Biodiversidad oscura, el patrimonio invisible que ha permanecido sin expresar

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Biodiversidad oscura, el patrimonio invisible que ha permanecido sin expresar

Biodiversidad oscura, el patrimonio invisible que ha permanecido sin expresar

Un bosque puede parecer intacto, una pradera completamente exuberante, un ecosistema aún rico y fértil. Pero más allá de las apariencias superficiales puede ocultarse un vacío silencioso: el de las especies que podrían estar presentes, pero no lo están. No han sido exterminadas por un incendio ni reemplazadas por hormigón, sino que simplemente ya no pueden regresar. El impacto de la actividad humana se extiende mucho más allá de los límites visibles de las ciudades y las carreteras, afectando la capacidad de los ecosistemas para mantener toda la riqueza biológica potencialmente albergable. Publicado en Nature en abril, un estudio científico de gran envergadura coordinado por la red internacional DarkDivNet demuestra que esta erosión silenciosa de la biodiversidad vegetal afecta a todos los rincones del planeta, incluso a lugares considerados prístinos.

«Incluso en hábitats aparentemente intactos, la presencia humana en las zonas circundantes reduce significativamente la variedad de especies vegetales», explica Alessandro Petraglia, profesor de botánica, biodiversidad vegetal y cambio climático global en la Universidad de Parma, coautor del estudio junto con Michele Carbognani, Marcello Tomaselli, T'ai GW Forte y otros 250 expertos internacionales. «No se trata de una pérdida evidente, sino de un lento vaciamiento ecológico, difícil de percibir». Durante el estudio, que duró muchos años, se analizaron 5.500 sitios de todo el mundo, lo que puso de manifiesto la brecha oculta entre la biodiversidad observable y la biodiversidad ecológicamente posible. Esta brecha representa la llamada biodiversidad oscura: un patrimonio robado, esencial para evaluar la verdadera integridad de un ecosistema. «El número absoluto de especies observadas en un sitio no significa mucho si no se relaciona con el potencial ecológico», continúa Petraglia. «Si se identifican cien especies donde podrían vivir doscientas, significa que la variedad ya se ha reducido a la mitad».

El concepto de diversidad oscura , introducido por investigadores estonios en la Universidad de Tartu en 2011, ha demostrado ser eficaz para evaluar el empobrecimiento global de la vegetación. Las plantas, a diferencia de otros grupos biológicos, se adaptan mejor a este tipo de análisis porque son sedentarias, están asociadas a una amplia literatura científica y son relativamente fáciles de censar a gran escala. «Sería impensable realizar un estudio similar en mariposas o mamíferos, tanto por la falta de datos como por su mayor movilidad», explica Petraglia. «Elegimos las plantas porque representan el grupo más adecuado para este tipo de modelado ecológico global». El estudio mostró que en zonas con baja huella humana, se encuentra presente un promedio del 35 % de especies potencialmente adecuadas, mientras que en las regiones más perturbadas, la cifra desciende por debajo del 20 %. Una pérdida que no se debe a la destrucción del hábitat, sino a su disfunción gradual, a menudo invisible, pero no por ello menos peligrosa. La desaparición de algunas especies, por ejemplo, puede afectar las relaciones tróficas (vínculos entre organismos vivos), los ciclos nutricionales y procesos fundamentales como la polinización o la dispersión de semillas. El ecosistema continúa funcionando, pero con menor eficiencia y una capacidad reducida para responder a los cambios externos. Como se dice hoy en día, es menos resiliente. Se trata de un declive silencioso, que hace que los hábitats sean más vulnerables a futuras crisis, como sequías prolongadas, incendios, invasiones biológicas y el cambio climático. «Este tipo de análisis también nos permite estimar, a la inversa, cuántas especies podrían recuperarse si se mejoraran las condiciones ecológicas», enfatiza Petraglia. «Podemos imaginar vías de recuperación no solo teóricas, sino también cuantitativas». Las especies oscuras no han desaparecido para siempre: aún existen en la región, pero están aisladas por barreras ecológicas, falta de conectividad u otras dinámicas complejas que dificultan su retorno. Identificar estas ausencias nos permite evaluar el potencial de regeneración y planificar estrategias de conservación más efectivas y específicas.

Las implicaciones futuras no se limitan al componente vegetal. El grupo de Parma ya participa en nuevos proyectos que buscan extender el concepto de biodiversidad oscura al suelo. «Hemos recopilado datos sobre la biodiversidad microbiana del suelo para evaluar el impacto estratificado de la actividad humana en múltiples niveles ecológicos», afirma el profesor. «Es un paso hacia la comprensión no solo de lo que estamos perdiendo, sino también de cómo estamos alterando los procesos fundamentales de la naturaleza». Esta nueva rama de investigación busca comprender en qué medida la presión humana compromete no solo la presencia de especies, sino también su capacidad para contribuir al funcionamiento de los ecosistemas, la estabilidad de los ciclos ecológicos y, en última instancia, la salud del planeta. Si la pérdida de biodiversidad se suele relatar a través de las extinciones más espectaculares, la biodiversidad oscura adquiere una dimensión más sutil, menos espectacular pero igualmente preocupante. Un ecosistema incompleto es más pobre y menos estable: el reto va más allá de la conservación; consiste en reconstruir la integridad ecológica allí donde se está perdiendo gradualmente.

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