Las madres de la patria norteamericana

Un fantasma recorre la historia de Estados Unidos. Apenas setenta años después de la llegada del Mayflower a unos kilómetros de Salem, Massachusetts, allí se desató arrasador el fenómeno social y cultural que llenó por siempre de diablos, espectros y conspiraciones la mente norteamericana. La nueva inquisición desatada por puritanos devotos, fanáticos de la biblia del Jesús personal y el capitalismo salvaje, dejó una huella tan profunda que en púlpitos y sets de TV se puede aún escuchar: “Deben apoyarme, votarme, a cualquier precio, para expandir la palabra de Dios”. Estas frases que podrían haber salido de la boca de los jurados de Salem en 1692, mientras sentenciaron a la horca a diecinueve inocentes por brujería y detuvieron a más de 600, a la par que confiscaban para ellos las propiedades de los acusados, eran pronunciadas por Donald Trump en 2016. Las brujas. Sospecha, traición e histeria en Salem, 1692, de Stacy Schiff, relata en vibrato de thriller político un conjuro histórico y alegórico que contiene “una plegaria, un hechizo, un libro” sobre la certeza de que el mal extremo camina entre nosotros.
“Hay muchas cosas que no podemos saber: por ejemplo: ¿cómo se las arreglaron para convivir durante meses en una diminuta celda dos personas que se habían acusado mutuamente de brujería? ¿Y si eran madre e hija? ¿Cómo se distinguía un fantasma de una aparición? ¿Qué terror era peor, que la siguiente llamada a la puerta fuera delante de la tuya, que el próximo lugar en el que la brujería se deslizara fuera tu casa, o que después de todo el hombre al que habías sentenciado a la horca no fuera hechicero? Volvemos a sus palabras una y otra vez para extraer respuestas de la seca prosa puritana y de labios puritanos fruncidos, para descubrir el significado” anticipa la autora, ganadora del Pulitzer por Véra. Señora de Nabokov, pero más conocida por sus trabajos referidos a los padres fundadores y la sociedad colonial estadounidense, el último “The Revolutionary: Samuel Adams”, de 2022.
En esta no ficción de 2015, Schiff narra con vuelo cinematográfico y guiños pop las tremebundas escenas que se vivieron en el centro de reuniones de Salem, durante los procesos de ese terrible invierno, pero también viaja a las lúgubres prisiones de Boston y los alrededores “infestados” de amenazantes nativos americanos, franceses y españoles.
“Te diré lo que es caminar Salem: la venganza es caminar Salem. Somos lo que siempre fuimos en Salem, pero ahora los pequeños niños locos timan las llaves del reino, ¡y la venganza común escribe la ley!” es una de las líneas de The Crucible –El Crisol–, más reconocido teatralmente como Las brujas de Salem, del dramaturgo Arthur Miller. De las tantas citas del suceso que empezó con esclavos golpeados y niñas histéricas acusando a sus dueños y mayores, más La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne –pariente de uno de los inquisidores, que se agregaría la letra “w” en el apellido, a fin de distanciarse del polémico familiar– o Salem’s Lot, la novela favorita de Stephen King que sintoniza la paranoia de la Guerra Fría; se van nutriendo los capítulos para configurar un mito primordial del país del Norte, tan persistente como la próxima frontera a conquistar y el peregrino del Día de Acción de Gracias. Que fue un intento de la herida generación de la Guerra Civil de instalar un relato distinto al fanatismo religioso transformado en razón de Estado que venía de aquellos cuáqueros enceguecidos y supersticiosos, acotaría Harold Bloom.
La crítica a la religión es una de las aristas que se desprenden de la rigurosa investigación de Schiff, una de las voces autorizadas en bucear el mundo anterior a las guerras de la independencia yanquis. A diferencia de los virreinatos latinoamericanos, en los cuales los rígidos consejos de Indias establecían pocos márgenes de maniobra legal a los vasallos, la corona inglesa tardaría en ordenar sus dominios. O directamente dejaría un tácito “vale todo” a sus colonos, autoadministrarse en la agresiva expansión territorial y dictar sus propias reglas de gobierno, hasta que fue demasiado tarde en 1776.
Esa es la zona liberada y anómica que se describe en capítulos que tensionan puntos de vista y ritmo narrativo, deteniéndose en el cierre analítico en los magistrados y autoridades que intentaron conciliar con “las tempestuosas reprimendas del cielo”, sin olvidar mejor posicionarse ante la creciente rebeldía frente a los británicos. Todo ello embebido del revivalismo entusiasta, una corriente religiosa particularmente fuerte hacia el siglo XVII en Nueva Inglaterra, que exaltaba el crecimiento económico dentro de las exigencias cada vez más privadas de estos cristianos desconfiados de las normas y moralidad comunitarias. Así sus extrañas frutas colgadas, las damas de Salem, parieron una sociedad que emulsiona plutocracia y teocracia.
Sagazmente, Schiff advierte que estos pudientes e instruidos americanos otorgaron la indeleble “contribución al ADN nacional –que– fue menos un amor a la democracia que un odio a la autoridad”. Dios, diablo, Estado, mercado, qué más da para el fanático libertario del siglo XVII o XXI.
“La cuestión política, por lo tanto, de si las brujas y los comunistas podían ser equiparados ya no estaba en el punto. Lo que era manifiestamente paralelo era la culpa, con dos siglos de diferencia, de tener sentimientos ilícitos y reprimidos de alienación y hostilidad hacia la sociedad estándar y diurna según lo definido por sus defensores más ortodoxos”, auscultaba el progresista Henry Miller reflexionando sobre su pieza teatral de 1953. Aquel año significó prácticamente la defunción del sindicalismo estadounidense y el sepultamiento de todos los derechos y garantías constitucionales. Y el ejemplo contemporáneo de las purgas de opositores en las democracias occidentales en las debacles de los ochenta y la pospandemia. Resuena el fáustico chiste, nacido del infierno del crack del 29: “Claro que tendremos fascismo en Estados Unidos, y lo llamaremos democracia”.
“Había tantas razones para acusar a alguien de brujería en 1692 como las había para denunciarlo bajo la ocupación nazi en Francia: envidia, inseguridad, enemistad política, amor no correspondido, amor que se ha esfumado. Se vieron afectados los hogares indisciplinados, al igual que hombres que golpeaban a sus esposas. Algunos terminaron en los tribunales simplemente por su negativa a participar en las querellas” redondea Stacy Schiff. Afuera, la calle pide sangre. Y en Argentina, sabemos, por algo será.
Las brujas. Sospecha, traición e histeria en Salem
Autora: Stacy Schiff
Género: ensayo
Otras obras de la autora: Véra. Señora de Nabokov
Editorial: Fondo de Cultura Económica, $ 39.000
Traducción: Dennis Peña Torres
perfil.AR