Etiqueta energética para smartphones y tablets: cómo funciona

Según lo decidido por la Unión Europea mediante el Reglamento 1669/2023, a partir del 20 de junio de 2025, los teléfonos inteligentes y las tabletas también deberán contar con una etiqueta energética, similar a la que se utiliza desde hace años para clasificar los electrodomésticos y televisores , con sus clases de la A a la G. Esta deberá exhibirse en los puntos de venta, ser visible en el comercio electrónico y también se incluirá en el embalaje.
La etiqueta también incluye el logotipo de la iniciativa y el código QR para acceder a la base de datos europea EPREL , el nombre del fabricante y el modelo al que pertenece, así como la clase energética de referencia. La etiqueta también contiene información adicional específica para smartphones y tablets, como el grado de resistencia a los daños y la capacidad de reparación (expresados en clases de la A a la E), la duración de la batería y el número de ciclos de carga garantizados, y el grado de protección contra agentes externos según el estándar IP.
La etiqueta pretende introducir un sistema sencillo y estandarizado para determinar la calidad y la longevidad de un producto, facilitando así a los consumidores la comparación y la elección al comprar. La decisión también se basa en la intención de reducir el impacto ambiental del sector, combatiendo la obsolescencia programada de los dispositivos mediante la indicación de su reparabilidad, favoreciendo dispositivos de mayor duración y de mayor calidad, e induciendo un ahorro energético generalizado (en carga y producción/distribución), que la UE estima en un total aproximado de 8,1 TWh para 2030.
Clase energética de smartphones y tablets: cómo funcionaMientras que para los electrodomésticos la clase energética indica el consumo anual, para smartphones y tablets el cálculo es diferente: se refiere a la eficiencia de la batería en un escenario de uso real. La clase se asigna según el índice de eficiencia energética (IEE), obtenido mediante una prueba estandarizada que considera la capacidad y el voltaje de la batería, asociándolo al cálculo del consumo en condiciones siempre iguales. Con la batería al 100% de carga, sin accesorios conectados, el ahorro de energía desactivado y el brillo de la pantalla a 200 cd/m², el dispositivo a certificar realiza una serie de operaciones estándar: llamar, navegar por internet, transmitir vídeo, usar juegos, transferir datos y reproducir vídeo. Cada operación está separada por una pausa de 30 minutos de inactividad. Un IEE alto corresponde a una clase superior; la clase A se asigna a los smartphones con un índice superior a 2,70. En el caso de las tablets, el índice es superior (debido al tamaño de las baterías) y la clase A parte de un índice de 7,90 o superior. Desde un punto de vista técnico, la prueba es una herramienta bien concebida y con una ingeniería sólida: de hecho, gracias a su estructura, no solo valora la capacidad de la batería, sino también, y sobre todo, las optimizaciones de software que pueden reducir significativamente el consumo y aumentar la duración de la batería, incluso con baterías más pequeñas. Por lo tanto, los usuarios pueden estar seguros de que un dispositivo de clase A será sin duda más eficiente que uno de clase B o C, etc.
Las demás indicaciones relativas a la batería son más fáciles de leer. La duración de la batería, expresada en horas y minutos, se determina, al igual que el IEE, mediante una prueba estandarizada y siempre la misma. La cantidad de ciclos garantizados, en cambio, indica el número de recargas que se pueden realizar sin que la capacidad de la batería baje del 80 %. La normativa europea establece en este caso un umbral mínimo de 800 ciclos garantizados, que corresponden aproximadamente a dos años y medio de recargas diarias. El dato se encuentra en la parte inferior izquierda de la etiqueta y se expresa con un número seguido de una x (por ejemplo, 800x, 1000x, 1200x, etc.). Cuanto mayor sea el número, mayor será la duración de la batería.
Índice de reparabilidadPara indicar la longevidad del dispositivo con mayor detalle, el reglamento europeo introduce una clase adicional que indica el nivel de reparabilidad. Los datos se calculan como una media ponderada de seis indicadores diferentes con puntuaciones del 1 al 5: la facilidad de desmontaje, el tipo de elementos utilizados para la fijación y las herramientas necesarias, la disponibilidad de repuestos oficiales, la duración de las actualizaciones de software y, por último, la calidad y disponibilidad de información pública sobre reparaciones. Por lo tanto, las puntuaciones serán más altas en ausencia de tornillos especiales, piezas pegadas difíciles de separar, cableado complejo y difícil de desmontar, etc.
En cuanto a las actualizaciones de software, la UE exige que estén disponibles durante al menos cinco años a partir de su fecha de comercialización, pero para obtener la máxima puntuación, el fabricante debe garantizarlas durante al menos siete años. En el caso de los manuales de reparación, la máxima puntuación se asigna en función de la disponibilidad pública y la facilidad de acceso. Este es uno de los puntos más interesantes: queda por ver cuántos fabricantes, especialmente los que venden Android de gama media y baja, podrán garantizar el cumplimiento de la nueva normativa. El 20 de junio de 2025 entrará en vigor el Reglamento 2024/1781, que amplía aún más las responsabilidades de los fabricantes para garantizar la longevidad y la reparabilidad de los productos y limitar su impacto energético. La normativa exige que las piezas de repuesto estén disponibles durante al menos siete años a partir de la fecha de retirada del producto del mercado, con una obligación de disponibilidad en un plazo de cinco días durante los primeros cinco años y de diez días durante los dos años restantes. Los precios de las piezas de repuesto también deben estar claramente indicados en los sitios web oficiales de los fabricantes. El reglamento no se aplica a todos los componentes del smartphone, sino (razonablemente) a las piezas que suelen reemplazarse: batería, pantalla, puerto de carga, micrófonos, botones y altavoces, y carcasa trasera. En el caso de los smartphones plegables, la norma también se extiende a las bisagras metálicas.
