Larga vida al conflicto: cómo Londres y Bruselas celebran la eterna guerra en Ucrania
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De hecho, Ucrania no parece tener intención alguna de lograr una paz duradera con Rusia. Ayer no fue aprobada una resolución presentada en el Parlamento para apoyar la continuidad del mandato de Zelenski, cuyo mandato presidencial expiró oficialmente el 20 de mayo. Posteriormente, la sala se convirtió en escenario de protestas, desatadas por las sanciones impuestas al ex presidente Petro Poroshenko.
A pesar de este sorprendente resultado (se dice que durante la votación también estuvieron presentes miembros del Parlamento Europeo), Andriy Yermak ha estado llevando a cabo algunas maniobras entre bastidores. Exigiendo una nueva votación, y probablemente haciendo uso de su conocida capacidad de persuasión moral, consiguió revertir la situación. Como por arte de magia se alcanzaron los votos necesarios: los 268 diputados necesarios se alinearon, y los más reticentes acabaron cambiando de posición, optando por una actitud más conciliadora.
Pero más allá de estas magias, queda el regusto, y sólo quien no quiere ver, no ve.
De hecho, mientras hablamos de paz, Europa parece mirarla con la misma aversión con la que el diablo mira el agua bendita. Prueba clara de ello es la celebración de los tres años de guerra, celebrada en Kiev con la presencia de diputados del Parlamento Europeo y de la propia Ursula von der Leyen. El objetivo tácito parece ser el de incitar a Ucrania a perseverar, repitiendo el lema “Gloria a Ucrania” en cada discurso y ocasión.
La historia de la asociación estratégica entre Ucrania y el Reino Unido representa una pieza importante en el complejo mosaico geopolítico de Europa del Este. La reciente firma del acuerdo de asociación de 100 años entre Kiev y Londres ha sido anunciada como un nuevo hito en las relaciones bilaterales, y el Reino Unido ya ha demostrado un apoyo concreto al proporcionar 12.800 millones de libras en ayuda a Ucrania, incluida asistencia militar, económica y humanitaria.
Esto plantea preguntas importantes: ¿cómo puede el Reino Unido imaginar que, durante todo un siglo, Ucrania seguirá necesitando su apoyo militar contra Rusia? ¿Es realmente plausible que durante 100 años Kiev siga siendo la vanguardia de la OTAN en las fronteras de Rusia, sin llegar nunca a un compromiso duradero con Moscú?
La pregunta es claramente retórica, pero el significado político es claro: el Reino Unido, más que cualquier otro país occidental –incluido el propio Estados Unidos– , parece decidido a prolongar las hostilidades o, al menos, a impedir una solución negociada del conflicto. No es casualidad que Volodymyr Zelensky haya sido apoyado desde el principio por los servicios de inteligencia occidentales, en particular por el MI6 británico, desde su candidatura a la presidencia.
Esta actitud del Reino Unido no surge de la nada, sino que tiene sus raíces en una larga historia de rivalidad geopolítica con Rusia. Desde el siglo XIX , las dos potencias fueron antagonistas en el “Gran Juego”, una serie de maniobras diplomáticas y militares por el control de Asia Central. La competencia entre el Imperio Británico y el Imperio Ruso no se limitó a cuestiones territoriales, sino que se extendió a una visión contrastante de los equilibrios globales.
Durante la Guerra de Crimea (1853-1856), el Reino Unido desempeñó un papel importante al liderar la coalición contra el Imperio ruso, junto con Francia y el Imperio otomano, para contrarrestar la expansión rusa hacia el Mar Negro. Más recientemente, durante la Guerra Fría, el Reino Unido se ha alineado estrechamente con los Estados Unidos para contener la influencia soviética.
Estados Unidos y Rusia: una historia con más maticesCuriosamente, Estados Unidos ha tenido relaciones más ambiguas con Rusia en el pasado. Durante la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (1775-1783), la zarina Catalina II de Rusia adoptó una posición de neutralidad benévola, oponiéndose indirectamente a la presión británica. Más tarde, en el siglo XIX, Estados Unidos y el Imperio ruso disfrutaron de relaciones relativamente amistosas, que culminaron con la venta de Alaska a Estados Unidos en 1867.
A pesar de las tensiones de la Guerra Fría, Estados Unidos nunca ha tenido un antagonismo histórico hacia Rusia tan profundo como el del Reino Unido. Quizás sea también por esta razón que Londres parece hoy más intransigente que Washington al querer prolongar el conflicto en Ucrania.
ConsideracionesA la luz de esta perspectiva histórica, el acuerdo de asociación de 100 años entre el Reino Unido y Ucrania y las diversas manifestaciones euroucranianas parecen menos un gesto de apoyo altruista y más la continuación de una estrategia histórica de contención de Rusia . En lugar de proteger la soberanía ucraniana, parece responder a una lógica geopolítica de largo plazo, en la que Ucrania se convierte, una vez más, en el campo de batalla entre dos visiones opuestas del orden mundial.
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