Ayrton Senna, punto y aparte

Ese domingo de Imola el clima era raro. La mañana comenzó como siempre pero no comenzó como siempre. El futuro o el destino tenían preparado un capitulo negro del deporte mundial. Esos instantes que marcan la eternidad y todo tenía un tinte normal para el inicio de una carrera de Fórmula 1. A pesar de la muerte de Ronald Ratzenberger y el durísimo golpe de Rubens Barrichello que marcaron el momento de un Ayrton Senna que se mostraba tranquilo cuando se subió a su Williams, pero al parecer agobiado por dentro.
Cuando el semáforo se apagó y comenzó la carrera se produjo otro grave accidente involucrando varios autos de la mitad de parrilla. El destino estaba obsesionado con decir algo. Nadie escucho las advertencias. Todo el universo parecía complotarse para poder decir a gritos algo que nadie quiso ni pudo escuchar. El tiempo, macabro aliado de la desgracia caminaba lentamente hacia aquella primera curva de Imola. Ese lugar que tatuó los momentos finales de un distinto, mágico.
Desde el tecnicismo se podrá escuchar miles de versiones y explicaciones que dejan cierta claridad a un golpe contra aquel muro que nada podrá modificar la realidad. Aquella ilusión que todos tuvimos de ver bajar a Ayrton de su Williams caminando y maldiciendo el momento fue, es y será por siempre una ilusión que seca las lagrimas permanentes de los amantes del automovilismo. El era un distinto, era ese personaje capaz de cambiar la historia, un Federer, Jordan, Maradona o Messi un tipo que sobresalía por los que sobresalen.
La historia dirá que Imola fue la última gran carrera de Ayrton Senna. La historia contará que este brasileño fue capaz de trascender los límites de la vida tanto que hasta podríamos decir que fue el único brasilero que enamoro a los argentinos. La historia dirá que Ayrton fue más allá de la velocidad. Intuyó algo más durante ese fin de semana del GP de San Marino, pero sabía que debía aceptar su destino. Que el camino estaba escrito por ese Dios con el que corrió siempre y al que le dejó en sus manos su vida más de una vez cuando se ponía el casco, era su destino.
Senna había muerto. Imposible pensar que algo así podía suceder. Senna había tenido un despiste, su Williams golpeó contra el paredón y la columna de dirección habría provocado la herida fatal en el hombre que dominaba los límites. Senna había muerto y nadie lo creía. Incluso hasta el momento en que se eleva ese helicóptero llevándose la alegría de todo un pueblo y con la fría noticia del fallecimiento de Ayrton, los fanáticos seguían incrédulos pensando que todo era un sueño y que se podría retroceder en el tiempo y elegir no correr esta carrera, la última de Ayrton Senna.
El primero de mayo murió Ayrton Senna. No quiero recordar el año por que a un grande como este no se le recuerda ni el año de nacimiento ni el año de su muerte. A un grande como Senna no se le recuerda por que sencillamente nunca nos olvidamos de él.
elintransigente