Natal: las mejores playas y aventuras en el Nordeste de Brasil, más allá de Pipa

En el viaje desde el aeropuerto al hotel por la avenida Ruy Pereira Dos Santos no vemos pistas de por qué esta ciudad del Nordeste de Brasil está comenzando a vivir un boom de turistas argentinos.
El primer contacto con Natal, capital del Estado de Rio Grande do Norte, es en una zona industrial, con barrios residenciales de casas bajas, el Natal Moda Shopping, algún que otro Atacadista (mayorista), nada del otro mundo.
La primera señal llega al desviarnos de la Av. Joao Medeiros Filho hacia el espectacular puente Newton Navarro: a la derecha vemos el puerto de la ciudad, sobre el río Potengi; y a la izquierda se abre un panorama deslumbrante a medida que trepamos a lo alto del puente. Abajo, el barrio de Redinha, con casas bajas y techos rojos, da acceso a una larga playa de arena sobre un mar azul turquesa.
El puente Newton Navarro cruza el río Potengi hacia la zona norte de Natal. Foto PB/ViajesUnas altísimas dunas hacen de telón de fondo, mientras a la bajada del puente vemos a la izquierda la antigua Fortaleza de los Reyes Magos, llamada así porque los portugueses comenzaron a construirla, justamente, un día de Reyes: el 6 de enero de 1598.
“En un radio de dos horas y media desde Natal tenemos cuatro destinos muy buscados de Brasil para vacaciones. La propia Natal y Pipa, a una hora y media, son dos de ellos, los más conocidos. Pero en la reciente FIT de Buenos Aires presentamos también San Miguel de Gostoso, a una hora y media de Natal, y Galinhos, muy cerca de San Miguel de Gostoso”, dice el presidente del Emprotur de Rio Grande do Norte, Raoni Fernandes, destacando que buscan mostrar que el estado es “mucho más que Pipa”, adonde va el 90% de la gente.
Entre esos visitantes, la mayoría son argentinos: “Este verano vamos a tener cinco veces más oferta de vuelos que el año pasado. JetSmart empieza el 30/12 con vuelos directos diarios, y ya hay tres de Gol, por lo que van a ser 10 vuelos semanales directos desde Aeroparque y Ezeiza; 40 vuelos directos a Natal por mes en enero, febrero y marzo”, dice Raoni, y destaca: “en los primeros tres meses de 2026 tendremos unos 2.000 asientos disponibles, casi 500% más que el año pasado”.
"Rio Grande do Norte es mucho más que Pipa", dice el presidente del Emprotur, Raoni Fernandes. Foto ShutterstockPipa es, claro, el destino más conocido de Rio Grande do Norte, muy visitado por argentinos e incluso muy elegido por muchos para vivir y trabajar; caminar por sus calles es encontrarse con argentinos a cada paso; en tiendas, en hoteles, y sobre todo en restaurantes.
¿Y Natal? Llegamos justamente para comprobar qué se puede ver y hacer en esta ciudad de casi un millón de habitantes, considerada la capital estadual brasileña más cercana a África; de hecho, está más cerca de Sierra Leona o Guinea que de algunas capitales de América del Sur (por caso, Buenos Aires está a 4.000 km).
“De aquí a la costa de África hay 2.880 kilómetros”, dice nuestra guía Shirley Pessoa, de Potiguar Turismo, mientras pasamos por Ponta Negra, que además de una hermosa playa, es el barrio de la movida nocturna; con bares, restaurantes, hoteles, tiendas.
La playa de Ponta Negra; detrás, el Morro do Careca, un área protegida. Foto ShutterstockPonta Negra es la playa más popular de la ciudad, con sus costas resguardadas por el Morro do Careca, una silueta emblemática a la que no se puede acceder, porque es una reserva protegida.
En materia de playas, el río Potengi y la propia ciudad son como una división natural; de allí se puede ir hacia las playas del norte y hacia las playas del sur.
Yendo al sur, pasamos por el Centro de Cultura Espacial del Centro de Lanzamiento de Barrera del Infierno, donde en la década de 1960 comenzaron a lanzarse los primeros cohetes brasileños al espacio. Hoy sigue activo y tiene un pequeño museo donde sacarse fotos con trajes de astronautas y modelos de cohetes y aviones.
