Gerona, la Catedral de Carlomagno

Ya lo dice el dicho, 'Gerona, enamora'. Y es que la ciudad que fue fundada por los romanos en el siglo I a.C. bajo el nombre de 'Gerunda', es hoy capital de la provincia catalana. Ubicada a orillas del río Onyar -al que se asoman sus populares casas pintadas de colores pastel-, guarda una energía y atmósfera especial en las laberínticas y empedradas calles del casco antiguo, la Forca Vella, y numerosos lugares que son visita obligada para el viajero: las murallas carolingias, los Baños Árabes -del siglo XIII, con su majestuosa linterna-, el Call Judío -el barrio hebreo-, la iglesia de San Félix -edificada sobre la tumba del mártir, conocido como Felipe, el Africano, que alberga ocho sarcófagos romanos y paleocristianos de los siglos I y IV-, el gótico palacio Almoina, la renacentista Casa Pasotrs o el moderno puente de Eiffel, -creado por Gustave Eiffel, el mismo que levantó la torre parisina-. Pero, entre todos, destaca uno: la gótica Catedral de Santa María, la etiquetada como Catedral de Carlomagno.
Ubicada en el punto más alto de la ciudad, declarada Bien de Interés Cultural, es un «unicum» de la arquitectura gótica, ya que ostentó el título de ser, con veinticuatro metros, la más ancha del mundo hasta que se construyó la Basílica de San Pedro en Roma.
Edificada en el siglo XIII, sobre un santuario romano, y a su vez, sobre una iglesia románica del siglo XI, su construcción, en la que trabajaron canteros del gremio de Rosellón, fue posible gracias a las donaciones del obispo Pere Roguer y su popular hermana, la condesa Ermessinda de Carcasona, conocida como la Padrina de la Catedral.
A pesar de que su edificación estuvo paralizada durante cincuenta años por disputas en su diseño, fue Guillermo Bofill quien finalmente creó la majestuosa nave abovedada, el espacio gótico más ancho que existe en el planeta. Un templo que, desconocido por muchos, fue erigido por y para Carlomagno, como así quedó reflejado en el documento fundacional, y que impulsó el obispo Arnau de Montrodon. Fue dedicada al emperador que vertebró Europa, cuyas tropas reconquistaron la ciudad a los musulmanes en el siglo VIII, santificado a pesar de que la iglesia nunca lo consideró santo, cuya festividad se celebraba cada 29 de enero, y cuya imagen aparece en una de las claves de las bóvedas centrales de la catedral.
El viajero accederá al templo ascendiendo los noventa escalones que tiene la gran escalinata -realizada en el siglo XVI, popular por ser escenario de la serie de Juego de Tronos- para llegar a la fachada barroca -del siglo XVIII, de tres cuerpos a modo de retablo- donde es recibido por las esculturas de san Pedro y san Pablo. En el interior quedará eclipsado por las colosales dimensiones y la mágica atmósfera que provoca la oscura piedra, la tenue iluminación y el silencio.
Un gran arco triunfal con rosetón separa la cabecera y girola de la nave, cubierta con bóvedas de arcos diagonales apoyadas en columnillas, con triforio y vidrieras del siglo XVI dedicadas a la Virgen. Una nave, dividida en cinco tramos, con dos capillas por cada tramo y en los contrafuertes, que guardan no solo auténticos tesoros, sino secretos, entre los que destacan el sepulcro de alabastro del obispo Berenguer de Aglesola, del siglo XV, obra de Pere Oller, con seis plorantes llorando la muerte del religioso; la gótica Arqueta de los Santos Mártires, con las reliquias de los mártires gerundenses san Germán, san Justo, san Paulino y san Sicio, decorada con esmaltes, en la que aparecen los santos con instrumentos de canteros y la Virgen dando el pecho al Niño Jesús; o la capilla de Ermessenda de Carcasona, con su gótico sepulcro y sarcófago, donde aparece la primera representación de la señera catalana, según algunos expertos; y el sarcófago, también gótico, de Ramón de Berenguer.
