Helen Mirren: "La Reina Isabel me invitó a tomar el té pero no me dijo nada de The Queen"

La actriz inglesa explica su modo de vida en el sur de Italia, el lugar en el que se ha convertido en una feliz campesina.

Helen Mirren se encuentra en el sofá negro de la oficina del alcalde de Guagnano, un pueblo del sur de Italia, rodeado de vigorosos viñedos de Negroamaro. Viste completamente de blanco, el mismo color que su pelo, que le llega por los hombros. Acaba de contar, ante miles de personas que han acudido a verla, su amor por el Salento, la tierra donde ha elegido vivir desde hace ya 17 años junto a su marido Taylor Hackford, director de Oficial y Caballero y de El Abogado del Diablo, también ganador de un Oscar. Más tarde bailará en el balcón del Ayuntamiento como una chica a la que le brillan los ojos de felicidad.
- Cumple 80 años. ¿Qué efecto le produce?
- La vida es un viaje constante y continuo, en el que se entra en nuevas etapas. Es un proceso natural. Sinceramente, nunca he dado mucha importancia a los cumpleaños, ni siquiera a los que terminan en cero.
- ¿Entonces no le da miedo envejecer?
- El número 80 me da algún escalofrío, pero hay que estar agradecidos de llegar a esta edad. Es sencillo: o mueres joven o envejeces, hay que aceptarlo.
- Ha asistido a la final de Wimbledon. ¿A quién animó?
- ¡Obviamente por Jannik [Sinner]! Delante de nosotros había dos chicos italianos con la bandera tricolor. Mi marido y yo no soportábamos oír tantos ánimos a Carlitos [Alcaraz] y gritamos a pleno pulmón el nombre de Sinner. Fue maravilloso.
- Usted nació y creció en el este de Londres. ¿Cómo fue esa juventud?
- Mi padre tocaba la viola antes de estallar la Segunda Guerra Mundial. Durante la guerra, conducía ambulancias. Después, tocar fue imposible, así que empezó a trabajar de taxista. Para ese trabajo había que pasar el examen de la llamada Knowledge, es decir, conocer de memoria prácticamente todas las calles de la ciudad. Él, que venía de una familia aristocrática rusa, tenía el Google Maps en el cerebro.
- ¿Fueron años duros también para la joven Helen?
- No teníamos dinero para ir al cine o al teatro, en casa no teníamos televisión. Cuando tenía 15 años, mi madre me llevó a ver una producción amateur de Hamlet y salí de allí completamente transformada. Desde ese momento supe que quería ser actriz y recitar solo textos de Shakespeare. De hecho, mi primer papel fue el de Cleopatra. El hecho de poder dar vida en el escenario a las historias de Shakespeare se convirtió en mi razón de vivir.
- Desde entonces ha ganado un Oscar por su interpretación en 'The Queen', un Globo de Oro, la Copa Volpi en Venecia y varios Bafta. ¿Está satisfecha o aún le queda algún sueño actoral por cumplir?
- Una actriz nunca está satisfecha, siempre busca nuevos retos. Pasar del teatro al cine y luego a las producciones televisivas significa ponerse a prueba con métodos de trabajo diferentes, exige una energía distinta y esa alternancia me estimula. Pero desde hace unos años siento la necesidad de volver a mi viejo amor, el teatro, y por tanto a Shakespeare.
"Soy normal, igual que los demás, una paisana. Vivo la profunda sencillez de la realidad. Aquí soy una mujer italiana"
- ¿La verdadera reina Isabel nunca le expresó en privado su opinión sobre su interpretación en 'The Queen'?
- Recibí una invitación para tomar el té en su finca de Ascot. Yo pensaba que sería uno de esos eventos clásicos con 300 invitados. En cambio, cuando llegué, éramos solo cinco: la Reina, yo, Felipe de Edimburgo y otros dos miembros de la Familia Real. La verdadera Isabel no dijo nada sobre The Queen, pero creo que el hecho de ser invitada a compartir un momento tan íntimo con ella valía tanto como un elogio.
- ¿La Reina llegó a ver el tatuaje bajo su pulgar?
