Odio

Tratando de entender el fenómeno, el fin de semana pasado una de estas columnas tuvo como título “¿Por qué odian?”. La tesis era: como odiar es menos doloroso psicológicamente que sentirse atemorizado, se odia. Sostenía que “cuando cualquier ideología se vuelve extrema y dogmática emerge el odio, que es el sentimiento más antidemocrático que pueda existir, porque en el fanatismo el otro es la encarnación del mal”. Y al no haber posibilidad de diálogo “destruye cualquier posibilidad de consenso al normalizar la violencia como forma de resolver el disenso”.
Agregaba que el odio “transmite impotencia y temor a lo odiado, a quien se percibe como una amenaza. Por eso también es un mecanismo de defensa que puede tener su origen en experiencias traumáticas pasadas como forma de protección frente a las inseguridades personales. Para evitar sentirse vulnerable, redirige su pensamiento al odio empoderándose ilusoriamente”. Y “se odia básicamente por miedo y, como el miedo paraliza, el odio es su ‘antidepresivo’. Odiar es menos doloroso que sentirse atemorizado”.
Esta semana que pasó el Presidente avanzó en su prédica por el odio al periodismo iniciando él mismo una causa por calumnias e injurias contra comunicadores y periodistas: Carlos Pagni (juzgado de Daniel Rafecas), Viviana Canosa (juzgado N° 2 de Sebastián Ramos) y Ari Lijalad (juzgado Nº 6, hoy a cargo de Marcelo Martínez de Giorgi).
Agregó que los periodistas “son las prostitutas de los políticos” y “si odiás al político, al periodista odialo más, porque cobran por hacer lo que el político no hace”.
Desde la semana pasada, cuando el presidente Javier Milei en la red social X escribió: “La gente no odia lo suficiente a los periodistas”, los abogados de Perfil vienen preparando una nueva demanda contra el Presidente, que será presentada esta semana que se inicia por el doctor Fernando Bosch, acción que en principio debería tramitarse en el fuero Federal de Comodoro Py, por ser el Presidente quien está cometiendo el delito en ejercicio de sus funciones.
Allí se sostendrá que:
l El Presidente “ha realizado manifestaciones públicas que exceden largamente el legítimo derecho a la crítica o al debate de ideas, incurriendo en expresiones que constituyen incitación al odio y a la persecución hacia mi persona y hacia el colectivo de periodistas en general”.
l De conformidad con lo previsto en el segundo párrafo del artículo 3° de la Ley N° 23.592, incurren en delito aquellos que, “por cualquier medio alentaren o incitaren a la persecución o el odio contra una persona o grupos de personas a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas políticas”.
l “Acto de incitación: las declaraciones públicas del Presidente no se limitan a una crítica o disenso, sino que constituyen un llamado explícito a que la sociedad intensifique su animadversión hacia los periodistas, utilizando expresiones de odio”.
l Porque “las palabras de un presidente –a diferencia de las de un ciudadano común– poseen una fuerza ejecutoria y persuasiva singular, derivada del peso simbólico, político e institucional que su investidura representa”.
l “Su autoridad puede movilizar, reforzar y legitimar sentimientos colectivos entre amplios sectores de la ciudadanía, generando un riesgo concreto de que sus expresiones sean tomadas como habilitación o validación social para la hostilidad contra el grupo aludido”.
El artículo el artículo 3° de la Ley N° 23.592, que fue utilizado en distintas oportunidades para sancionar expresiones discriminatorias o violentas, exige tres elementos para su aplicación:
1) Que exista una incitación al odio o a la persecución.
2) Que esté dirigida a una persona o grupo específico.
3) Que el motivo sea alguna de las causas expresamente contempladas: raza, religión, nacionalidad o ideas políticas.
En este caso, los periodistas –al ser un colectivo que ejerce la libertad de expresión y el derecho a la información– son destinatarios de una manifestación hostil por motivos políticos. La crítica del Presidente no parece ser una simple expresión de disenso, sino una invitación a aumentar la animosidad social hacia ese grupo.
Dicho de otro modo: no se trata de una discusión pública saludable, sino de una frase que podría interpretarse como un llamado a intensificar el odio contra quienes piensan distinto o cuestionan al poder.
Existen entonces sobrados fundamentos para que se evalúe la presentación de una denuncia por incitación al odio, tal como lo prevé la Ley Antidiscriminación. Será tarea de la Justicia determinar si efectivamente se ha cometido un delito. Pero el debate ético, político y jurídico ya está sobre la mesa.
Defección estratégica. Paralelamente, que haya transcurrido una significativa cantidad de días desde que Javier Milei llamó a odiar a los periodistas, sin que ningún fiscal actuara de oficio iniciando una causa contra el Presidente, recuerda tristemente la figura de la “defección estratégica”, con la que se explica la tendencia del Poder Judicial a preferir posponer sus acciones contra el Poder Ejecutivo de tuno hasta el final de su mandato.
También se observa defección estratégica en los medios, porque cuando el kirchnerismo era el ariete, prácticamente todo el periodismo estaba junto defendiendo al atacado y replicando al agresor. Sin embargo, con el gobierno actual, periodistas de un mismo medio no salen a defender al colega atacado por el Presidente ni a criticar el ataque al periodista, y hay algunos que lo justifican y hasta aprueban.
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