Pero es en el altar mayor -protegido por una reja de forja, donde se encuentra el ara románica y un retablo del siglo XIV de plata repujada sobre madera con esmaltes y gemas-, dominando todo el templo, donde el viajero hallará una pieza majestuosa y única: la Silla de Carlomagno.
Un trono de estilo románico, realizado en el siglo XI, de una sola pieza de mármol, rectangular, con arcos de medio punto en los laterales, brazos redondeados con motivos vegetales, los símbolos de los evangelistas, así como con un obispo y dos acólitos tallados. Una silla episcopal a la que se accede por dos escaleras, una a cada lado, marcada por la tradición y leyenda, ya en la misma se ordenaban, siempre por parejas, a los sacerdotes, en la que las parejas tenían la costumbre de sentarse para poder casarse.
La visita a la catedral continúa en el claustro, uno de los más importantes de Cataluña y España. Realizado en los siglos XI y XII, vestigio del templo románico, de planta cuadrangular, con cuatro galerías irregulares, formadas por arquerías de medio punto, con columnas dobles, atesora más de cien capiteles labrados. Un centenar de esculturas con motivos vegetales -como hojas de acanto y piñas-, zoomorfos -jabalíes, conejos, leones, aves o sirenas-, escenas religiosas -del Antiguo y Nuevo Testamento- así como otros motivos sorprendentes y extraordinarios (el que muestra a varios hombres sosteniendo el Arca de la Alianza, a otros haciendo el Arca de Noé, o la del trabajo de los canteros medievales, autorretrato de los gremios de constructores).
El recorrido termina en el museo, donde se guarda el tesoro catedralicio, y en el que, entre otras piezas, encontraremos dos objetos excepcionales. El primero, el Beato de Gerona, una de las copias de los Comentarios al Apocalipsis de San Juan que realizó el Beato de Liébana en el siglo VIII, confeccionado en el scriptorium zamorano de Tábara en el siglo X, ilustrado por la monja Ende, la primera mujer artista, 'pintora y sierva de Dios', que llegó a Gerona en el siglo XI.
El segundo, el conocido como Tapiz de la Creación, del siglo XI, uno de los escasos testimonios textiles románicos existentes en nuestro país. Un bordado, de intensos colores, de tres metros y medio por cuatro metros y medio, confeccionado con 'pintura a la aguja', en el que se representa una rueda central con escenas del Génesis y alrededor una serie de cuadros que marcan el paso del tiempo, estaciones, días, meses y años. Una tela de la que se desconoce qué uso tuvo, en qué momento se utilizó, quién lo diseño, cuál era su real nombre y el verdadero mensaje que encierra, ya que las escenas, además de religiosas, son también cosmológicas y mitológicas.
Visitar la Catedral de Gerona no deja indiferente a nadie. El templo guarda en sus muros historia y secretos. Y no solo en su interior. Cuando salga del templo catedralicio, amigo viajero y lector, no olvide contemplar sus gárgolas. Entre ellas descubrirá una distinta a todas.
Cuenta la leyenda que en tiempos medievales una mujer dedicada a la brujería tiraba piedras y lanzaba insultos todos los días al templo catedralicio. Un buen día, durante la procesión del corpus, y por castigo divino, fue convertida en piedra, siendo ubicada en lo más alto de la catedral, puesta boca abajo para que así nunca mirara al cielo y de que su boca no salieran más maldiciones, sino el agua limpia de la lluvia.
Es la Gárgola de la Bruja, que mira a todos los que allí llegan desde las alturas sosteniendo un libro entre sus manos. Una leyenda hecha piedra, una de las muchas que encontrará en la Catedral de Carlomagno y en las calles de la ciudad de Gerona, en la que la historia es leyenda, y la leyenda se hace historia.
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