Un homenaje conjunto a Tomás Eloy Martínez y Manuel Belgrano en la casa porteña de Tucumán

La Casa de Tucumán en Buenos Aires está de fiesta con la celebración de dos acontecimientos culturales en simultáneo, dado que junio es el mes del periodista, del escritor, del libro y la bandera. El miércoles en Suipacha 140, se llevó a cabo “El Pacto entre la palabra y los símbolos”, un encuentro en conmemoración del día del escritor (13 de junio), el libro (15 de junio) y la bandera (20 de junio).
En esta ocasión, la sede tucumana en Buenos Aires rindió homenaje a Tomás Eloy Martínez (1934–2010), uno de los periodistas argentinos más prolíficos del siglo XX y XXI, nacido en Tucumán, también autor de una veintena de libros entre cuentos, novelas, crónicas y ensayos que lo distinguen como una de las plumas más aclamadas de la literatura argentina.
Además, el historiador Daniel Balmaceda, fue invitado para hablar sobre aspectos poco conocidos sobre los símbolos patrios, la bandera y, sobre todo, para pablar de su creador, Manuel Belgrano (1770–1820), uno máximos héroes de la Patria junto al General Don José de San Martin (1778–1850).
En el primer acto, Javier Martínez, uno de los hijos de Tomás Eloy Martínez, fue especialmente invitado para recordar anécdotas, vivencias y reflexiones sobre la vida y obra de su padre en una entretenida charla que mantuvo con Miguel Velárdez (periodista del diario La Gaceta de Tucumán), que contó con la conducción de la periodista Mariela Blanco.
Dueño de una pluma exquisita y voraz, y de una mirada crítica sobre los acontecimientos de la época, Tomás Eloy Martínez pasó como periodista por las redacciones de Primera Plana y Panorama y del diario La Opinión. También fue crítico de cine para el diario La Nación (1957–1961) y Jefe de redacción del semanario Primera Plana (1962–1969). En 1969–70 fue corresponsal de la editorial Abril en Europa, con sede en París, director del semanario Panorama (1970–1972) y del suplemento cultural del diario La Opinión (1972–1975). Tras el exilio en Venezuela, fundó El Diario de Caracas, del que fue director de Redacción (1979). También participó en la creación del diario Siglo XXI de Guadalajara (México). Además fue el primer director periodístico del noticiero Telenoche (El Trece), por citar algunos medios donde se ha desempeñado.
Un homenaje conjunto a Tomás Eloy Martínez y Manuel Belgrano en la Casa de Tucumán en Buenos Aires. Foto: gentileza.
Además, publicó obras canónicas de la no ficción como La novela de Perón (1986), Santa Evita (1995), sus dos grandes éxitos literarios, y crónicas como La pasión según Trelew, Lugar común la muerte, El sueño argentino o Réquiem por un país perdido, realidades narradas como si fuesen historias de ficción, entre otros títulos.
Javier Martínez calificó a su padre como “una persona muy inteligente: para él Tucumán era el universo, era el centro del mundo, un lugar donde todo pasaba ya que en Tucumán pasaban muchas cosas en ese momento. Me enseñó a jugar al ajedrez y a leer”.
Y siguió: "Mi padre fue un gran periodista pero después terminó siendo un gran escritor. Su vínculo y su manera de frecuentar esos ámbitos quizás más internacionales a través de su figura como lector y como periodista, sobre todo como lector y como intelectual. “Su pasión por la lectura era muy impresionante”.
Tomás Eloy Martínez escribió su primer cuento cuando tenía 16 años. “Un año más tarde, empezó a trabajar en La Gaceta gracias a ese cuento que le llevó a Daniel Deseein (padre) que se publicó en La Gaceta Literaria”, recordó Velárdez.
Durante la charla hubo espacio para contar más anécdotas, entre ellas, cuando Tomás Eloy Martínez llamó feliz a su madre, Lilia Muiño, para contarle que el New York Times había publicado un artículo sobre Santa Evita, su obra maestra publicada en 1995, la novela argentina más traducida de todos los tiempos y la cuarta más vendida en español. “¿Está bien hijo, pero cuando vas a salir en La Gaceta?”, le respondió su madre. “Como tucumana tenía salir en La Gaceta. Si no, no existía”, recordó Velárdez entre risas.