Resistencia a caídas y clasificación IPLa nueva etiqueta también incluye un sistema, también con clases de la A a la E, para indicar la resistencia del dispositivo a impactos accidentales. El cálculo se realiza registrando el número de caídas que no causan defectos en el dispositivo. No se pueden utilizar películas protectoras durante la prueba (excepto folletos) y la altura de caída se establece en un metro. La norma IEC 60068-2-31 exige en este caso que la caída se produzca sobre una placa de acero colocada sobre hormigón, salvo que se indique lo contrario para dispositivos específicos. La prueba se realiza con herramientas específicas adaptadas a la norma y se repite con un grupo de al menos cinco dispositivos para simular una variación en condiciones reales.
Las clases son muy estrictas: para obtener una clasificación A, un teléfono inteligente debe estar libre de defectos tras al menos 270 caídas desde un metro. Para las tabletas, el número de caídas es de 208, mientras que para los teléfonos inteligentes plegables, la indicación de clase A requiere 45 caídas en estado extendido y 210 en estado no extendido.
La norma finalmente aclara la indicación IP (Protección contra la Entrada) de smartphones y tablets, estableciendo pruebas de resistencia al polvo y al agua basadas en el conocido estándar. En este caso, el código que se debe buscar para obtener la máxima protección es el famoso IP68. El 6 indica resistencia al polvo, mientras que el 8 indica que el dispositivo puede sumergirse en agua a una profundidad de 1 m o más sin sufrir daños.
Intenciones y consecuenciasLa introducción de la nueva etiqueta energética para smartphones y tablets es, en resumen, una pequeña pero gran revolución que obligará a los fabricantes de smartphones y tablets a elevar significativamente el nivel de calidad de sus productos; de lo contrario, serán menos competitivos en un mercado ya saturado y repleto de alternativas. La impresión, al observar los detalles del reglamento, es que los grandes fabricantes que lideran los segmentos de mercado con mayor margen de beneficio (en particular, Apple y Samsung en el segmento de smartphones premium) tendrán menos problemas para adaptarse a la normativa. Muchas de las indicaciones del reglamento ya se tienen en cuenta en la cadena de producción (incluida la reparabilidad, a partir del iPhone 14 en el caso de Apple), mientras que la disponibilidad de repuestos , manuales de reparación y actualizaciones de software ya cumple ampliamente con los requisitos más exigentes de la UE. Otros fabricantes de Android, que compiten por márgenes muy estrechos en los segmentos más bajos del mercado, tendrán que adaptarse rápidamente. El segundo reglamento paralelo ya mencionado (2024/1781) establece, de hecho, límites mínimos que deben respetarse para la comercialización en la Unión Europea. El objetivo es evitar que productores inescrupulosos ignoren por completo las regulaciones y sigan comercializando productos con puntuaciones mínimas.
La carga de proporcionar las pruebas recae, en última instancia, en los propios fabricantes, quienes deberán proporcionar a la UE documentación detallada que acredite el cumplimiento del reglamento. Si bien se trata de un coste adicional relativamente insignificante para los modelos más caros, puede reducir los ya de por sí bajos márgenes de beneficio de los productos de bajo coste. En este caso, otro elemento que será interesante vigilar será la duración de las actualizaciones y la disponibilidad de repuestos: ¿cuántos fabricantes de Android podrán garantizar los 5 años exigidos por el reglamento? ¿Cuántos smartphones de 200 € dispondrán de repuestos que se puedan adquirir fácilmente en la página web del fabricante?
La consecuencia indirecta a medio plazo podría ser, por lo tanto, un aumento generalizado de los costes en los segmentos más bajos del mercado de smartphones y tablets. Sin embargo, para el consumidor, seguirá siendo una victoria, dado que cada elemento de la normativa está diseñado para ofrecer a quienes compran smartphones y tablets productos más duraderos, eficientes, resistentes y resistentes.
Según cálculos de la Unión Europea, el ahorro atribuible a la normativa se situará en torno a los 20 000 millones de euros de aquí a 2030 (un 24 % menos que en el escenario base), principalmente gracias a la mayor longevidad de los dispositivos, lo que alargará el plazo para adquirir un nuevo smartphone. En el mismo periodo de referencia, se prevén mayores costes de reparación (800 millones de euros) y recortes en las facturas de recarga (600 millones de euros menos), que, sin embargo, son insignificantes en comparación con el ahorro total resultante de aplazar la compra de nuevos dispositivos.
La Repubblica