Cómo publicar una novela

Os voy a contar algo un tanto extraño. Hace tres años, cuando dejé París, me fui a vivir a un pueblecito de los Alpes muy cerca de Ginebra, a Annecy. Nada más afincarme, visité la enorme iglesia en mitad del bosque que se aprecia desde todo el pueblo, La Visitation, cuya única torre quiere tocar el cielo. Y descubrí que el cuerpo de un tal san Francisco de Sales descansa a la izquierda del altar.
El nombre me sonaba, por los centros salesianos, pero nada más. Leyendo sobre el templo, supe que Francisco es el patrón de los escritores. ¡Y me emocioné mucho! No soy nada religioso, pero tengo una parte mística, quizás por haberme criado en las mismas calles de Úbeda que inspiraron a san Juan de la Cruz, y lo aproveché. Así que peregriné a pie hasta el templo varias veces para contarle cómo iba avanzando mi novela en ciernes, La península de las casas vacías . Hasta que un buen día decidí llevarle flores y pedirle algo: “Francisco, ¿me puedes conceder la beca Montserrat Roig? Me daría un buen empujón en mi carrera, que está estancadísima”. ¡Dos semanas después, la gané!
“Le pedí al santo ganar la beca Montserrat Roig, mi carrera estaba estancadísima; ¡dos semanas después, la gané!”Sin embargo, no estaba seguro de si había sido casualidad. Solo el hábito crea al monje. Entonces decidí pedirle algo imposible para comprobar si me estaba ayudando o no. El día antes de presentar el proyecto para la beca Leonardo, subí de nuevo al templo y esta vez medité durante una hora frente a las reliquias del santo, y oculté bajo sus restos, elevados en un cofre, las mil páginas esbozadas que llevaba entonces sobre la futura novela. Benoît, mi exmarido francés, me ridiculizó, ya que me gasté un dineral en imprimir el manuscrito —la imprenta en el pueblecito alpino hace su agosto, y no teniendo el santo ranura USB...—. Medité y le propuse un trato: “Concédeme la beca Leonardo y yo, a cambio, me colgaré una medalla tuya cada vez que escriba y hablaré de ti a todo el mundo” –heme aquí—. ¡Y se obró el milagro! Me concedieron la Leonardo, el mismo año que la Montserrat. Así que, como soy hombre de palabra, cumplí.
Medalla de san Francisco de Sales
.Dos semanas después, busqué en un anticuario online una medallita de Francisco de Sales. Encontré una del siglo XIX y la compré. Sin embargo, cuando me llegó, descubrí que no medía medio centímetro como pensaba, sino que era más grande que una moneda de dos euros. Así que ahora me paseo por medio mundo cargando con el ostentoso medallón, que parezco el hermano mayor de una cofradía. ¡Pero todo tiene un precio! Y, si bien sé que las becas son fruto de muchos años de siembra y de trabajo, no solo escribo sobre lo real y lo mágico, sino que también me gusta creer en ello.
Como dicen en mi pueblo: Dios no sabemos si existe, ¡pero nuestra patrona, la virgen del Tíscar, sí! Pues eso. Ya os revelé el camino más sencillo para publicar, porque Sales también me concedió el interés de Siruela y más cosas que están en camino. ¡Amén!
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