Relación entre el autismo y la selectividad alimentaria
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¿Cuántas veces como padres no hemos mostrado preocupación por los hábitos de alimentación de nuestros hijos? Y no precisamente por negarse a comer frutas o verduras, sino porque el rango de alimentos que prefieren consumir se cuentan con los dedos de una mano ¡y sobran dedos!
Ante la inquietud recibimos respuestas como "déjalo sin comer y lo hará cuando tenga hambre", "tiene que comer lo que hay en la mesa o nada" o "los niños pequeños son quisquillosos", pero ¿qué pasa cuando este desafío trasciende una etapa típica del desarrollo infantil y se convierte en un problema?
Este fenómeno se denomina selectividad alimentaria, una condición bastante común en el autismo, que se manifiesta desde temprana edad, y que se refiere a los hábitos alimenticios restringidos que incluyen el rechazo constante a ciertos alimentos, impactando tanto el estado nutricional de quienes lo padecen como la dinámica familiar.
Dentro de las causas de la selectividad alimentaria se combinan varios factores como los aspectos sensoriales que incluyen el color, textura, temperatura, olor, etc, la motricidad, alteración de la microbiota intestinal y factores cognitivos como la rigidez mental.
Las personas con el trastorno del espectro autista (TEA) que sufren la restricción tienden además a experimentar fijación en ciertos tipos de alimentos que no les causa esa aversión sensorial y por su rigidez cognitiva hace que se sientan más cómodos consumiendo lo mismo.
Pero cabe destacar que estas comidas deben ser cocinadas y presentadas de la misma forma siempre, en el peor de los casos hasta de la misma marca porque de lo contrario se produce el efecto contrario aunque el cambio haya sido mínimo.
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Por ejemplo, una persona con TEA puede que le guste el arroz y las habichuelas, pero si se le presenta el plato mezclado es probable que ni lo toque.
Por tanto, una dieta restrictiva carente de vitaminas, minerales y otros nutrientes necesarios para un crecimiento adecuado, puede afectar negativamente la salud general del niño incluyendo la concentración, la memoria y otras habilidades importantes para el aprendizaje.
Para abordar la selectividad alimentaria se requiere una combinación de diferentes estrategias y adaptaciones que respeten las necesidades del niño, así como también promuevan un ambiente relajado en el entorno familiar y una relación sana con la comida.
- Un niño puede necesitar hasta 20 intentos para probar un alimento nuevo. La exposición gradual y la repetición son la clave para lograrlo.
- No obligarlos a comer, ya que esto puede provocar más rechazo y ansiedad.
- Recompensar cualquier intento de probar un nuevo alimento.
- Ofrecer variedad aun sea una muy mínima cantidad.
- Dejarlos que participen en la elección y preparación de los alimentos, haciendo de la cocina un lugar de exploración sensorial y divertido.
- Consultar con un terapeuta conductual que puede trabajar la integración sensorial y las dificultades motores orales.
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