La OTAN y la defensa nacional

La reciente reunión de la OTAN, que reunió a 32 países en La Haya y en la que todos (a excepción de España) se comprometieron a gastar el 5% de su PIB en Defensa en los próximos 10 años, provocó algunas reflexiones que he resumido en este artículo.
En el contexto europeo, esta aspiración a la OTAN refleja la creciente preocupación de los países de la UE por la prolongación de la guerra en Ucrania y la "tentación imperial" de Putin. La transformación de Europa del poder blando al poder duro en el ámbito militar refleja un marco de anticipación a una posible escalada del conflicto, a la vez que cumple con el deseo expresado por Trump de corregir el desequilibrio presupuestario, que hasta ahora siempre ha sido desfavorable para EE. UU. y favorable para Europa, en términos de inversión y gasto.
Frente a los múltiples focos de conflicto, ya sean existentes o susceptibles de estallar –en Ucrania, Oriente Medio, Corea del Norte y Taiwán–, ahora queremos una Europa fuerte y preparada para los escenarios calamitosos que amenazan a un mundo en el que, hasta ahora, y en verdad, los europeos casi siempre nos hemos quedado de brazos cruzados, esperando que Estados Unidos nos defienda.
En último término, nuestro comportamiento hasta el momento justifica plenamente que el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, haya llamado a Donald Trump "papá", ciertamente con la idea de que "papá" está asociado con los Estados Unidos de América y no literalmente con la figura del presidente.
Todos conocemos (a pesar de los 80 años transcurridos) lo ocurrido en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, que solo terminó con la intervención decisiva de Estados Unidos, la principal fuerza aliada, a la que los países europeos pidieron ayuda. Winston Churchill abogó sin éxito por su intervención, consciente de que la guerra solo podría terminar con la participación de los recursos materiales y humanos de que disponía Estados Unidos. Sin embargo, fue necesario el ataque japonés a Pearl Harbor para que esta participación se hiciera realidad y se superara la corriente aislacionista que mantenía a los estadounidenses neutrales.
Es innegable que, tras el armisticio, Europa no priorizó la defensa. Y en un tenso entorno de paz, marcado por la Guerra Fría y la inminente amenaza nuclear, priorizó otras prioridades: la creación y consolidación del proyecto europeo que dio origen a la UE y, a nivel nacional en países clave, la implementación de políticas públicas y sociales en los ámbitos de la salud, la educación y la cultura.
Esta apatía y apatía militar dio paso al fortalecimiento de otras potencias, entre las que destaca claramente Rusia, con el creciente refuerzo de su importancia militar y el regreso de las ideas expansionistas e imperialistas.
En este contexto de apatía europea generalizada, Portugal no ha sido una excepción y hemos considerado la Defensa como si se tratase de un problema exclusivo de dos o tres países de la UE.
Ahora, como se anunció, el Primer Ministro portugués se ha comprometido a invertir el 2% del PIB en Defensa este año y el 3,5% para 2035 en La Haya. Si bien se trata de una meta difícil de alcanzar, especialmente debido a dificultades presupuestarias y contables, sigue siendo un objetivo ambicioso y debería ser una prioridad, destinando recursos financieros a la modernización del país en términos militares, logísticos, de infraestructura y humanos. Este objetivo puede garantizar no solo nuestra defensa contra amenazas externas, sino también nuestra seguridad interna, involucrando y considerando a todas las fuerzas de seguridad.
En materia de Defensa, la prioridad debe ser primero ordenar el país, equipar y repensar las tres ramas de las Fuerzas Armadas y, sin duda, honrar nuestras responsabilidades y compromisos en el contexto de la OTAN.
En este sentido, no podemos olvidar que Portugal dispone de una infraestructura, la Base de Lages, que en sí misma constituye un activo geoestratégico crucial y un activo militar para Estados Unidos y la OTAN, y por tanto de un valor inconmensurable, que debe ser tenido en cuenta en la ecuación de apoyo y en el cálculo de nuestros costes de Defensa.
Además, la ubicación estratégica de Portugal continental y su inmensa costa atlántica exigen una capacidad de defensa y patrullaje de enorme importancia y responsabilidad.
Por lo tanto, el Gobierno, respecto a la cantidad prevista en los Presupuestos Generales del Estado para Defensa de 2025 (aproximadamente 4.000 millones de euros), debe ajustarla a 6.000 millones de euros, lo que representa aproximadamente el 2% del PIB. Todo ello, por supuesto, sin ir en detrimento de otras partidas del Presupuesto General del Estado, como Sanidad (10% del PIB) y Educación (5% del PIB).
En materia de defensa, el gobierno y todas las fuerzas políticas deben demostrar un sentido de Estado que anteponga el interés nacional a las ideologías partidistas. Esta es, sin duda, la mejor y más importante contribución que podemos hacer a la seguridad del país, de Europa y del mundo.
Por último, un llamado a la solidaridad con aquellos que sufren: es obligación de todos estar siempre dispuestos a realizar el bien, a fortalecer la fraternidad, a defender a las personas, a ayudar y a mostrar una solidaridad constante con los más necesitados y los más débiles.
¡Sin solidaridad no hay futuro!
observador