El primer problema del país

Esta es la ocasión de repetir la frase más plagiada: la situación no es grave, pero es alarmante. No es grave, porque el sistema no está en quiebra, la banca tampoco y Puigdemont cayó en la seducción mágica de Pedro y está convencido de que ha sido Feijoo –¿quién si no?– el culpable de que los idiomas catalán, gallego y euskera no sean ya oficiales en las instituciones europeas. Con lo cual, podemos seguir sin esa minucia de los presupuestos y sin leyes nuevas y Pedro puede hacer como que gobierna. La situación no es grave y, por tanto, no justifica que Feijóo ponga tanta fe en exigir la retirada de Pedro por combustión en la pira funeraria del poder. Puigdemont sigue siendo su ángel de la guarda.
La situación, sin embargo, es alarmante por todo lo que se publicó en una semana en que el Gobierno legítimo de la nación fue acusado de mafioso; la prensa, especialmente la conservadora, estuvo dominada en sus contenidos por la palabra corrupción ; un dirigente del partido gobernante se aforó a sí mismo de forma escandalosa y recibe el respaldo de Moncloa; el poder político parece incapaz de frenar todas las insidias que se montan en torno a los ministros, y estos se agotan en el recurso a las perversiones y peligros de la extrema derecha y en el lacrimógeno mensaje de que “van a por nosotros”. Decir que no asistíamos a un espectáculo parecido desde los Episodios nacionales de Galdós no parece una exageración.
El mayor éxito de Sánchez es que la sociedad viaja y llena hoteles pero parece políticamente anestesiadaAsí las cosas, escribamos sin ninguna de las actitudes más frecuentes en la España de hoy: sin rencor, sin falsa benevolencia ni ánimo de confrontación. Hablo, primero, del caso Leire Díez, ya conocido como caso fontanera. Hay un hecho indiscutible: las grabaciones publicadas por El Confidencial existen. No estamos ante una ficción. Es decir, que hubo una iniciativa para destruir a la persona, la institución policial y al fiscal que casualmente investigan supuestos delitos de personas próximas al señor presidente. Y caben tres posibilidades: que la señora Díez haya actuado por su cuenta para hacer un servicio pasional al partido; que haya percibido un ambiente de revancha en las filas del PSOE y quiso ponerse al frente de la revuelta, o que algún superior, de la Moncloa o de Ferraz, le haya encargado organizar esa venganza.
Igual que en el apagón o los percances ferroviarios, “todas las hipótesis están abiertas”. Y no son suficientes las explicaciones que hasta ahora se dieron, suponiendo que se puedan llamar explicaciones. La progresfera ha de saber que en este episodio se juega mucho más que en cualquier otro de los escándalos conocidos y ha de saber también que esto no se arregla con la táctica tan manida como previsible de denunciar conspiraciones. Si el debate político en asuntos tan serios se limita a pasear fantasmas fabricados en gabinetes de imagen, es que el PSOE ha perdido olfato y sensibilidad.
La militante socialista Leire Díez
Miguel Ángel Risco / EFEQuien debe estar agradecido a Leire Díez es Miguel Ángel Gallardo, el hombre que también por patriotismo dejó el poderío de la Diputación de Badajoz para ocupar un modesto escaño en la Asamblea de Extremadura. No es exactamente corrupción en su sentido económico; pero sí lo es en su sentido de abuso del poder. Como recordó Félix Bolaños, el chusco episodio de Gallardo no es delito y el aforamiento no es impunidad. Pero es indecente e incrementa esa indecencia el hecho de que todo parezca –y quizá sea– un apaño para beneficiar al presidente del Gobierno por la plaza de su hermano.
Las portavoces gubernamentales –todas las ministras que concurrirán a las elecciones autonómicas– obedecen al mandato ya citado, que debe de ser bíblico por la obediencia en cumplirlo: solo lo bueno es obra del Gabinete; tolo lo malo es responsabilidad de Feijóo; Sánchez no lleva los años que lleva en la Moncloa, sino que es un recién llegado que sufre la difícil situación heredada de Feijóo en España.
¿Y la sociedad? El mayor éxito del PSOE sanchista es que la sociedad viaja, hace puentes, llena hoteles y conciertos, pero políticamente parece anestesiada. De entrada, no tiene representantes para garantizar una moción de censura. El 8 de junio demostrará si tiene tantas ganas de tumbar a Sánchez como supone Feijóo. Multitud de gobiernos cayeron por una revolución, pero pocos por una manifestación.
De todas formas, no se fíe, señor Sánchez: la encuesta de Ipsos para La Vanguardia detectó estado de cabreo: para el 41% de los consultados, la política es el principal problema de este país. Muy por encima de la vivienda, que ya es decir.
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