Cohetes brasileños en el Centro de Cultura Espacial. Foto PB/ViajesSeguimos camino al sur, y tras pasar cerca de las praias de Barrera del Infierno, Pium y Cotovelo, atravesamos la pintoresca Vila Feliz, con casas de colores y productores de frutas -açaí, abacaxí, fresas y más-, y hacemos una imprescindible parada en Pirangi.
Con ustedes, el cajueiro (árbol de cajú) más grande del mundo: tiene 9.500 metros cuadrados, una manzana entera. Los científicos dicen que es por una anomalía genética y que sigue creciendo -1,5 metros cada año-. Por ahora construyeron una estructura metálica sobre la avenida Márcio Marinho para que pueda extenderse hacia ese lado.
Esa mancha verde es un solo árbol: el cajueiro de Pirangi, el árbol de cajú más grande del mundo. Foto ShutterstockSe estima que tiene unos 115 años y está protegido -se cobra una entrada de 8 reales para verlo-, aunque se pueden recolectar sus castañas, que son muchas: equivalen a la producción de unos 70 árboles de cajú “normales”. Figura en el Guinness de los Récords desde que era “chiquito”, cuando su volumen era de 7.500 m2.
Bueno, pasamos muchas playas, casi todas con pequeños pueblos, posadas, restaurantes y bares, y hasta ahora no paramos en ninguna. Y seguimos al sur pasando por Pirangi do Norte, Pirangi do Sul, Pirambuzios, Das Tartarugas, la larga praia de Buzios -sí, aquí hay otra Buzios, menos visitada que la que frecuentaba Brigitte Bardot-, Tabatinga o Bonita.
La playa de Camurupim, una laguna de olas suaves protegida por los arrecifes. Foto ShutterstockHasta que paramos en Maria Farinha, un restaurante con mesas en un parque verde frente al mar en la playa de Camurupim, con una línea de arrecifes muy cerca que ataja las olas y convierte a la playa en una gran piscina de olas suaves y agua tibia. Como para no salir nunca del mar, pero nos llaman a comer.
El plato central es otro pescado muy común aquí, la chova, acompañada de papas fritas, arroz, frijoles verdes. También hay camarones en distintas preparaciones, el plato infaltable en esta zona de Brasil (porción de camarones apanados para dos, desde 110 reales, $ 30.000).
Sabores frente al mar en la playa de Camurupim. Foto PB/ViajesNuestro hotel en Natal está sobre la Vía Costera, una avenida que se abrió entre un inmenso campo de dunas y el mar en la década del 80 y, dicen, fue el punto de partida para el turismo.
En el hotel Wish, todas las habitaciones miran al mar, al igual que su inmensa piscina, y a lo largo de este paseo costero hay varios hoteles de alta gama con salida a la larga playa, que conecta Ponta Negra en el sur con la praia de Mãe Luiza en el norte: poco más de 10 km de arena continuos, aunque en algunos puntos no se aconseja bañarse, por el oleaje o las piedras.
El skyline de Natal desde el hotel Wish. Al final de la playa, Ponta Negra. Foto PB/ViajesPasando un morro aparecen las playas de Miami y Arena Negra, seguidas de la de los Artistas, en un barrio de elegantes torres residenciales. Enseguida, luego de la Playa del Fuerte, trepamos el puente Newton Navarro y desde lo alto vemos Redinha, un pintoresco barrio residencial con otra larga playa a la que los fines de semana los natalenses llegan a saborear el ginga, un pescado similar a una sardina.
Casi 7 km de arenas ininterrumpidas para llegar a otra playa: Santa Rita, y enseguida a otra más, Genipabu, famosa no solo por sus arenas de más de 2 km de largo y sus bares a orillas del mar, sino sobre todo, por el inmenso campo de dunas que se levanta a sus espaldas.
El buggy por las dunas de Genipabu es un imperdible en Natal. Foto @tainah.lucena/EmbraturLas dunas de Genipabu conforman un gran complejo de dunas de arena blanca que, además de un área de preservación ambiental, es uno de los principales destinos turísticos de Natal.
Aquí hay varias formas de disfrutar; desde paseos en dromedarios o el viejo y querido culipatín hasta sandboard y la más popular: los famosos paseos en buggy, ofrecidos por varias empresas (500 reales por buggy hasta 4 pasajeros).
“Son buggys fabricados aquí, en Natal”, me dice nuestro conductor, Souza, al tiempo que pega un volantazo y nos desplomamos barranca abajo por una enorme duna, cual montaña rusa. Trepa otra y al llegar arriba, marcha atrás y ¡oooopss!, abajo y de espaldas, provocando más alaridos.