- Son dos letras V cruzadas, significan igual y opuesto. Somos seres humanos y, por tanto, contradictorios. Para mí significa que hay que considerar que los demás pueden ser diferentes a ti, pero esto no significa que no tengan tus mismos valores. Es mi filosofía de vida.
- Vive en Italia, en el extremo sureste del país, desde hace 17 años.
- Me sedujo en general la cultura italiana. No me refiero solo a las iglesias, los museos, Dante y Fellini, a los que por supuesto amo. Lo que me gusta es la vida cotidiana y ordinaria. El hecho de ser extranjera me permite saltarme un escalón, mirar las cosas negativas con cierto desapego y mayor complacencia. Mi italiano mejora cada día que paso aquí, aunque aún no lo hablo muy bien. Rodé la película Calígula en Roma, donde pasé tres meses sola, rodeada de romanos. Me empeñé en entender todo lo que decían en cenas y fiestas.
- ¿Y al final lo entendió?
- Sí. ¡A los italianos les encanta hablar de ropa y comida!
- Se la ve en la carnicería comprando mortadela, promueve campañas para salvar las torres costeras, visita hospitales para ver a mujeres afectadas por el cáncer...
- Formo parte de la comunidad de Tiggiano, el precioso pueblo del Bajo Salento donde vivo. Voy en bicicleta, me siento en la plaza a tomar un capuchino a mediodía, compro lo que necesito en el supermercado... Soy normal, igual que los demás, una paisana. Así se vive la profunda sencillez de la realidad. Aquí soy una mujer italiana.
"Amé durante cuatro años a Liam Neeson"
- Pero, ¿hay algo que no le guste de los italianos?
- Bueno, somos charlatanes, nos gusta mucho cotilleo. ¡Pero cuánta generosidad humana! Viví 15 años en la Provenza, aprendí bien el francés. Pero no hay comparación con la bondad de la gente de aquí. Nos ayudó mucho cuando empezamos a reformar la masseria. Y lo sigue haciendo.
- Se define como campesina.
- Taylor y yo cultivamos 800 granados, producimos zumo orgánico exprimiendo los frutos a mano. Yo también me ocupo del huerto, recojo tomates y otras hortalizas. Adoro mi jardín. El secreto de nuestro matrimonio, que lleva casi 30 años, es justamente hacer trabajos manuales juntos.
- Y además luchan por salvar los olivos atacados por la 'xylella' desde hace 10 años.
- Con la organización sin fines de lucro Save the Olives, en ocho años y hasta ahora hemos salvado 500 ejemplares centenarios mediante injertos. Hemos creado un invernadero donde cultivamos nuevas especies de olivos resistentes a la bacteria, junto a científicos y agrónomos. Para mí es terrible que haya niños salentinos que no hayan visto el patrimonio verde cuando estaba sano.
- Volvamos al amor. Antes de Taylor, ¿cuál fue el más importante?
- Amé durante cuatro años a Liam Neeson. Con Taylor, a quien conocí en el set de El Sol de Medianoche y para quien también actué en Love Ranch, nos hemos convertido en un equipo reforzado por el inmenso amor por Italia y por nuestro proyecto agrícola, por ensuciarnos las manos con la tierra.
- Usted le fue infiel... con el cómico Checco Zalone.
- Vi sus películas en un avión, no entendía bien las palabras, pero me conquistó su manera de moverse y gesticular. Quise conocerlo, nos hicimos amigos. Por eso acepté sin dudarlo hacer el vídeo de La Vacinada, acepté filmar en mi masseria. Él fue muy profesional, yo insistí en interpretar a la campesina que, de hecho, soy.
- ¿Todavía nada cuando hay luna llena, bajo la torre costera de Corsano?
- Cuando llegué aquí por primera vez y vi la luna sumergirse en el mar de Tricase Porto, me enamoré perdidamente. Las noches de verano en el Salento están impregnadas de plácida magia. Me gusta tirarme desde las rocas, no soy de playa.
- ¿Tiene algún arrepentimiento?
- Mi madre no vio todo lo que he hecho. Ella, mujer londinense, dejó la escuela a los 15 años para trabajar en una fábrica. Habría sido feliz con mis papeles dramáticos y viviendo en mi masseria italiana. También me habría gustado conocer a Anna Magnani, mi mito.
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