La prohibición del sinsentido

"Eso ya lo sé", dijo el portugués. "¿Dónde cazabas?", preguntó el brasileño. Pasó por alto un detalle, por lo que no entendió la frase. El detalle depende: en esta breve interacción, alguien podría no haber notado ciertos ruidos. Para comprender un ruido, hay que distinguir los ruidos con significado de los que no lo tienen. Y para distinguir entre estos ruidos, hay que distinguir sus causas y tener, entre otras cosas, una teoría sobre quién podría hacer ciertos ruidos a propósito y otra sobre qué ruidos suele hacer alguien.
"Muelle de aperitivos", dijo el portugués. "¿De dónde me caigo?", preguntó otro, añadiendo que sería físicamente arduo caerse de un bar. En este caso, la duda se centra en la palabra "muelle". ¿Es una forma del verbo "caer" y, por consiguiente, una advertencia? ¿O, por el contrario, un sustantivo que designa un punto de embarque y, por consiguiente, un intento de referencia? Las solicitudes de aclaración varían según la hipótesis elegida. La observación "No es posible caerse de un bar" es una reacción razonable a una interpretación de la frase "muelle de aperitivos"; pero, según la otra interpretación, es una observación inapropiada.
"Las actas no desactúan", le escribió el condómino al otro. ¿Será la frase una extravagancia alentada por el sufrimiento compartido de dos condóminos de mediana edad? ¿O, por el contrario, para expresar impaciencia, se emplearía, entre otras innovaciones, una forma reciente de escribir 'acta', cultivada por niños cada vez más indefensos y el legislador? De ser así, podemos resolver el asunto con un enérgico: "Ya no eres un niño ni un legislador para escribir 'acta' así cuando estás impaciente". Pero esto podría ser una invención verbal del tercero que queda, o un lapsus. El tiempo lo dirá.
Estos tres cuentos cortos transmiten la misma buena y la misma mala noticia; lo que anuncia una segunda buena noticia; y todo termina felizmente. La primera buena noticia es que cuando no entendemos una frase, casi siempre encontramos maneras de entenderla. Podemos intentar preguntar a quien la escribió, hizo el ruido o nos advirtió; pero también podemos usar pruebas ingeniosas y diversas para establecer una versión útil de lo que significa la frase o expresión; es decir, para entender qué pretendía quien la usó, o si acaso pretendía.
La mala noticia es que ninguna norma, gramatical o legal, garantiza la claridad de ningún comportamiento humano, incluido el ruido: ninguna legislación eliminará jamás el sinsentido. Por lo tanto, resulta ineficaz legislar sobre la homofonía, la polisemia o la ortografía: la única distinción que importa es entre comprender y no comprender, y, por lo tanto, entre decir sinsentidos y no decirlos. En consecuencia, la segunda buena noticia es que, así como prohibir el uso de una ortografía específica no hace que nada sea más comprensible, carece de sentido implementar medidas legislativas para impedir que la gente diga sinsentidos.
observador