Invertir en la transformación para descarbonizar

A medida que entramos en la siguiente fase de descarbonización global, los inversores institucionales están replanteando sus estrategias. En lugar de evitar sectores con altas emisiones como el cemento, el acero, los servicios públicos y la gestión de residuos, muchos invierten ahora en su transformación, impulsando los objetivos climáticos y generando valor a largo plazo.
Estas industrias contribuyen significativamente a las emisiones globales, pero siguen siendo esenciales para las economías modernas. Desinvertir en ellas puede parecer una estrategia simple para descarbonizar las carteras con mayor rapidez, pero no refleja la realidad económica y corre el riesgo de socavar el progreso necesario para reducir las emisiones en la economía real. Cada vez más, los inversores adoptan un enfoque diferente: apoyar a las llamadas empresas que mejoran, con planes creíbles y la capacidad de lograr una descarbonización generadora de valor.
Dicho esto, la pregunta es: ¿por qué invertir en sectores con altas emisiones?
La industria pesada y los servicios públicos se encuentran entre los mayores contribuyentes a las emisiones globales. El cemento por sí solo es responsable de aproximadamente el 7% de las emisiones globales de CO₂. El acero, esencial para numerosos usos, desde infraestructuras hasta energías renovables, es otro sector con altas emisiones. Los servicios públicos , a su vez, desempeñan un papel clave en la aceleración de la transición energética, por ejemplo, sustituyendo los combustibles fósiles por energías renovables y modernizando las redes eléctricas.
Desinvertir en estos sectores significaría perder la oportunidad de influir en las estrategias de transición y renunciar a rentabilidades atractivas. Por el contrario, la propiedad activa permite a los inversores interactuar con las empresas en un momento en que las políticas y la dinámica del mercado incentivan la descarbonización. Por ejemplo, la gran mayoría de las emisiones de cemento provienen de la producción de clínker, y más de la mitad se deben a procesos químicos que no pueden resolverse únicamente mediante la sustitución de energía, lo que pone de relieve la necesidad de un cambio sistémico.
Desde otra perspectiva, la forma en que una empresa aborda la descarbonización puede afectar significativamente su valoración. Empresas de sectores como el cemento se enfrentan a una caída significativa de su valor si no toman medidas para evitar el aumento de los costes del carbono. El sector de la gestión de residuos es otro ejemplo: invertir en proyectos que transforman vertederos en gas renovable reduce las emisiones y genera rentabilidad adicional. En EE. UU., las empresas de servicios públicos también están en transición de los combustibles fósiles a las energías renovables, lo que impulsa el crecimiento de sus beneficios a largo plazo.
Las estrategias basadas en la participación están comenzando a generar un impacto medible, tanto en términos de reducción real de emisiones en la economía como en la generación de alfa, a medida que el mercado recompensa estas vías creíbles de descarbonización. Evitar los sectores de altas emisiones ya no se considera una estrategia viable a largo plazo. En cambio, observamos que los inversores adoptan un enfoque más reflexivo y a largo plazo, reconociendo que integrar la sostenibilidad significa posicionarse para un crecimiento duradero y mayores ventajas competitivas.
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