¿Cómo influye el poder de veto en la ONU en los conflictos internacionales?

El poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU ha sido, desde la fundación de las Naciones Unidas en 1945, una de las herramientas más poderosas —y polémicas— en el escenario internacional. Concebido como un mecanismo para evitar decisiones unilaterales que afecten a las grandes potencias, el veto ha definido durante décadas cómo se resuelven (o no se resuelven) los principales conflictos internacionales. Pero ¿sigue siendo una herramienta de equilibrio o se ha convertido en un freno para la acción multilateral?
El Consejo de Seguridad de la ONU está formado por 15 miembros: cinco permanentes con derecho a veto —Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia—, y diez miembros rotativos sin ese privilegio. Para que una resolución del Consejo sea aprobada, necesita al menos nueve votos afirmativos, pero ninguno de los cinco permanentes debe ejercer su veto.
Esto significa que una sola potencia puede bloquear cualquier resolución, incluso si el resto del mundo está a favor. El veto no solo detiene decisiones militares, sino también misiones humanitarias, sanciones o incluso declaraciones condenatorias frente a violaciones de derechos humanos.
A lo largo de la historia, el veto ha sido utilizado miles de veces para proteger intereses nacionales o los de sus aliados. Estados Unidos lo ha empleado con frecuencia para frenar resoluciones contra Israel; Rusia lo ha usado para bloquear sanciones sobre Siria o Ucrania; China ha vetado cuestiones sobre derechos humanos en Birmania y Hong Kong.
Uno de los casos más polémicos recientes fue el veto ruso a resoluciones relacionadas con la invasión de Ucrania, impidiendo que la ONU pudiera tomar acciones concretas para frenar el conflicto. Esta situación ha alimentado la percepción de que el veto es una herramienta de inmunidad diplomática más que de gobernabilidad global.
Para muchos países y analistas, el veto socava la legitimidad de la ONU. Cuando un conflicto grave estalla y no puede resolverse porque una sola nación bloquea una acción colectiva, la credibilidad del organismo se ve comprometida. Las guerras en Siria, Gaza o Ucrania han mostrado los límites de un sistema que depende tanto de los intereses de cinco actores principales.
Además, se acusa al veto de reflejar un orden mundial desactualizado, anclado en el equilibrio de poder de la posguerra, ignorando el surgimiento de potencias como India, Brasil, Alemania o Japón, que no tienen voz permanente ni capacidad de veto.
Quienes defienden el poder de veto argumentan que sin él, las grandes potencias nunca habrían aceptado formar parte de la ONU, y el organismo podría haber colapsado como ocurrió con la Sociedad de Naciones. El veto garantiza que ninguna resolución pueda ser usada contra una superpotencia, previniendo una confrontación directa entre potencias nucleares.
Además, se considera una herramienta que obliga a la negociación entre los grandes actores, evitando decisiones impulsivas que podrían escalar conflictos globales. En teoría, el veto preserva la paz al frenar acciones unilaterales peligrosas.
La idea de reformar el Consejo de Seguridad ha sido debatida durante décadas. Se han propuesto mecanismos como limitar el uso del veto en casos de genocidio o crímenes de guerra, o ampliarlo para incluir a nuevas potencias regionales. Sin embargo, cualquier cambio requiere la aprobación… de los cinco países que ya tienen el veto. Esto ha hecho que toda propuesta de reforma esté atrapada en un círculo vicioso de intereses cruzados.
El poder de veto en la ONU sigue siendo una paradoja: al mismo tiempo que impide acciones colectivas en crisis urgentes, también funciona como un seguro para evitar que las decisiones de la ONU desencadenen guerras a gran escala. Su influencia en los conflictos internacionales no puede subestimarse, pero su capacidad para resolverlos eficazmente está cada vez más cuestionada. En un mundo multipolar que exige mayor equidad, el debate sobre su reforma seguirá siendo una cuestión central para el futuro del orden internacional.
La Verdad Yucatán