Tesla se cae de la ‘superliga’ bursátil: vale menos de un billón y sale del Top 10
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
Elon Musk se despertó este miércoles con una fortuna 15.000 millones de dólares inferior a la del día anterior. Al amanecer del jueves, la sangría sumaba otros 7.600 millones. El patrimonio del principal accionista de Tesla está acusando la caída de las acciones del fabricante de coches eléctricos, golpeadas por una riada de datos negativos. Las ventas del grupo cayeron en enero un 45% en Europa, donde ha pasado de vender 18.161 automóviles a solo 9.945, pese a que el mercado de vehículos eléctricos creció. El impacto se ha sentido especialmente en las grandes economías europeas. Las comercializaciones retrocedieron un 63% en Francia, hasta su nivel más bajo desde agosto de 2022. En Alemania, donde su figura crea una creciente controversia por su apoyo a la ultraderechista AfD, la cosa fue aún peor, con 1.277 coches vendidos, su suelo desde julio de 2021. Y en el caso de España, las matriculaciones se derrumbaron un 75,5%, hasta solo 268 unidades.
Aunque hay encuestas que hablan de una creciente percepción negativa hacia el multimillonario, es complicado medir hasta qué punto la hiperactividad política de Musk le está pasando factura a sus negocios, porque hay otros factures que influyen, como la competencia de la china BYD o los problemas de inventario. Pero en las variables que sí son medibles, las cifras están empeorando con rapidez: el beneficio de Tesla cayó a la mitad en 2024, con los ingresos casi estancados. En el cuarto trimestre, el último del que hay números, los ingresos totales crecieron un 2%, pero con una caída del 8% en los procedentes de sus coches eléctricos, a raíz de los descuentos y promociones para animar las ventas. Solo el mejor comportamiento del negocio de almacenamiento y generación de energía, que duplicó con creces su facturación, evitó una debacle mayor.
Es cierto que los títulos de Tesla todavía están en torno a un 15% por encima del día de las elecciones en EE UU, pero la tendencia parece haberse invertido, dejándose casi un 40% de su valor desde su pico del 17 de diciembre. En paralelo lo ha hecho la hacienda del hombre más rico del mundo, que ha pasado de los 464.000 millones de dólares de aquel día, a los 356.000 millones actuales, más de 100.000 millones menos. Aun así, mantiene todavía una importante brecha frente a Mark Zuckerberg (Meta) y Jeff Bezos (Amazon), prácticamente empatados justo detrás en torno a 230.000 millones.
Ese descenso, superior al 8% solo este martes, y del 4% el miércoles, ha empujado la capitalización bursátil de Tesla por debajo del billón de dólares, y la deja como el eslabón más débil de los Siete Magníficos. De ese exclusivo club de tecnológicas, es la que peor lo está haciendo en los parqués, y no se puede decir que al resto le está yendo demasiado bien últimamente: su valor de mercado combinado ha caído en torno a 1,5 billones de dólares desde el 17 de diciembre. Eso ha permitido tanto a los gigantes de los chips TSMC y Broadcom, como a Berkshire Hathaway, el conglomerado dirigido por Warren Buffett, rebasar a Tesla en la lista de mayores cotizadas del planeta. La compañía de Musk es ahora undécima, fuera ya del top ten.
Buffett, conocido como el Oráculo de Omaha por su capacidad legendaria para batir al mercado, es la antítesis de Musk. Es discreto y austero —vive en la misma casa desde hace casi siete décadas—. No tiene presencia en redes sociales. Llegó a declararse demócrata públicamente. Es favorable a que las grandes fortunas paguen más impuestos. Y su filosofía de inversión tiene como uno de sus principios básicos elegir empresas cuyo negocio entiende —su longeva participación en Coca-Cola es el ejemplo más claro—. El magnate nacido en Sudáfrica, en cambio, incendia las redes sociales prácticamente a diario, la Administración republicana de Donald Trump le ha dado el cargo de supervisor del Departamento de Eficacia Gubernamental para acometer ingentes recortes de gasto público, y ha construido un imperio empresarial gracias a su habilidad para abrirse paso en industrias de vanguardia sobre las que no hay una visibilidad clara acerca de su futuro, desde el coche eléctrico a la inteligencia artificial, pasando por el sector aeroespacial, las redes sociales o la neurotecnología.
Distracciones políticasLa valoración de Tesla lleva años generando suspicacias. Una pregunta, la de cómo es posible que un fabricante de automóviles valga en Bolsa tanto como sus diez siguientes competidores juntos, lleva tiempo sobrevolando la escena. La respuesta de Musk es que Tesla no es una empresa de motor, sino una estrella ascendente de la inteligencia artificial y la robótica, dos de los sectores más en boga, y eso le otorga un potencial de crecimiento que hace que sus múltiplos no tengan que seguir la lógica de rivales como Toyota, Volkswagen o Stellantis.
Ese mensaje convive con otra realidad: la de su creciente dedicación a actividades que nada tienen que ver con Tesla. “¿Le importa a Elon Musk seguir vendiendo coches?”, titulaba The New York Times un artículo reciente, aludiendo a su aparente pérdida de interés por los negocios mundanos en favor de las mieles de la política.
EL PAÍS