Educación financiera: El terreno fértil para un futuro próspero.

La riqueza generada en un país no es solo el resultado de decisiones grandiosas y emblemáticas, sino sobre todo el resultado de miles, o incluso millones, de pequeñas decisiones que tomamos cada uno de nosotros a diario, sin darnos cuenta del impacto que esas mismas decisiones, cuando se agregan, pueden tener, por ejemplo, a escala nacional.
La idea antes mencionada pertenece al profesor Ernâni Lopes, quien intentaba explicar qué es el Producto Interno Bruto —es decir, la riqueza producida anualmente en un país— y reflexionó, al final de su explicación, sobre la importancia de que estas decisiones individuales, por pequeñas que sean, se tomen de manera apropiada, tanto ética como en términos de racionalidad económica y financiera.
Esta lección también está inextricablemente ligada a la conocida expresión "todo es economía", en la medida en que la lógica económica está presente en todas las elecciones o decisiones que tomamos, incluso las más mundanas.
Cuando se trata de decisiones menos mundanas, ya sean individuales o colectivas, podemos centrarnos en la decisión de crear una empresa.
Hasta la fecha, las empresas han sido el mayor instrumento de creación de riqueza que la humanidad ha inventado. Son las empresas las que tienen la capacidad de movilizar recursos y utilizarlos adecuadamente para innovar, crear productos y servicios que satisfagan las diversas necesidades de la población.
Las empresas son concebidas, imaginadas y creadas por personas, y cuanto mayor sea su conocimiento financiero, mayor será la probabilidad de que se conviertan en mejores líderes empresariales, tomen las mejores decisiones de gestión y construyan empresas con un alto potencial para generar riqueza y bienestar para sus empleados, inversores y la sociedad. Pero los directivos no nacen siendo directivos. Los inversores no nacen siendo inversores. Ambos necesitan acumular conocimientos, y por lo tanto es fundamental capacitar a los ciudadanos de un país, a todos sus ciudadanos, para que tomen buenas decisiones, porque estas decisiones influirán no solo en su bienestar personal, sino también en el bienestar colectivo.
El 31 de octubre es el Día Mundial del Ahorro. Este año, el evento adquiere una importancia especial, ya que la educación financiera se incluye por primera vez en los planes de estudio escolares a través de la asignatura de Ciudadanía y Desarrollo.
La educación financiera puede servir como terreno fértil para tomar decisiones acertadas en materia de consumo, ahorro, inversión, innovación y muchas otras áreas que son la semilla de la creación de riqueza y el bienestar.
Es este terreno fértil el que refuerza las bases para la creación de futuros líderes empresariales, en número suficiente y con las competencias necesarias para fortalecer la base empresarial portuguesa y su competitividad, diversificando, escalando e incorporando actividades que generen un valor añadido cada vez mayor. Es también este terreno fértil el que fomenta el surgimiento de inversores capaces de identificar buenas oportunidades, reconocer riesgos y evitar escollos. Finalmente, y no menos importante, es también este terreno el que permite la formación de ciudadanos y consumidores más informados, capaces de tomar las decisiones más racionales y adecuadas, no solo para maximizar su riqueza y bienestar individual, sino también de una manera compatible con el bienestar colectivo.
Hay un elemento que merece destacarse, pues constituye una realidad ineludible: las decisiones individuales sobre consumo, ahorro e inversión no pueden imponerse por decreto. «A nadie le gusta que le den órdenes». Esta realidad no conoce fronteras y quedó patente hace aproximadamente dos años con el testimonio de Chanitr Charnchainarong, exvicepresidente ejecutivo de la Bolsa de Valores de Tailandia.
Ante esta realidad, las políticas públicas deberían crear las condiciones necesarias para que, cuando un ciudadano o emprendedor deba tomar una decisión financiera, posea el conocimiento adecuado para identificar la mejor opción. La alfabetización en general, y la educación financiera en particular, es fundamental en este proceso. Iniciarla desde la infancia, en la escuela, y continuarla durante la universidad, mediante la profundización en conceptos y el aprendizaje, sin duda genera beneficios. Invertir en educación y educación financiera equivale, por lo tanto, a sembrar las semillas de un futuro próspero.
observador
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