Belén Rodríguez y sus exnovios maltratados. La violencia inversa no es divertida y no cambia el significado del abuso.

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Belén Rodríguez y sus exnovios maltratados. La violencia inversa no es divertida y no cambia el significado del abuso.

Belén Rodríguez y sus exnovios maltratados. La violencia inversa no es divertida y no cambia el significado del abuso.

Durante la entrevista con Belve , Belén Rodríguez Relató con una naturalidad desconcertante que había «golpeado» a todos sus exnovios . Una frase dicha casi para aligerar el ambiente, entre risas y guiños, pero que planteaba un problema mucho más serio de lo que parecía en televisión. No es la primera vez que una figura pública femenina admite un comportamiento violento: el año pasado, Loredana Bertè , en el mismo programa, también relató episodios similares con la misma franqueza.

Sin embargo, tras la sinceridad o la espontaneidad de ciertas confesiones, subyace una cuestión importante: ¿qué ocurre cuando la violencia se invierte en significado, pero no en lógica?

La violencia "a la inversa" no es liberación.

Durante siglos, la violencia masculina ha sido parte integral del poder , especialmente en las relaciones . Ha sido la forma más directa —y devastadora— en que el patriarcado ha impuesto su control. En el contexto italiano , según el ISTAT, el 31,5 % de las mujeres de entre 16 y 70 años ha sufrido algún tipo de violencia física o sexual al menos una vez en su vida . Para 3 millones de ellas (el 13,6 % de las mujeres italianas), la violencia física o sexual fue perpetrada por su pareja actual (5,2 %) o expareja (18,9 %).

Queda claro, entonces, que cuando una mujer comete violencia, ya sea física o simbólica , lo hace en un contexto completamente diferente : no existe igualdad de poder ni la misma historia de opresión. Pero esto no significa que el acto se vuelva aceptable, ni siquiera liberador. Reproducir la lógica del golpe —«Me han herido, así que atacaré»— no subvierte el modelo tóxico, sino que lo confirma. Invertir los roles no derroca el sistema, sino que lo consolida.

Aquí no hablamos de la legítima defensa de quienes reaccionan para protegerse del abuso o de una amenaza real, sino de aquellas conductas que adoptan la forma de venganza u opresión . No se trata de equiparar la violencia masculina y femenina —que tienen orígenes, frecuencia y consecuencias muy diferentes— , sino de reconocer que toda forma de agresión intencional reproduce un modelo relacional que, en cambio, debería superarse.

En *Of Woman Born*, la escritora y poeta Adrienne Rich argumenta que la ira femenina no es un problema que deba resolverse, sino una energía que debe comprenderse y transformarse. Para Rich, esta fuerza emocional, a menudo considerada destructiva o excesiva, puede convertirse en el punto de partida para el cambio político y personal , siempre que no se traduzca en venganza o resentimiento.

«La ira, cuando se expresa y se transforma en acción al servicio de nuestra visión y nuestro futuro, es un acto liberador y empoderador», explica Rich. Desde esta perspectiva, la ira no debe reprimirse, pero tampoco debe manifestarse en forma de violencia: debe transformarse en conciencia, en palabras, en acciones que no repitan aquello que queremos cambiar. Es precisamente esta transformación, no una reacción reflejada, lo que convierte la ira en un acto político y liberador.

La cultura del gesto y el riesgo de espectacularización

En una sociedad que transforma todo en contenido, incluso la violencia puede convertirse en espectáculo . Cuando una mujer famosa admite haber levantado las manos y la reacción colectiva es una mezcla de diversión, curiosidad y la sensación de "por fin alguien que dice la verdad", el mensaje que se transmite es ambiguo : que la violencia puede ser una señal de carácter, una prueba de fuerza, incluso de autenticidad.

Es un cortocircuito cultural: por un lado, condenamos la violencia masculina; por otro, aplaudimos la violencia femenina como si fuera un acto de rebeldía . Pero la emancipación no significa adoptar los códigos de poder que nos han perjudicado, sino rechazarlos .

La verdadera emancipación no proviene de repetir los mismos patrones de poder, sino de buscar otros nuevos. Se necesita una forma distinta de relacionarnos: basada en el respeto mutuo, la escucha activa y la capacidad de gestionar la ira sin convertirla en agresión. Decir «No acepto ser sometido» no significa responder con la misma violencia, sino liberarse de esa lógica.

Luce

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