámara de Diputados. El proyecto ha recibido críticas de parlamentarios, representantes de conductores y plataformas, que temen que afecte la flexibilidad del modelo de negocio. Las conversaciones entre los representantes de las partes tampoco lograron llegar a un acuerdo sobre los conductores de reparto.
Para Zylberstajn, los sindicatos todavía miran al trabajador de aplicaciones a través de los lentes de la CLT, la Consolidación de las Leyes del Trabajo, un legado del gobierno de Getúlio Vargas que todavía regula a la mayoría de los trabajadores brasileños, pero que no puede adaptarse a todas las necesidades de la relación laboral en el mundo actual. “Los sindicatos no hablan el mismo idioma que la mayoría de los trabajadores actuales”, afirma.
Sandro Lunard, especialista en Derecho Sindical y profesor de la Universidad Federal de Paraná (UFPR), afirma que los propios trabajadores de plataformas no se ven como trabajadores bajo la CLT. Por lo tanto, deberán buscar sus propios caminos de representación.
“No será este sindicalismo tradicional el que representará a estos trabajadores”, afirma. Necesitan construir sus propias organizaciones según sus necesidades. De hecho, veo potencial para que se organicen y, de forma autónoma, creen sus propios sindicatos.
Para el especialista, la dificultad para las entidades es establecer vínculos con una nueva clase trabajadora que ya no se reconoce en las estructuras tradicionales. “Las nuevas tecnologías han reorganizado la perspectiva de los jóvenes sobre el trabajo”, afirma.
Ya no ven la larga temporalidad de una relación que tanto valoraban las generaciones anteriores. Hoy en día, el trabajo se ha diluido por completo. Se puede trabajar desde el celular y llevarse el trabajo a casa. En cuanto se abren los ojos, se puede empezar a responder correos electrónicos. Esto plantea nuevos desafíos a las uniones en todo el mundo, afirma Lunard.
La reducción de la jornada laboral es un problema históricoAdemás de la reingeniería necesaria para satisfacer las nuevas demandas, los sindicatos también enfrentan dificultades para abordar demandas históricas y legítimas, como la reducción de la jornada laboral y el fin del formato 6x1, objeto de una propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) que ha ganado apoyo de los trabajadores en las redes sociales.
La idea no es nueva. Existe una demanda permanente del movimiento sindical por la aprobación de la semana laboral de 40 horas. Hoy la Constitución establece un máximo de 44 horas semanales. El PEC que se está tramitando actualmente se refiere a 36 horas, en formato 4x3. En las últimas décadas se han presentado varios proyectos para modificar la Constitución o la CLT. Algunos incluso siguieron adelante, pero nunca fueron aprobados.
Un obstáculo, según Zylberstajn, es que los sindicatos y las centrales obreras sólo hablan de reducir la jornada laboral y no de la productividad. “Sólo quieren mantener su salario y reducir sus horas de trabajo”, explica. “Entonces, el salario por hora se encarece y la factura no cuadra”.
Para él, simplemente reducir las horas de trabajo podría ser un “disparo en el pie” para los trabajadores. "El aumento de los costes laborales obligará a una caída de la producción", afirma. “La empresa puede despedir empleados o introducir sistemas tecnológicos que ahorren mano de obra”.
La raíz del problema, según él, es que la jornada laboral está establecida en la Constitución. “Estas cuestiones se abordarían mejor en la negociación colectiva, donde ambas partes pueden hacer un intercambio”, afirma.
El profesor recuerda que actualmente varios sectores de la economía ya han adoptado la jornada laboral de 5x2, compensando las horas trabajadas durante la semana. Es sencillo hacerlo. Las empresas no se oponen a la reducción de la jornada laboral. Lo que quieren es mantener la producción. Si se mantiene la producción, se pueden preservar los salarios.
Las entidades buscan formas de financiarseEl telón de fondo de la búsqueda de representatividad es la necesidad de financiamiento de las entidades sindicales. Uno de los puntos en la agenda de los sindicatos en esta dirección es el intento de retomar la obligatoriedad de la aprobación sindical en las terminaciones de contratos.
“Esto se remonta a hace 80 años, a cuando se creó con el CLT”, dice Zylberstajn. “Esto significa que un contrato sólo puede ser rescindido si lo aprueba el sindicato, que normalmente cobra por este servicio”.
Para él, las dificultades para mantener los ingresos han llevado a las entidades a mezclar intereses financieros con otras agendas legítimas. “Es una cosa complicada”, dice. “Cuando piden volver a la homologación, tenemos dudas: ¿realmente solo quieren ayudar al trabajador o aumentar los ingresos?”
Desde la reforma laboral de 2017, los sindicatos intentan restablecer la recaudación del Impuesto Sindical, pero el fin de la obligación fue considerado constitucional por el Supremo Tribunal Federal (STF). En cambio, el STF decidió, en 2023, que la recaudación de la "contribución social " a todos los trabajadores, incluidos los no sindicalizados, es constitucional, siempre que esté prevista en un convenio colectivo y el trabajador pueda oponerse al descuento.
Los críticos cuestionan la unidad sindicalEn el centro de la crisis de representación está la estructura sindical que prevé la unicidad, es decir, sólo puede haber un sindicato que represente a una categoría determinada por base territorial. La norma, creada en el mismo contexto de fuerte control estatal de Vargas, ha garantizado a los sindicatos un lugar institucional.
En la práctica, según sus críticos, impide la competencia entre entidades y la libre elección por parte de los trabajadores. Esto crea “sindicatos de sello”, que existen sólo por fuerza de ley o sin un vínculo real con sus miembros.
“Necesitamos debatir esto seriamente y avanzar hacia la libertad sindical. Esto sería reinventar el sindicato en Brasil”, afirma Zylberstajn. Admite que se deben financiar las entidades, pero se muestra en contra de la obligación vinculada al monopolio de representación.
“El trabajador puede verse obligado a pagar un monopolio. Quieren que las cotizaciones sean obligatorias, pero no quieren renunciar al monopolio”, afirma el profesor. El criterio debería aplicarse también a los empresarios, considera.
Para Lunard, la reivindicación del pluralismo sindical debe extenderse al sindicalismo patronal, que tiene su estructura garantizada por el acceso centralizado a los recursos del Sistema S –contribuciones parafiscales obligatorias a cargo de las empresas. Se aplican sobre la nómina y son recaudados por el Servicio de Ingresos Federales.
“Con pluralidad sindical, la distribución de estos recursos se volvería inviable, o al menos, mucho más compleja”, afirma. Además, la representación mayoritaria en el Congreso Nacional no está en manos de los trabajadores, sino de los empleadores, y no tienen ningún interés en cambiar el modelo actual. Basta con visitar la página web de la Confederación Nacional de Comercio o la Confederación Nacional de Industrias para ver su defensa explícita del modelo sindical unitario.
Para Lunard, reconectarse con los trabajadores dependerá de la capacidad de las entidades para crear nuevas sociabilidades, con agendas más allá del mundo del trabajo.
"Aunque el trabajo es central, porque afecta a los ingresos y a la supervivencia, la gente tiene puntos de vista e intereses muy diversos sobre cuestiones cotidianas y comunitarias", afirma.
“Los sindicatos deben buscar estrategias para esta reconexión integrando la agenda laboral con otras que involucren la cultura, la igualdad de género, el fin del racismo, etc. E involucrar a los jóvenes, invertir en interacciones a través de las redes sociales, pero para que la democracia digital influya en la democracia sindical”, añade.
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