Temblores, sudores y ansiedad la llevaron a internarse para dejar atrás la depresión: “Pensé que ya estaba bien, pero tuve que volver”
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“Con el tiempo me di cuenta que no encontraba mejoría. Entonces, decidí internarme porque necesitaba encontrar tranquilidad, paz mental y contención profesional. El primer momento, ese en el que debí dejar mi casa, mis cosas y quedarme en el lugar con gente que no conocía no fue grato”.
Aldana Terzaghi no daba más, no podía con ella misma. Estaba asustada, angustiada, desesperanzada y mostraba cierta apatía porque no encontraba la solución a su problema y veía un futuro muy oscuro, estaba convencida de que para poder salir adelante necesitaba mucho tiempo y que su cuerpo y su alma no iban a poder cumplir esos plazos.
“Todo comenzó en marzo del 2018. Mis primeros síntomas fueron temblores, sudores y especialmente mucha ansiedad: querer hacer todo y de esa forma no me daba cuenta y no paraba. En ese momento había arrancado un emprendimiento, además de mi trabajo como nutricionista y mis ocupaciones como mamá. Ese ritmo me llevó, con el tiempo, a dormir menos, a tener mucha más ansiedad, pensamientos de frustración y angustia”, recuerda Aldana.
A los dos meses de comenzar con su emprendimiento decidió arrancar terapia porque necesitaba controlar todos los síntomas que tenía. Sin embargo, más allá de la predisposición de su terapeuta, Aldana no sintió mejoras. Y por eso, con el apoyo de su familia, tomó la determinación de internarse. “Recuerdo que lo que más me impresionó fue dejar los cordones de las zapatillas en la enfermería. Mi familia me visitaba todos los días y también hablábamos por teléfono. Y aunque no tenía pensamientos suicidas, sÍ mucha angustia, lloraba mucho”.
Aldana estaba internada en una clínica privada y después de las charlas que mantuvo con todos los profesionales que formaban parte del equipo interdisciplinario de especialistas, le diagnosticaron depresión y ansiedad. A partir de ese momento, pese a que ella no estaba del todo convencida, decidieron medicarla. “Me encontré con personas a las que les pasaba lo mismo que a mí, pero también otras más complejas. Hacíamos talleres y teníamos encuentros compartidos por lo que logré armar lindos vínculos con los otros pacientes. Por momentos jugábamos a las cartas en mesas largas, teníamos clases de yoga, dibujo y todas las noches hacíamos actividades para agilizar la mente”.
Lo que no le gustaba de las habitaciones era que las ventanas eran “muy chiquitas y con un enrejado horrible”, pero resaltando el vaso medio lleno dice que había plantas a las que cada tanto regaba para darles vida.
En la clínica, cuenta, debía cumplir con los estrictos horarios y con el plan de tareas programadas para el tratamiento. “En una primera instancia salí antes de tiempo porque creí que ya estaba bien, pero tuve que volver. De internación pasé a un Hospital de Día, donde concurría un par de horas y allí también había talleres”.
Lo que más agradece fue la atención profesional y la empatía de los especialistas que la trataron. Como ellos fueron notando que sus pensamientos iban cambiando de rumbo y que había logrado bajar los niveles de angustia y de ansiedad, le dieron el alta.
Una vez afuera de la clínica Aldana continuó la terapia con su psicóloga y con las visitas a su psiquiatra que con el tiempo le fue bajando la medicación y luego de tres años ya no necesitó ingerir más psicofármacos.
“También me ayudó mucho hacer actividad física. En ese momento arranqué con las caminatas y hoy en día, además, juego al tenis. Y en un principio también tomé clases de pintura. Mi motivación siempre fue el querer sentirme mejor, eso me ayudó muchísimo a salir, a no quedarme en el lugar en el que estaba”.
¿Qué cosas aprendiste de ese momento tan duro?
Mi capacidad de resilencia, buscar mis fortalezas y afianzarme en eso. Y estar convencida que si pasó, pasó para que yo pudiera crecer y hacerme más fuerte.
¿Qué recaudos tomás para evitar pasar una situación similar?
La terapia (sigue yendo una vez por mes) me dio un montón de herramientas para que no pase otra vez lo mismo, pero creo que no tener autoexigencia, poder poner un freno y escuchar lo que me dice mi cuerpo es fundamental.
¿Con qué cosas soñás?
Disfrutar del día a día, ser una gran profesional y tener en algún momento mi propio centro de nutrición. Y viajar para conocer los lugares más lindos del mundo con mis hijos.
Un mensaje para quienes están travesando una situación parecida
La salud mental tiene su tratamiento, es posible salir adelante. Hay cambios positivos y debemos trabajar muchísimo con todas esas creencias o pensamientos que nos llevaron al malestar. Y cuando logramos todo eso, encontramos mucha felicidad y podemos hacer cosas que, quizás, nunca pensamos que lo lograríamos.
lanacion