La pizza es cada vez más salada, en seis años el precio ha aumentado casi un 20%
Ir a una pizzería ya no es automáticamente sinónimo de una cena barata.
El coste de la comida más típica del variado panorama gastronómico italiano, de hecho, ha crecido casi un 20% en los últimos seis años, alcanzando una media de más de 12 euros. Los cálculos los realiza el Centro de Formación e Investigación sobre el Consumo (Crc), que ha realizado una encuesta sobre precios analizando los datos del Istat publicados por el Mimit. El negocio de la pizza en Italia mueve aproximadamente 25.000 millones de euros al año para un consumo medio de pizza de 7,8 kilos per cápita.
Los números revelan sorprendentemente que hoy en día la pizza más cara en Italia es la que se sirve en Reggio Emilia, donde el coste medio de una comida en una pizzería (que incluye pizza y bebida) se sitúa en 17,58 euros. En segundo lugar - explica el Crc - se sitúa Siena, con una media de 17,24 euros para el mismo consumo. En tercer lugar queda Macerata con 16,25 euros. De las 59 provincias monitorizadas, 7 registraron un gasto medio superior a 14 euros por bebida. Otra sorpresa en el otro lado del ranking: la ciudad más barata no es Nápoles, como se podría esperar. Asaltada por los turistas, la capital napolitana, sinónimo de pizza en el mundo, se enfrenta a un aumento general de los precios y deja espacio a otras ciudades italianas menos golpeadas por las olas del turismo de masas.
La más barata es por tanto Livorno, con un coste medio de 8,75 euros por comida, a la que se unen Reggio Calabria (9,15 euros), Pescara (9,37 euros) y Catanzaro (9,96 euros), únicas provincias con un gasto inferior a los 10 euros por bebida. La media se sitúa en 12,14 euros por persona, un 18,3% más que hace seis años. “Una serie de factores están detrás del aumento de precios que ha afectado a uno de los productos alimenticios más populares del mundo”, afirma Furio Truzzi, presidente del comité científico del Centro de Formación e Investigación sobre Consumo. Primero, la pandemia de COVID-19, y luego los altos precios de la energía, provocaron un aumento de los costos para las pizzerías, que se trasladó al consumidor final a través del aumento de los precios minoristas. Posteriormente, la guerra en Ucrania, con la crisis de algunas materias primas, empezando por la harina y el aceite utilizados para hacer pizza, provocó nuevos aumentos en los precios al público, aumentos que no se han revertido una vez finalizada la emergencia. Y esto se debe —especifica Truzzi— a que la pizza es un alimento tan apreciado por los italianos que se ha convertido en un producto con una demanda fija: es decir, su consumo no cambia cuando varía el precio, para beneficio de los establecimientos públicos.
ansa