La ciencia se alza en Bilbao como brújula de futuro en un presente incierto

Diecisiete ediciones acumulan ya los Premios de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento. Unos galardones que reconocen a personas pioneras en los campos del saber científico como la biomedicina, la inteligencia artificial, el cambio climático y la creación artística. Adalides del poder transformador del conocimiento en todas sus vertientes. Pero este año, a pesar de que el acto volvía ayer a tener como escenario el Palacio Euskalduna de Bilbao, no es un año más: con un panorama incierto en el ámbito político en general que afecta al ámbito científico en particular, entre las palabras de los 20 premiados de la edición planeó un nombre que, sin embargo, nunca fue nombrado: Donald Trump. Porque el actual presidente de los EE.UU., el país en el que muchos de ellos nacieron, residieron o aún viven, ahora niega muchos de sus descubrimientos y de la importancia de su trabajo, vital para entender el pasado, el presente y el futuro de nuestro mundo.
«En un contexto internacional de alta complejidad, las contribuciones de personas altamente innovadoras como las galardonadas nos permiten trazar una hoja de ruta para tomar las mejores decisiones en el plano individual y en el colectivo, al servicio de los intereses generales y la conservación de la diversidad de la vida en la Tierra», señaló a la apertura del acto Carlos Torres Vila, presidente de la Fundación BBVA, quien estuvo presente en la ceremonia junto a la presidenta del Consejo de Investigaciones Científicas, Eloísa del Pino; el alcalde de Bilbao, Juan María Aburto y el lendakari, Imanol Pradales. «Esta ceremonia es una celebración de lo que nos define como especie: nuestra capacidad para generar conocimiento y utilizarlo en beneficio de todos».
La entrega de premios comenzó con la categoría de Ciencias Básicas, que distinguió al estadounidense John Hartwig, al alemán Helmut Schwarz y al español Avelino Corma por sus avances en catálisis, esenciales para fabricar desde medicamentos hasta combustibles. Hartwig, quien habló en nombre de los tres premiados, aclaró que los catalizadores actúan como «casamenteros» entre moléculas, posibilitando reacciones químicas que sin ellos no ocurrirían.
El investigador, actualmente trabajando en la Universidad de California, Berkeley, aprovechó el momento para expresar su preocupación «por el futuro a corto plazo»: «Como nos sucede a todos los que formamos parte de una universidad en Estados Unidos, nuestra investigación y nuestros estudiantes y posdoctorados dependen del apoyo financiero de los fondos federales. En mi grupo son unas 25 personas, y no sé si podré seguir manteniendo a los 25 o solo a 10, o a ninguno. Y esta incertidumbre no se debe a ninguna duda sobre la calidad de nuestra investigación científica, sino a las medidas adoptadas por un gobierno federal y a las decisiones que los tribunales tomen en el futuro».
En la categoría de biomedicina, fueron reconocidos la estadounidense-macedonia Svetlana Mojsov, el canadiense Daniel Drucker, el estadounidense Joel Habener y el danés Jens Juul Holst, padres del famoso fármaco Ozempic, que si bien fue creado contra la diabetes, se ha mostrado como un remedio eficaz también contra la obesidad. Su trabajo sobre la hormona GLP-1, producida en el intestino, ha transformado el tratamiento de estas patologías. Drucker recalcó que este hallazgo «es el más importante en el campo de las enfermedades metabólicas desde la insulina». Mojsov destacó, además, que los beneficios del GLP-1 se extienden a enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas e incluso a trastornos por consumo de sustancias.
Los premios también ponen el foco en las tecnologías emergentes. Los estadounidenses Michael I. Jordan y Anil Jain fueron reconocidos en la categoría de Tecnologías de la Información y la Comunicación por su trabajo en aprendizaje automático y biometría. Jain ha revolucionado el reconocimiento facial y de huellas digitales, llevando un paso más allá la forma en la que los ordenadores 'ven' e interpretan las imágenes.
