Otra vez la Serie A al mismo tiempo. Lo siento Ameri

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Acostumbrados como estamos a saborear las migas, no creeremos lo cierto que es morder la galleta entera. Sucederá mañana por la tarde, a partir de las 20.45, cuando el campeonato de la Serie A volverá a ser un niño, jugando contemporáneamente en nueve estadios diferentes, mientras que el décimo, el de Marassi, podría incluso permanecer cerrado. Como parte interesada, no respaldo este acontecimiento, simplemente predigo la reacción de tanta abundancia de una sola vez. El corazón rebotará de un campo a otro haciéndonos revivir las voces (perdón Ameri) como un eco que viene de lejos. Habrá muchas historias que se contarán. Elegiré algunos, empezando desde abajo.

Está en juego la salvación y son cuatro los que juegan por ella. Si yo fuera juez, salvaría a Venecia, porque no todo puede salir siempre mal para Di Francesco. Y luego jugó a veces bien, a veces muy bien, a veces peor, pero eso está bien. Inzaghi y Conte se marcan a distancia en el Milán-Parma. Tanto el primero como el segundo son increíbles. Inzaghi aspira a la Champions pero no a abandonar el campeonato, Conte aspira al Scudetto y luego, quién sabe, a abandonar el Nápoles. Al mirar sus caras, parecen bastante confiados, especialmente Inzaghi, que ha perdido esa expresión evasiva que tenía antes. Hoy mira a los ojos y habla, sin faltarle el respeto a nadie pero con una pizca de sal en sus palabras. La eliminación del Barcelona le ha dado bastante confianza, un síntoma de belleza cuando no roza la arrogancia. Conte es el Conte de siempre, con una sonrisa inclinada hacia los acontecimientos bajo dos ojos llameantes. Casi se le puede oír en sus discursos a sus muchachos, diciendo que una victoria hoy será gloria para siempre, saltando sobre el escritorio como un profesor de poesía épica.

Bajando un poco más encontramos a Conceição, con la maleta de cartón en la mano de un emigrante traicionado y triste, dispuesto a volver a su patria, y a Tudor, el único que sabe que ganará ante un equipo que ahora está de vacaciones. En todo esto, como en la cancha, domina Claudio Ranieri, en su último partido en el Olímpico en el banquillo de la Roma. Quisiera ganar una, y otra, y otra vez, pero sabe perfectamente que lo más difícil en la vida es ir más allá del límite sin perderse en el vacío . Rainieri hizo esto durante muchos años, abandonando poco a poco el papel de simple entrenador para abrazar el de hombre. Un gran hombre con M mayúscula, que marcó una época y al que hemos aprendido a amar. Por eso, entre todas las voces posibles de esta noche de otros tiempos, escojo la que se elevará desde Roma para saludar a su señor. Y lo siento, Ameri, si en la emoción me he podido perder las fases más destacadas de la acción.

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