Un cementerio junto al mar

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Un cementerio junto al mar

Un cementerio junto al mar

Qué extraño y bello es el cementerio de los marineros de l’Escala! Nichos de tan solo dos o tres pisos, encalados, coronados por unos deliciosos triángulos también blancos, que dan al conjunto un encanto clásico y popular a la vez. En el centro, una plaza flanqueada por las tumbas, excepto en la pared frontal en la que se levanta un templete de vago estilo neoclásico. Desde aquí se divisa un brazo de mar y unos pinos como prueba de la maravilla absoluta que sería ese cementerio si pudiera dialogar con el mar libre del acoso de los edificios.

Agustí Ensesa / Archivo

Aquí está la tumba de la escritora Caterina Albert (Víctor Català), de la que hablábamos ayer. Sin embargo, la mayor parte de los nichos han perdido el nombre de los difuntos, lo que da a la blancura de este cementerio un suplemento de pureza, una impresión abstracta, como si aquí la muerte anunciara al visitante que el recuerdo de los ausentes es volátil. Muy pronto, hasta los muertos más queridos se pierden en el blanco abrazo del olvido.

Hasta los muertos más queridos se pierden en el blanco abrazo del olvido

Nos reunimos en este cementerio el último domingo de julio. Mientras a dos pasos los bañistas abandonaban la arena y ocupaban las terrazas, un pequeño grupo de artistas y poetas cantaron y reci­taron fragmentos, traducidos al catalán, de Le cimetière marin de Paul Valéry. El cantautor Josep Tero, convocante de la velada, aportó música y voz acompañado del vio­linista Stanislav Stepanek y del teclista Ferran Martínez Palou, mientras que la recitación fue a cargo de los actores Sergi Vallès y Berta Giraut, acompañados por el poeta Carles Duarte.

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El cementerio marino de Sète o Seta, país natal de Valéry, aprovecha un repentino desnivel para proyectarse como un alto graderío sobre el mar. Es un cementerio romántico, escenográfico, de tumbas flamígeras, ideal para las especulaciones sobre la inmutabilidad del mar o la tensión entre conciencia y existencia, temas del célebre poema de Valéry. En cambio, el cementerio blanco de l’Escala, sobrio y discreto, tiene un aire maternal. Acogió a un gentío deseoso, no de vivir una experiencia festivalera, no de disfrutar de un acto social de prestigio, sino de apreciar versos delicados, incluso difíciles. Escuchamos palabras que, hablando de la muerte, ayudan a vivir.

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