En el Festival Off de Avignon, "Une choose vraie", con Ysanis Padonou, deja al público petrificado de emoción.

Detenerlo todo y tomarse el tiempo para reflexionar sobre lo sucedido. Respirar hondo, dejar que los segundos se desvanezcan antes de volver a salir a la calle, tambaleándose, bajo el sol. No porque embriague el cuerpo con su calor. Sino porque acaba de producirse una conmoción en el frescor de un teatro. De eso también se trata el Festival de Aviñón. Una serie de espectáculos que se suceden año tras año, y entonces, de repente, aparece un artista que arrasa con todo a su paso. Algo, «algo real», ha roto con lo común.

Aquí está la imagen: un público petrificado de emoción. Una actriz postrada, con el torso encogido en estado fetal tras una hora y veinte minutos de una actuación deslumbrante, esencial (sin duda) e inolvidable (probablemente). La comunión, ese grial invocado tantas veces en el teatro, pero que allí se manifiesta tan poco, este punto de encuentro fantasioso es la nota final, definitiva y conmovedora del monólogo ofrecido en el Train bleu: Une chosen vraie .

El título debe tomarse literalmente. Sobrio, apoético y fríamente neutral, es factual. Todo lo contrario a las tormentosas percepciones que provoca la historia (dirigida por Romain Gneouchev) llevada a escena por la actriz Ysanis Padonou. Sus palabras y su forma de contarlas, su historia y su manera de interpretarla: nada en esta fabulosa intérprete cede al patetismo.

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