‘Black is black’

De todos los memes que recibí por el apagón hubo uno que me hizo reír especialmente: un padre le pregunta a su hijo: “¿Qué tal te fue el examen de historia?”. Y el hijo le responde con ojos llorosos: “Me cayeron los eventos históricos del 2020-2025”. En la tercera y última imagen, padre e hijo se abrazan desconsoladamente.
Los memes hacen reír y reconfortan no solo por la constatación de que la ironía es una de las formas más sofisticadas de estar en sociedad, también porque enseñan algo que no por manido deja de ser cierto: el admirable comportamiento de nuestra sociedad al afrontar estos fenómenos. Sin embargo, les confieso que la risa me duró poco, porque ese mismo día se sentó mi hijo pequeño en el sofá y me dijo un tanto abatido: “Mamá, ¿te das cuenta de que tengo solo 16 años y ya he vivido una pandemia, Filomena, la dana y ahora esto? ¿Tú lo ves normal? Y ante la consciencia de que la respuesta era larga, matizada e incierta, me limité a negar levemente con la cabeza y a cambiar de tema.
No hace falta que les diga que pandemia, dana y apagón son tres episodios sin nada que ver entre sí. Ni en su origen, uno vírico y global, otro climático y nacional y solo el último con posibilidades –no confirmadas hoy en día– de ser fruto de un error propio. Ni en sus consecuencias, cuyo indicador más desolador, el número de vidas humanas, no tiene comparación posible.
Tampoco en impacto social ni previsibilidad futura. Pero así como mi hijo ligaba intuitivamente los distintos eventos como modeladores de su corta biografía, a mí también me parece que tienen mucho en común y revelan un patrón de sociología política que parece incrustado en nuestra forma de funcionar:
Primero, confusión respecto a qué gobierno tiene que hacer qué y, como consecuencia, mayores dudas sobre nuestro ordenamiento jurídico y la estructura federal. Da igual que hablemos sobre la constitucionalidad de los decretos del estado de alarma o sobre si había o no que decretar emergencia nacional. La confusión es máxima e incluso lo que pareciera que funcionó, como las conferencias de presidentes online en la pandemia, no ha tenido luego un refuerzo institucional.
Pandemia, dana y apagón revelan un patrón que parece incrustado en nuestra forma de funcionarNo hemos revisado el ordenamiento jurídico (no tenemos nueva ley de pandemias, por ejemplo) y no hemos aclarado qué es mejor para funcionar en un país compuesto y descentralizado como el nuestro. No sé si les pasa lo mismo, pero la petición de decretar emergencia nacional el día del apagón por algunas comunidades del PP me pareció que respondía más al trauma de no haberlo hecho en la dana que a la necesidad del día.
Segundo, alargar las acusaciones de culpabilidad a la vez que se evita cualquier responsabilidad política. Igual no me creen, pero Mazón sigue siendo president de la Generalitat Valenciana. Aunque también podríamos hablar de Corredor o tantos otros, porque lo único cierto es que dimitir es un verbo que se conjuga en ruso y no en castellano. António Costa dimitió como primer ministro de Portugal cuando era evidente que no había hecho nada. Lo hizo para preservar la dignidad del cargo. La dignidad del cargo. Han leído bien.
Tercero, polarizar. Usar la responsabilidad de lo que ha pasado, sin dirimirla, como forma de confrontar entre gobierno y oposición. Da igual de qué hablemos, el tema es acusar al otro. Todo va de esto.
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Cuarto, evitar hablar de cómo nos preparamos para que no vuelvan a ocurrir eventos similares o, si lo hacen, se minimice su impacto. Da igual que les hable de salud mental –la verdadera pandemia pospandemia–, de infraestructuras hídricas o del mix energético. Lo del Congreso, nucleares sí o no, a la vez que decíamos no saber las causa del apagón, es la muestra descarnada de aprovechar lo que ha pasado para confrontar ideológica y políticamente y seguir paralizados socialmente en las reformas y políticas públicas necesarias.
No me atreví a responder a mi hijo. Hubiera necesitado explicar, matizar, relativizar (no exageres, hay cosas más graves y tú no vives ni en pobreza ni en guerra), pero no me atreví, les decía, porque, a la vez que sé todo esto, me entra la sospecha de si vamos hacia atrás y si él va a conocer esa España donde suena el Black is black de Los Bravos en un ventorro cualquiera, mientras alguien ordena un cubalibre. Esa España que yo ya creía superada.
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