Los leñadores talan los bosques nativos en Tasmania

En el borde de un denso bosque en la isla australiana de Tasmania, un enorme tocón se eleva dos metros sobre el suelo. “Es el tocón de un eucalipto de 500 años” que fue talado, lamenta Jenny Weber, de la fundación ambientalista Bob Brown.
En este estado insular al sur de Australia, la industria maderera puede explotar especies endémicas, a menudo transformándolas en astillas para la exportación.
“Lo peor es que después de talarlo, como este árbol era demasiado grande para ser talado y cargado en un camión, el tronco quedó allí y fue talado para nada. Es realmente impactante”, lamenta Weber, director de la campaña forestal de la fundación.
Tasmania es un pequeño oasis en este continente dominado por el desierto. La mitad de la isla, unos 3,4 millones de hectáreas, está cubierta de bosques.
Pero también es el estado donde proporcionalmente más árboles endémicos se utilizan para la producción de madera: un 18,5% del total extraído entre 2022 y 2023, según datos del gobierno australiano, frente a menos del 10% en el país.
La tala de especies endémicas está prohibida en Australia del Sur desde finales del siglo XIX. El año pasado, esta prohibición se extendió a los estados de Victoria y Australia Occidental.
La práctica está generando cada vez más protestas en Tasmania. A finales de marzo, más de 4.000 personas se manifestaron en las calles de la capital, Hobart.
En 2024, más del 70% de los árboles endémicos talados se transformaron en astillas de madera, la gran mayoría de las cuales se exportaron a China y Japón para ser transformadas en papel, cartón o papel higiénico.
– Riesgo de extinción –
La actividad pone en riesgo especies animales locales amenazadas de extinción, como el diablo de Tasmania, el búho australiano o el periquito migratorio. Esta última está considerada “en peligro crítico” desde 2015 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Estas aves necesitan cavidades formadas en árboles viejos para reproducirse. Si no hay cavidades, no hay nido, no hay polluelos y, al final, la especie desaparece”, afirma el ecólogo francés Charley Gros, asesor científico de la Fundación Bob Brown.
El organismo público Sustainable Timber Tasmania es responsable de gestionar las 812.000 hectáreas de bosque disponibles para la producción de madera en la isla.
El objetivo es extraer madera “equilibrando la conservación y la gestión responsable de la tierra”, explicó a la AFP uno de sus empleados.
Suzette Weeding, jefa del departamento de conservación de la institución, dirige un programa de protección de periquitos migratorios. Aboga por una “gestión forestal adaptativa” para “minimizar las posibles perturbaciones a las especies y su hábitat”.
El año pasado se plantaron 149 millones de semillas en alrededor de 5.000 hectáreas para “regenerar bosques endémicos”, añade.
Pero Jenny Weber no está de acuerdo y cita una operación reciente en una zona que quedó completamente arrasada.
Antes de replantar, es necesario desbrozar la zona. Los silvicultores la rocían desde helicóptero con un líquido que produce vapores altamente tóxicos, explica. Y después de plantar las semillas, se “contratan cazadores” para disparar a los ualabíes y a las zarigüeyas, que a menudo devoran las plántulas jóvenes.
Además, “sólo se replantan eucaliptos” en lugar de reproducir el ecosistema original con mayor variedad de especies, en el que viven y se alimentan muchos animales.
Según el gobierno australiano, la tala de árboles endémicos de Tasmania generó 80 millones de dólares (4.452 millones de rands) en 2022-2023 y empleó a menos de 1.000 personas, menos del 1% de la población activa de la isla.
IstoÉ