En Sète, Leonor Antunes teje y alza a sus hermanas poco conocidas

El redescubrimiento de aspectos inexplorados del paisaje abigarrado, trazado en la sombra por artistas femeninas durante el siglo XX, ha sido el eje central del proyecto de la artista portuguesa Leonor Antunes durante los últimos veinte años. Y resulta muy conmovedor verla izar literalmente esta modernidad sepultada en esculturas suspendidas que semejan banderines o estandartes decididos a no ocultarse más.
En el Crac de Sète, en sus extraordinarios volúmenes y perspectivas favorables, ha imaginado un bosque etéreo cuya cada oleada surge del encuentro con las obras de artistas que han pasado desapercibidas. Un encuentro que se desarrolla tanto bajo el signo del homenaje como de la variación, mientras esta apasionada archivista, bien protegida bajo el paraguas de la hermandad, se libera del simple ejercicio de calcar para detenerse en un detalle, permitiéndose ampliaciones, ajustes y encontrando la nota perfecta.
Entre los artistas poco conocidos cuya obra ha revivido se encuentran la arquitecta y diseñadora inglesa Sadie Speight, eclipsada por su marido Leslie Martin, constructor de la indispensable Fundación Gulbenkian en Portugal, que albergó la primera versión de la exposición de Leonor Antunes en Sète (tanto es así que esta versión francesa es en sí misma una adaptación, o una variación, de una primera parte organizada en Lisboa este invierno). O la diseñadora Marian Pepler, contemporánea de la primera, cuyo patrón geométrico de alfombra...
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