Un homenaje conjunto a Tomás Eloy Martínez y Manuel Belgrano en la Casa de Tucumán en Buenos Aires. Foto: gentileza.
“Mi padre disfrutaba mucho de la vida, era una persona muy simple, algunos pensaban que era difícil de acceder, pero no. Fue un gran amigo de Gabriel García Márquez y de Carlos Fuentes, también con José Saramago y Julio Cortázar. Se sentía parte de ese grupo, ellos necesitan que él esté ahí. Era como una pata necesaria desde la parte intelectual”, resumió su hijo Javier.
Hubo más anécdotas de Tomás Eloy Martínez vinculadas a Tucumán, su provincia natal, entre ellas, cuando recibió el titulo de Honoris Causa en su tierra, y la pelea que mantuvo con el exgobernador Antonio Bussi por los “mendigos”, a quienes había dado la orden de alojarlos en Catamarca y esto derivó en una causa judicial por calumnias e injurias que finalmente ganó el reconocido periodista y escritor.
Los años de dictadura lo llevaron al exilio durante un largo periodo. Tomás Eloy Martínez vivió en Venezuela, París, Washington, Nueva Jersey y Buenos Aires, entre otros lugares. “Le gustaba mirar a la Argentina desde lejos, le resultaba más fácil escribir desde lejos que desde acá. Sus mejores notas fueron estando en Highland Park”, aseguró su hijo, Javier.
Más tarde, llegó el turno de presentar al periodista, historiador y escritor Daniel Balmaceda, autor varios libros de historia argentina, entre ellos, Belgrano, el gran patriota argentino (Sudamericana, 2019), en el marco del Dia de la Bandera, a celebrarse el viernes 20 de junio.
Un homenaje conjunto a Tomás Eloy Martínez y Manuel Belgrano en la Casa de Tucumán en Buenos Aires. Foto: gentileza.
“Los símbolos nacionales ocurrieron prácticamente en la misma época, en 1812. Comenzamos a tener un himno un canto nacional que quedó rápidamente desactualizado: desde que Fray Cayetano Rodríguez escribió esos versos, se desactualizaron pronto con victorias en Las Piedras, en Salta, Tucumán, en la batalla de San Lorenzo , en Cerrito y en la Banda Oriental. Había mucho más para clamar con lo que quedó muy desactualizado”, arrancó Balmaceda.
Definió al Himno Nacional Argentino como “el canto patriótico, un canto de guerra que incentivaba a la población. Comenzó a cantarse con la música de Blas Parera: era el músico que iba a las tertulias, el que dirigía coros. Las tertulias eran de 8 a 12 de la noche. Cobró 200 pesos por la música”, acotó.
Otras curiosidades: “Durante mucho tiempo Chile tuvo su himno con nuestra música, la de Blas Parera. En Uruguay se cantó nuestro Himno hasta 1832, 19 años después de creado. También se cantó en Colombia en celebraciones de soldados, y en Venezuela. Siempre se cantaba con una guitarra. Parece que tiene algo muy especial para que lo reconozca toda América como tal. Tenemos el mejor Himno del mundo”, enfatizó.
Sobre el escudo, dijo que se creó a partir de la Asamblea del Año XIII. Juan de Dios Rivera, un orfebre cusqueño, diseñó el sello de la Asamblea del Año XIII que se convirtió en escudo con los símbolos característicos: el gorro frigio de la libertad, la lanza de la fuerza, los laureles de la victoria, pero le puso el sol incaico diciendo ‘el sol del Inca vuelve a nacer’”.
Un homenaje conjunto a Tomás Eloy Martínez y Manuel Belgrano en la Casa de Tucumán en Buenos Aires. Foto: gentileza.
Balmaceda también dijo que la primera moneda nacional fue creada el martes 13 de abril de 1813. Tenía el escudo en la cara y en la seca, el sol incaico. Podríamos haber esperado un día más”, –bromeó, y continuó–: “cobró 170 pesos por el trabajo, un poco menos que la música de Blas Parera”.
