¿Por qué Europa se está quedando atrás?
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El año 2024 no fue precisamente benévolo con Europa. Mientras Estados Unidos crecía un 2,7%, la economía de la Unión Europea (UE) apenas avanzó un 0,9%. Alemania, tradicional locomotora de muchos índices financieros e industriales, cerró el año en recesión y Francia sufrió importantes turbulencias políticas que provocaron, incluso, la caída del gobierno. En los mercados, la diferencia fue aún más grande: el Eurostoxx 600 se revalorizó apenas un 5,4%, mientras que el S&P 500 estadounidense se disparó más de un 23%.
Según las proyecciones macroeconómicas del Banco Central Europeo (la última, de diciembre de 2024, antes del escenario geopolítico de este febrero) la inflación fluctuará en torno al objetivo del BCE del 2% a partir del segundo trimestre de 2025. Lo dicho, un año, cuando menos, complicado. Y marcado por factores que no han cambiado. La economía europea se enfrenta a importantes retos para recobrar una senda de prosperidad.
Dificultades en la economía europeaEl crecimiento de Europa se ha estancado, con Alemania y Francia como principales ejemplos de economías en crisis. Desde 2021, por ejemplo, la producción industrial germana ha caído un 16%, y la inversión corporativa no levanta cabeza, entre otras cosas porque las previsiones a futuro son poco halagüeñas. Y no es una excepción, sino el patrón dominante en la mayor parte de economías de la UE.
La combinación de impuestos relativamente elevados respecto a otras jurisdicciones, una elevada burocracia y una regulación que puede estar frenando la competitividad y el crecimiento de las empresas europeas son algunos de los factores más señalados por expertos como los causantes de este mal momento.
Un marco al que además se suman dos amenazas que han brotado recientemente: la feroz competencia de China, que está desplazando a las empresas europeas en sectores clave, y el encarecimiento de la energía tras la guerra en Ucrania. Los costes energéticos en Europa superan con creces a los de Estados Unidos y China, un golpe duro para la industria europea.
El resultado de todos estos elementos no solo es una combinación de resultados pobres y malas perspectivas, sino problemas que también han contribuido a reforzar otra de las grandes deficiencias históricas del tejido productivo de la vieja Europa: la falta de inversión en innovación.
La tecnología, decisivaSegún esas prospecciones del BCE de hace apenas dos meses, la actividad económica de la zona euro debería recuperarse gradualmente en un contexto de considerable incertidumbre sobre la convulsa situación de las relaciones internacionales y las políticas económicas. Se vería respaldada por el aumento de las rentas de los hogares, la resiliencia del mercado laboral y cierta relajación de las condiciones de financiación.
De momento, con los datos en la mano, Europa sigue siendo una importante potencia industrial, pero en el sector tecnológico (el gran agitador del siglo XXI) se ha quedado visiblemente rezagada. Esto tiene mucho que ver con el hecho de que las empresas europeas invierten en I+D casi la mitad que sus rivales del otro lado del Atlántico.
¿El resultado? Mientras gigantes tecnológicos como Apple, Microsoft o Nvidia han emergido en EE UU, en Europa no ha nacido ninguna empresa de más de 100.000 millones de dólares en las últimas cinco décadas, lo que puede resultar inquietante.
Ahora bien, no todo son malas noticias, particularmente en lo que se refiere a los mercados. Europa sigue siendo uno de los tres grandes bloques económicos del mundo y ahora parecen haberse dado cuenta de sus grandes deficiencias. Si se comienza a poner remedio podemos estar ante un cambio de tendencia muy relevante. En este último vídeo de Si lo hubiera sabido se cuentan todos los detalles.
EL PAÍS