Cambiando

Cuando hablas estos días con colegas o conocidos te enteras de que en sus vacaciones van a viajar. Y te hablan con gran ilusión sobre a dónde irán. Muchos te explican que van a ir a Nueva York, Londres, Roma, etc. También los hay más sofisticados que se plantean Irlanda, Dinamarca, Córcega, etc. Los aeropuertos están llenísimos de pasajeros y pocos vuelos salen puntuales.
Cuando empieza a volar es muy probable que el capitán del avión haga un comentario a través de los altavoces explicando que el vuelo se ha retrasado (nunca por culpa de él o su tripulación) pero que intentará ganar tiempo, reducir la duración del vuelo, y tratar de llegar cerca de la hora prevista. Luego cuando se acerca el destino puede ser que haya aviones aterrizando o despegando y hay que dar vueltas y, lógicamente, el tiempo va pasando. Ves a alguien sentado cerca que va explicando que probablemente va a perder una conexión y que no hay otro vuelo hasta el día siguiente y tendrá que pasar la noche en el aeropuerto.
Kodak quebró porque no fueron capaces de pasar de la química a la electrónicaA lo largo de mi vida, con una actividad muy internacional, he sufrido más de una vez el tener que pasar una noche en un aeropuerto. La primera vez fue durante mi programa doctoral en Harvard y el profesor que era mi principal supervisor me pidió que fuese a Kodak y recogiese información para escribir un caso sobre la gestión de la empresa, que en aquellos años era líder mundial en fotografía. Para ir a la central de Kodak tenía que coger un vuelo desde el área de Boston hasta Ottawa, cerca de la frontera entre Canadá y EEUU.
Conseguí que me recibiera el gran jefe de Kodak a primera hora de la tarde de un día determinado. Vi que podía coger un vuelo por la mañana para ir, sería un vuelo de unas dos horas desde Boston, y coger otro para volver sobre las ocho de la tarde. Fui a Kodak, todo fue muy bien pero cuando llegué al aeropuerto para volver a Boston habían anulado el vuelo y, eso sí, me dejaron un sitio para volver en otro vuelo a primera hora de la mañana del día siguiente. Me dijeron que esperase en el aeropuerto. Allí tuve que pasar la noche y aproveché para ir haciendo lo que mi jefe –más bien mi amo, porque yo era como su esclavo– quería sobre Kodak. Se notaba que el jefe de Kodak era un dictador y ninguno de sus ejecutivos discrepaba con él.
Entre el jefe de Kodak y la noche en el aeropuerto, recuerdo bien lo que aprendí aquel día. Kodak acaba muy mal, quebró, porque no fueron capaces de pasar de la química a la electrónica. Pero seguro que muchos directivos veían cómo iba cambiando la forma de hacer fotografía.
Pensemos en nuestra empresa y en las innovaciones que podemos hacer. Pero podemos pensar viajando e incluso descansando y aprovechemos nuestras vacaciones para descansar, pero también para pensar en el mundo en el que vivimos, cómo va y seguirá cambiando y qué podemos hacer para asegurarnos un buen futuro, pensemos.
lavanguardia