En el Día Mundial contra el Cáncer de Pulmón, es importante recordar: la innovación solo cuenta si llega a tiempo.

Artículo de opinión de David Araújo, neumólogo y profesor visitante de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oporto
Hoy, 1 de agosto, se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Pulmón, en un momento en que la oncología pulmonar está experimentando una auténtica revolución. La investigación ha generado avances significativos en la medicina personalizada, con terapias dirigidas e inmunoterapias que permiten mejoras reales en eficacia y tolerabilidad.
Sin embargo, esta innovación pierde su impacto cuando no llega a tiempo a quienes la necesitan. En Portugal, puede transcurrir, de media, de uno a dos años entre la aprobación europea de un nuevo fármaco y su disponibilidad efectiva para los pacientes. En el caso del cáncer de pulmón —una enfermedad que a menudo se diagnostica en estadios avanzados y progresa rápidamente—, este tiempo de espera puede marcar la diferencia.
El proceso no es fácil y muchos factores intervienen, pero el resultado suele ser frustrante. El proceso de evaluación y financiación es largo, los recursos de las agencias reguladoras son limitados y los altos costos de los nuevos tratamientos exigen evaluaciones complejas. A todo esto se suman las asimetrías internas, con decisiones locales que generan disparidades en el acceso entre instituciones, incluso dentro del propio NHS. Esta desigualdad territorial es uno de los aspectos más visibles del acceso injusto a la innovación.
Naturalmente, la frustración también afecta a los profesionales sanitarios, quienes lidian con la ansiedad de los pacientes y, a menudo, con su propia impotencia ante la brecha entre lo que la ciencia ya permite y lo que realmente está disponible. También tenemos pacientes cada vez más informados. Muchos utilizan plataformas digitales, contactan con asociaciones internacionales y acuden a sus citas conscientes de que podrían beneficiarse de medicamentos que ya se utilizan en otros países. Con esta conciencia, la falta de acceso conlleva no solo riesgos clínicos evidentes, sino también un profundo impacto emocional.
La situación es aún peor para los pacientes con mutaciones raras, quienes se beneficiarían especialmente de los avances terapéuticos más recientes. El menor número de pacientes con esta afección limita la visibilidad pública e institucional, lo que dificulta aún más la creación de una masa crítica que exija cambios y soluciones que satisfagan sus necesidades.
En este escenario, la sociedad civil y las asociaciones de pacientes desempeñan un papel fundamental: informan, empoderan y hacen oír la voz de quienes viven con esta enfermedad. Las campañas de concienciación, la presión política ante los responsables de la toma de decisiones y la participación ciudadana son herramientas valiosas para promover un cambio urgente y necesario. Iniciativas como el podcast Novo Fôlego de Pulmonale contribuyen a este movimiento democratizando el acceso a la información y ofreciendo una plataforma para expertos y testimonios que arrojan luz sobre una realidad que aún se debate poco.
Más allá de la información, existen posibles soluciones. Los Programas de Acceso Temprano son un ejemplo relevante, pero aún son demasiado restrictivos. Es crucial considerar modelos de negociación conjunta, quizás a nivel europeo, que puedan reducir costes y acelerar la disponibilidad de tratamientos. También es urgente fortalecer los recursos humanos y técnicos de las entidades de evaluación para agilizar el proceso sin comprometer la precisión.
A pesar de todo, hay motivos para la esperanza. La trayectoria de la innovación es clara y prometedora. De hecho, muchas instituciones están abiertas al diálogo. Lo que falta es hacer que la innovación sea realmente accesible. Porque cuando se trata del cáncer de pulmón, el tiempo apremia.
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