¿Cómo darle la vuelta a tus finanzas personales? (Parte 1 de 4)

Hoy todos tenemos acceso a muchísima información. Si necesitamos un consejo sobre cómo mejorar la salud o resolver un problema financiero, sólo tenemos que escribir en un buscador y de manera instantánea encontraremos artículos, videos, libros y cursos sobre ello. También podemos usar Inteligencia Artificial. Todas son poderosas herramientas para aprender prácticamente cualquier cosa.
Pero aquí está la paradoja: sabemos exactamente qué hacer, pero no lo hacemos. ¿Cuántas veces has leído alguno de mis artículos sobre cómo ahorrar, invertir o salir de deudas, y al final pensaste “esto tiene sentido”... para luego seguir igual? ¿Cuántas personas conoces que saben que deben dejar de usar la tarjeta de crédito para todo, pero cada mes se endeudan más?
El problema no es la falta de información, sino la falta de acción. Y detrás de esa inacción, hay dos causas claras:
1. No aplicamos lo que aprendemos: La información se queda en teoría. Leemos, asentimos con la cabeza, incluso guardamos el artículo... pero no cambiamos nuestros hábitos.
2. Falta de motivación real: Saber que algo es importante no basta. Necesitamos una razón profunda, personal, que nos empuje a actuar. Sin ella, la inercia gana.
Por eso trato de incluir en mis textos no nada más consejos prácticos. Me gusta ayudarte a reflexionar sobre por qué sabes lo que debes hacer, pero aún no lo haces. Porque entender eso es el primer paso para romper el ciclo.
Piensa en la última vez que te preguntaste: “¿Por qué siempre me falta dinero al final del mes?”. “¿Por qué nunca logro cumplir mi presupuesto y termino gastando más? No eres el único. Muchos de nosotros pasamos los días tomando decisiones sobre el dinero sin detenernos a reflexionar por qué las tomamos. Algunas son conscientes, otras impulsivas. Unas nacen del hábito, otras de la presión social. El problema es que, si no cuestionamos estas decisiones, seguiremos obteniendo los mismos resultados.
Hace tiempo conocí a una mujer que trabajaba como empleada doméstica. Ganaba poco, pero logró ahorrar suficiente para poner un pequeño negocio. Su secreto no fue ganar más, sino administrar mejor su dinero. En cambio, aquí te he dado muchos ejemplos sobre altos ejecutivos que están hundidos en deudas precisamente porque su gasto lleva una inercia difícil de detener.
¿Qué harías si te quedas sin trabajo y te tardas seis meses en encontrar otra oportunidad que te pague lo mismo que estás acostumbrado? ¿Podrías continuar viviendo sin sobresaltos durante este tiempo? Yo he estado en esa situación y a veces –en esos momentos– surgen gastos inesperados como la necesidad de reparar el coche (o una enfermedad). No son escenarios ficticios: eso pasa. Si no estás preparado, un escenario así podría ser catastrófico o al menos, arruinar mucho de lo que has logrado construir.
La buena noticia es que darle la vuelta a tu situación financiera no depende necesariamente de cuánto ganas, sino de cómo manejas lo que entra y sale de tu bolsillo.
¿Qué nos hace repetir errores financieros?
Somos criaturas de hábitos. Si desde niño viste a tus padres usando la tarjeta de crédito para “emergencias”, es probable que tú hagas lo mismo. El primer paso es romper esa cadena.
Hazte estas preguntas:
• ¿Gasto por impulso?
• ¿Me siento culpable después de comprar algo?
• ¿He usado el crédito para cubrir gastos que no podía pagar en efectivo?
No se trata de juzgarte, sino de entender qué te lleva a tomar esas decisiones. Una vez que lo identificas, puedes cambiarlo.
Empieza con un hábito simple: registra tus gastos. No necesitas una app complicada ni un presupuesto perfecto. Sólo un cuaderno y 5 minutos al día. Anota:
¿En qué gastaste? ¿Era necesario? ¿Podrías haberlo evitado?
Este ejercicio no es para castigarte, sino para darte información. Después de una semana, revisa los gastos que se repitieron. ¿Ves patrones? Eso te permite ver qué te está impulsando o frenando.
No hagas un presupuesto: haz un plan de gastos
Los presupuestos no son malos pero muchas veces implican estimar los ingresos que vas a recibir y los gastos que vas a tener.
Un plan de gastos es mucho más proactivo. Cada vez que recibes un ingreso (no antes) te sientas y te haces una sencilla pregunta: ¿Qué es lo que necesito que este dinero haga por mí, antes de que me vuelvan a pagar? Con el dinero que ya tienes. Esto te ayuda a priorizar y a mantener un mejor control.
Claro: aún así en el camino suceden cosas. El recibo de la luz puede llegar más alto de lo que planeaste. En ese caso, modificas tu plan para reflejarlo. Porque no está escrito en piedra. Lo usas como una herramienta para tomar decisiones y para mantener el control.
Ahora bien: ¿Cómo romper el ciclo de la deuda? De eso hablaremos en la segunda parte.
Eleconomista