Dieta sin gluten, anticáncer o ayuno intermitente: lo que no te cuentan sobre sus riesgos reales
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Las redes sociales y el boca a boca son los canales más rápidos para transmitir modas, ya sea de ropa, de maquillaje, de series o películas… y la alimentación no escapa a ello. Son cientos los perfiles en plataformas como TikTok o Instagram donde usuarios cuentan la dieta milagro que están siguiendo y lo bien que funciona. Y es posible que, al principio, tengan buenos resultados como dicen, pero no siempre se comenta qué ocurre a largo plazo y como, en ocasiones, puede acabar poniendo en riesgo nuestra salud.
Mireia Hurtado, psicóloga general sanitaria y dietista, desgrana en su libro Alimentación compasiva (Alienta, 2025) algunas de ellas. La primera es la dieta sin gluten por elección, es decir, sin que la persona sufra celiaquía o intolerancia que justifique esta decisión. Las razones que llevan a no consumir productos que lo contengan es porque inflama, engorda, perjudica la salud cardiovascular… todo son argumentos que no están científicamente comprobados, tal y como relata esta experta, quien insiste en que ni es más sana ni adelgaza.
"Al quitar el gluten, la gente está restringiendo los hidratos de carbono. Eso, a corto plazo, puede llevar a la sensación de que es el gluten el problema y adelgazará, pero después sufrirá las consecuencias: con esta restricción, el cuerpo no está bien nutrido porque hay una falta de nutrientes muy importantes que están en los cereales, como son las vitaminas del grupo B o los minerales como el magnesio; hay un déficit que puede provocar que acabe debutando en atracones", explica esta especialista en psicología de la alimentación. Es decir, está el riesgo de que al final propio miedo a comer ese alimento dirija a la persona y entre en un circuito donde esa regla puede derivar en un trastorno de conducta alimentaria.
¿El ayuno intermitente a largo plazo es viable?Aunque si hablamos de formas de alimentación virales, el ayuno intermitente no puede faltar. En los últimos años, miles de personas se han ido sumando a esta práctica que, en teoría, está avalada por la ciencia. Se trata de comer en ciertos márgenes que pueden ser de un máximo de 8 o 12 horas, por ejemplo. Los resultados que se les atribuyen son numerosos: prevenir el envejecimiento celular, ayudar a la salud cardiovascular y a nivel antioxidante y, como no, es una opción para adelgazar.
La trampa está en que al principio puede tener un efecto, al igual que pasa con la dieta sin gluten, pero hay que poner la vista más allá: "Perdemos flexibilidad y capacidad de adaptarnos al momento presente. Si venimos de estar trabajando muchísimas horas, por ejemplo, llegamos a casa cansados y debemos comer en ese margen de horas, a lo mejor no es lo que más se adapta a lo que necesitas, tanto física como emocionalmente", relata.
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Sostenido en el tiempo comienzan a aparecer dificultades. Para ejemplificarlo, Hurtado comenta que la parte del cerebro que regula las señales de hambre y saciedad comienza a detectar que no hay comida suficiente a largo plazo. "A partir de ahí, empieza a producir toda una serie de síntomas internos que tiene que ver con luchar para garantizar la supervivencia. Es decir, vamos a experimentar necesidad de comer con urgencia, estaremos todo el día pensando en comida, tendremos la sensación de empezar a comer y no poder parar, y de ahí los atracones y la sobreingesta", asegura.
En toda esta cuestión también destaca la culpa cuando no consiguen mantenerlo, con frases como "no lo estoy haciendo bien", "hay algo que está mal en mí" o "no soy capaz de hacerlo".
Más allá de estas tan populares, también hay otras que merecen especial atención, como la dieta anticáncer, que se suele utilizar durante el proceso oncológico. Consiste en eliminar alimentos que se consideran inflamatorios y que 'alimentan' el cáncer o perjudican el sistema inmunitario. En este grupo se incluirían los que contengan muchos azúcares, los procesados o incluso a veces los hidratos de carbono "porque esa parte de azúcar que lleva se considera que alimenta, digamos, la célula cancerígena".
"Este tipo de alimentación evidentemente tiene la intención de que la persona pueda recuperarse y puede ayudar muchísimo en el proceso, pero lo que alerto es que se tiene que tener cuidado porque si se hace desde un lugar demasiado rígido puede ser una gran fuente de estrés para la persona, que ya de por sí está sosteniendo muchísimo. Entonces, eliminar alimentos que son más placenteros puede ser contraproducente con el tiempo", ahonda.
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Esto no se traduce en que anime a no comer sano, pues es importante que haya una alimentación nutritiva rica en frutas y verduras. El problema reside en la rigidez de la misma: "Si ponemos demasiado la mirada en la alimentación nos puede llevar a esa obsesión. Desde el miedo, lo único que estamos haciendo es agregar cortisol".
Es decir, la cuestión es que en estas formas de alimentarse relatadas conllevan una hiperatención hacia lo que se come, lo que puede derivar en generar ansiedad y estrés. Por ello, anima a valorar los beneficios y las contraindicaciones y hacerlo "desde un lugar muy flexible y muy individualizado". "Tenemos que tener muchísimo cuidado porque son dietas que nos ponen en riesgo", concluye.
El Confidencial