Por su parte, Jordan ha sido clave en el desarrollo de modelos que sustentan sistemas como ChatGPT. «La IA no es magia –recordó Jordan–, es ciencia e ingeniería basada en datos y decisiones humanas».
El tono reivindicativo volvió de la mano de la premiada en la categoría de Cambio Climático, uno de los sectores más damnificados de la nueva era Trump. La estadounidense Camille Parmesan (quien emigró hace una década de su Texas natal a Reino Unido y de allí, 'expulsada' por el Brexit, al Pirineo francés, donde reside en la actualidad), fue reconocida por documentar cómo el calentamiento global altera la distribución geográfica de miles de especies animales y vegetales, empezando por la pequeña mariposa Edith, a la que ha dedicado su vida, hasta los mamíferos.
«Crecí en Texas y pertenezco a la generación de Star Trek. Era la época de los primeros alunizajes, los descubrimientos científicos saltaban a los titulares de prensa constantemente. Para los jóvenes, la marcha del mundo parecía favorable, prometiendo vidas mejores para todos y un futuro lleno de esperanza, paz y descubrimientos –reivindicó Parmesan–. Este premio es especialmente pertinente ahora, a la luz de la creciente desinformación no solo sobre el cambio climático, sino sobre la ciencia en general (...) Los ataques a la ciencia, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, llegan en un momento de emergencia climática en el que la cooperación internacional es imprescindible. La ciencia del clima no debería politizarse».
El galardón en Ciencias Sociales fue compartido por cinco referentes en el estudio de las actitudes: la argentina Dolores Albarracín, el polaco Icek Ajzen, la india Mahzarin Banaji y los estadounidenses Anthony Greenwald y Richard Petty. Albarracín enfatizó que entender cómo se forman y cambian las actitudes es esencial para predecir conductas. «Este premio recuerda que debemos persistir incluso cuando la ciencia social es atacada», concluyó Albarracín.
En Economía, Finanzas y Gestión, el francés Olivier Blanchard, el español Jordi Galí y el estadounidense Michael Woodford fueron premiados por desarrollar la Nueva Economía Keynesiana. Este enfoque incorpora rigideces de precios, expectativas racionales y poder de mercado para explicar por qué la oferta y la demanda no se ajustan automáticamente.
En la categoría de Humanidades, el premio fue para el filósofo británico Philip Kitcher, defensor de un enfoque integrador entre ciencia y filosofía. Su trayectoria ha estado marcada por la reflexión sobre el progreso ético y el papel de las humanidades en los grandes debates contemporáneos. Kitcher, quien advirtió sobre el peligro de que el Proyecto del Genoma Humano quedara relegado solo a una disputa de poder por controlar la biomedicina, advirtió sobre la erosión del compromiso ético en la política y llamó a restaurar el ideal de una sociedad orientada al bien común, donde la ciencia tenga un papel central y transversal.
Finalmente, el premio de Música y Ópera reconoció al compositor japonés Toshio Hosokawa por una obra que fusiona la estética occidental con la tradición nipona. Su música, inspirada en la naturaleza y la espiritualidad, ha sido descrita por él mismo como una forma de «transcribir los sonidos del inconsciente colectivo».
Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, establecidos en 2008, reconocen aportaciones sobresalientes que reflejan el mapa del saber del siglo XXI. Con el respaldo del CSIC, otorgan 400.000 euros en cada categoría y son considerados uno de los premios antesala de los Nobel. No en vano, 31 de los científicos reconocidos con los premios otorgados por la Fundación BBVA posteriormente recibieron el galardón de la academia sueca.
En palabras de Carlos Torres Vila, el acto fue una invitación a «apostar por una sociedad basada en la evidencia y la creatividad, capaz de afrontar los retos globales con soluciones sostenibles y compartidas». La ceremonia no solo celebró a sus protagonistas, sino que ofreció un mensaje claro: el conocimiento sigue siendo la mejor brújula para navegar los desafíos del presente y del porvenir.
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