Quedan dos símbolos más: la escarapela y la bandera. “Ambas vienen del mismo lugar”, aseguró Balmaceda.
Además, aclaró que “lo de French y Beruti repartiendo escarapelas no tenía sentido. Se repartían cintas azul celeste y cintas celestes y blancas. La realidad es que las cintas celestes y blancas se repartieron por primera vez en marzo de 1811. Fue un distintivo político de la sociedad patriótica”, remarcó.
Sin embargo, dijo que Belgrano planteó en Rosario que su regimiento tuviera escarapelas distintivas.
“Belgrano trataba de ponerle disciplina a sus soldados ya que muchos eran desordenados y mal hablados, decían malas palabras. Tuvo muchas reuniones para tratar de enderezar ese aspecto”.
Recién en la Villa del Rosario, Belgrano pidió autorización al Triunvirato para que sus soldados usara la escarapela. “Cuando recibió la aprobación entonces pidió que le autorizan la bandera”, remarcó Balmaceda.
Pero al prócer de la Patria no se la aprobaron de inmediato. “Les parecía una exageración. Rivadavia le contestó, le rechazó la bandera pero mientras Belgrano le escribía al Triunvirato avisándoles de la bandera, el Triunvirato le escribía a Belgrano pidiéndole que se vaya a Jujuy a tomar el ejército de su primo Castelli, que había sido vencido en el Alto Perú”.
Belgrano recibió en Jujuy la comunicación del rechazo de la bandera. “Ahí se enojó mucho. Entonces, le escribió una carta a Rivadavia donde se muestra realmente ofendido. Le dijo que la iba a destrozar y que le iba a decir a sus soldados que van a guardar la bandera para una victoria importante, y como eso va a tardar mucho, nadie se va a enterar. Estaba muy enojado”.
Los colores celeste y blanco de la bandera antes lo habían usado los Húsares de Pueyrredón, y también los Patricios. “Pero cuando Belgrano le escribe a Rivadavia le está diciendo que no tenia nada que ver con los colores. Esos colores ya se usaban, hasta que no tenia la autorización yo no lo permití”, contó Balmaceda.
“Desde ya que Belgrano creó la bandera, lo que no creó son los colores, no tuvo nada que ver con los colores. Es otra imagen que se nos cae”, remarcó el periodista, escritor e historiador argentino.
En ese sentido, Balmaceda insistió con el pedido de Belgrano, ya que para el gran prócer argentino, portar una bandera era importante “no para los mástiles sino para los campos de batalla”.
Un homenaje conjunto a Tomás Eloy Martínez y Manuel Belgrano en la Casa de Tucumán en Buenos Aires. Foto: gentileza.
“Esa bandera era la que guiaba a los hombres, era fundamental. Ser el abanderado era y es un gran honor porque el abanderado es el encargado de salvaguardar a los hombres, y por supuesto, proteger la bandera con su vida”, dijo el autor del libro sobre “el gran patriota argentino”.
Por último, dijo que Belgrano bendijo a la bandera el 25 de mayo de 1812 en la catedral de San Salvador de Jujuy “pero después la guardó –como él dice– para otros momentos”.
“Belgrano fue el primero que dijo ‘El pueblo quiere saber qué se trata’. Lo dijo el 21 de mayo subiendo las escaleras del Cabildo, preguntándoles a los que estaban en la planta de arriba qué temas están tratando. Quería saber qué se trata ahí arriba”, subrayó.
“¿San Martin o Belgrano?”, preguntaron en la sala. “Belgrano es inmenso, es gigante como San Martin, también Güemes”, remarcó el historiador. “San Martin y Belgrano fueron importantísimos, pero admiro muchísimo a Belgrano: tiene algo que me conmueve como también me conmueve las primeras estrofas de la macha de San Lorenzo. Son cosas que no puedo manejar. Mi corazón está con Belgrano pero San Martín ha hecho tanto por esta patria. Los dos han sido grandes amigos, no lo separemos nosotros”, advirtió.
Por último, Javier Martínez y Daniel Balmaceda recibieron una plaqueta y un poncho, respectivamente, para cerrar el emotivo acto. El vino y las empanadas tucumanas ya estaban esperando.
Clarin