Para ir de Genipabu a Jacumã hay que cruzar el río Ceará Mirim. Foto PB/ViajesEntre tanta adrenalina hay algunas paradas, como en lo alto de una duna con vistas a la Laguna de Genipabu -de agua dulce-, o en la cima de la duna costera, desde donde se divisa la playa y el mar, y una hamaca con un cartel en forma de corazón invita a la foto.
A lo lejos asoma el perfil de la ciudad. Pero ahora seguimos al norte, cruzando el río Ceará-Mirim con los buggys sobre balsas, mientras los bañistas disfrutan de la playa Barra do Rio. Muy cerca está Jacumã, otra larga playa de arena blanca, otro pueblo lleno de posadas y restaurantes.
Hacia el otro lado de la playa, las dunas, y pasándolas, la pequeña laguna de Jacumã, con pequeñas aventuras, como volar por una tirolesa para terminar acuatizando, un gomón o una tabla de barrenar para bajar la duna a toda velocidad y terminar también en el agua, para subir remolcado en un carrito.
Una tirolesa al agua en la laguna Jacumã. Foto ShutterstockA la hora del almuerzo paramos en el restaurante Miramar, un buffet con todo para elegir (por 100 reales, $ 29.000. todo libre menos el postre, que es uno por persona), y especialmente sabores del mar; ese que está apenas bajando unos pocos escalones.
Caminamos unos metros y hacemos base en la playa para correr a zambullirnos en las olas del mar cálido: el agua en octubre promedia los 27,1°C, y a lo largo del año oscila entre 26,5° y 28,3°.
De vuelta en la ciudad, paramos en la Vila da Ponta Negra para ver trabajar a las rendeiras (encajeras) de la asociación local, un grupo de mujeres (y un hombre) que mantiene viva esta larga tradición del encaje de bolillo, una técnica traída por los portugueses.
Las rendeiras, tejedoras de encajes, en plena tarea. FOto @tainah.lucena/EmbraturEntre ellas, María, la fundadora de la asociación, que a sus 91 años se sienta varias horas cada día en la vereda a tejer. A su lado, una niña de 7 años junto a su abuela y su bisabuela, todas tejiendo encajes.
Pruebo tejer unos puntos y me llevo de regalo una hermosa pulsera de la suerte, que aún me acompaña y espero siga haciéndolo mucho tiempo más.
En el imponente estadio Arena das Dunas -construido para el Mundial 2014-, Natal celebra cada año el festival MADA – Música, Alimento para el Alma, que este año, a mediados de octubre, reunió a más de 40.000 personas, lo que lo consolida como uno de los eventos de música más grandes de Brasil y el más importante en el Nordeste.
Mada-Música, Alimento para el Alma, es el evento musical más importante del Nordeste de Brasil. Foto turismo Rio Grande do NorteDurante dos noches, el MADA celebra la diversidad musical, cultural y artística, y este año por sus tres escenarios pasaron artistas como Liniker, João Gomes, Mestrinho y Jota. Pê (de Dominguinhos), Marina Sena y Don L, además de figuras prometedoras de la escena independiente.
También hubo distintas experiencias, como una tirolesa que cruzaba de lado a lado el estadio, un estudio de tatuajes, un toro mecánico, espacios instagrameables, tiendas de moda y un área de belleza, creando un ambiente festivo muy vibrante.
“El festival MADA lleva la frescura de la juventud pero camina con la sabiduría de quienes se acercan a las tres décadas de historia. Llegar a la 27ª edición con este reconocimiento del público y la crítica prueba que vamos por buen camino”, dijo Jomardo Jomas, creador y director del festival.
Vista de la ciudad desde la Fortaleza de los Reyes Magos. Foto PB/ViajesEn verano, Gol tendrá tres vuelos semanales directos a Natal desde Aeroparque y Ezeiza, y otros con conexión; y JetSmart, un vuelo directo diario desde el 30 de diciembre. Los pasajes se consiguen desde US$ 699 ida y vuelta.
Hay gran oferta de hoteles, posadas y casas de alquiler en Natal y playas cercanas. En el hotel Wish, en la Via Costera, desde US$ 285 la habitación doble con desayuno.
Los sabores del mar, siempre presentes. Foto PB/ViajesClarin



