¿Gamper o Liga de Campeones?

Por segunda noche consecutiva, el Barça ha jugado una final del Joan Gamper, aquel trofeo de agosto propicio al fútbol vistoso, los goles en abundancia y las alegrías. Se trataba de pasarlo bien, descubrir las novedades, zamparse un frankfurt y volver a casa a las tantas cargado de ilusiones. Este miércoles por la noche, como el sábado en Sevilla, el Barça marcó nada menos que tres goles pero se llevó un empate, mal resultado para un partido de ida que, sin embargo, alegró a la parroquia y entretuvo a medio mundo, 24 horas después del tostón que Arsenal y PSG ofrecieron en Londres.
Naturalmente, partidos así hacen afición porque el Barça tiene la virtud de querer jugar al fútbol y sus imperfecciones mejoran al rival. Conseguir esto tiene mucho mérito. O algo más relevante en la vida: el Barça de Flick posee estilo propio. Es vencible, derrotable y goleable –tres goles, tres marcó el Inter– pero inimitable.
El Barça parece jugar un Gamper perpetuo: fiesta, remontadas, ilusión y hacer mejores a los rivalesPoco antes del match, estrenaron en el festival de cine BCN el documental Dios lo ve cuyo título y espíritu sería aplicable a este Barça. Capta la personalidad de Óscar Tusquets, arquitecto barcelonés y culé, esclavo del buen gusto y la buena vida, a través de unas conversaciones con amigos como Miquel Barceló, Antonio López, Vargas Llosa, Lluís Clotet, Albert Serra, Milena Busquets o, indirectamente, el mismísimo Dalí. Todos compiten en ingenio –y en lanzarse algunos pases del desprecio geniales– porque el argumento de la obra es claro: un artista puede carecer de todo salvo de estilo propio. Sólo hay un Velázquez.
El Estadi Olímpic Lluís Companys vibró con la ida de las semifinales entre el Barça y el Inter
Àlex GarciaEste Barça tiene defectos –dos goles anoche recibidos a balón parado– pero juega con tal pasión, vistosidad y juventud que nadie hablará de errores sino de una forma de expresar el fútbol que justifica el tiempo, el precio de la entrada o la amnesia colectiva sobre las cuentas del club. Hipnotiza con un juego que convierte finales de Copa del Rey ante el Real Madrid o una ida de semifinal de la Liga de Campeones ante el Inter en noches del Joan Gamper, de las que nunca nadie salió cabreado con el equipo. Y hablando de cabreos: no sorprende el de Dani Olmo anoche. La directiva le enreda y el míster lo quita aún jugando bien y atesorando ciertas soluciones más interesantes que las de quienes le suelen sustituir. Empieza a transmitir aquella incomodidad que impidió a Cesc Fàbregas, otro canterano de corazón, triunfar aquí...
Tiene mérito remontar en dos partidos consecutivos y exigentes ante dos grandes de Europa a los que nadie suele robar la cartera. Y aún más mérito tiene terminar un partido y dejar al aficionado con el anhelo de que llegue pronto el martes. Cuestión de estilo: este Barça no sabe ser vulgar.
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