Europa y Trump

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Europa y Trump

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Tras meses de amenazas estadounidenses, los socios de la OTAN aceptaron un incremento asombroso del gasto militar, mientras que, posteriormente, la Unión Europea se tragaba una unilateral imposición de aranceles. Ante tales claudicaciones, Europa recurría al triste consuelo de haber evitado escenarios peores, a la vez que respiraba aliviada, pues, por fin, se había superado el mal trago y habíamos alcanzado una relación estable en defensa y comercio. Sin embargo, los enfrentamientos con la Administración Trump no han hecho más que em­pezar.

Así, tras el verano, se avecina un nuevo choque por la regulación europea y las grandes tecnológicas estadounidenses que, amparadas por su presidente, pretenden moverse a su libre antojo y, bajo el torticero argumento de defender la libertad de expresión, oponerse a cualquier normativa que pueda perjudicar sus inmensos y crecientes beneficios. Una cuestión enrevesada a la que seguirán muchas otras, sin olvidar que, en el momento menos pensado, Wa­shington puede sorprender con una nueva amenaza de aumento de aranceles por cualquier motivo que pueda ofender a Trump y los suyos.

Tras lo vivido con la imposición de aranceles, nuestros gobernantes deben hacerse respetar

No estamos ante una más de las tradicionales disputas entre países con intereses enfrentados, pues, además, nada justifica la agresividad estadounidense cuando la relación global entre europeos y americanos resulta muy positiva para ambos. Ocurre que el país más poderoso del mundo está gobernado por unos narcisistas superlativos, sin empatía alguna y que parecen disfrutar ejerciendo el poder con saña. Más de medio año de administración republicana confirma lo que nos temíamos desde el inicio de su mandato: Trump se ceba con el débil. Así, impone aranceles tan inmorales como innecesarios a países que dependen de Estados Unidos; recorta la ayuda a los colectivos más frágiles; va a la caza de inmigrantes indocumentados a los que intimida con la cárcel rodeada de caimanes en Florida; o recurre al ejército para expulsar de Washington a los sintecho. Sin embargo, en sentido contrario, ya ha mostrado su respeto por personajes como Putin, Netanyahu, Xi Jinping o cualquiera capaz de responder a sus bravuconadas.

Ante ello, la Unión Europea no puede actuar como uno de esos estados indefensos que no tienen otra alternativa que plegarse ante el magnate. Europa, entre otras fortalezas, representa la segunda economía del mundo con un mercado de más de 500 millones de personas. Por ello, tras lo vivido con la imposición unilateral de aranceles, nuestros gobernantes deben hacerse respetar, aun asumiendo mayores riesgos, para evitar cesiones innecesarias que perjudiquen a ciudadanos y empresas. Pero, aun más importante, para impedir que nuevas humillaciones fortalezcan a los aprendices de Trump que, repartidos por todo el continente, sueñan con despedazar el proyecto europeo.

lavanguardia

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