Montjuïc: relatos de la montaña mágica del Tour de Francia, que volverá a escena en 2026
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Antes de ser la montaña olímpica, la mole de Montjuïc, cementerio, castillo y estadio, fue la montaña del ciclismo, y volverá a serlo el primer fin de semana de julio de 2026 cuando durante varios días la ciudad de Barcelona organice las dos primeras etapas del Tour de Francia, ambas alrededor de Montjuïc, su centro, como lo fue en las tres anteriores llegadas del Tour a la capital de Cataluña, en 1957, 1965 y 2009, como lo fue también en los dos campeonatos del mundo disputados en Barcelona, el de Gimondi contra Merckx y Ocaña en 1973 y el de Criquielion en 1984. Y en Montjuïc termina la Volta casi todos los años y allí, hasta hace nada, se celebraba la Escalada, la prueba que cerraba en octubre el calendario mundial.
El tótem de Montjuïc, insólita manera de homenajear a la montaña y, también, de borrar el mal recuerdo de la tormentosa y oscura contrarreloj por equipos que en el Eixample inauguró la Vuelta de 2023 el último sábado de agosto. La segunda etapa del Tour, más clásica, saldrá el domingo cinco de Tarragona y terminará también en la cuesta del Estadi olímpico. De la tercera solo se sabe aún que partirá el lunes seis de Granollers en dirección al sur de Francia, probablemente para terminar en Perpinyà.
Desde la capital de la Catalunya Nord partió, justamente, la 15ª etapa del Tour de 1957, la primera que terminó en Montjuïc. La afición estaba muy enfadada con el equipo español por la retirada inexplicable del ídolo Bahamontes cinco días antes y Bernardo Ruiz, el ciclista que acaba de cumplir 100 años, aún recuerda su entrada en la capital catalana, pues él formaba parte de grupo de cuatro que llegó destacado (terminó cuarto, ganó el francés René Privat). En la tribuna presidencia, el alcalde entonces, José María de Porcioles, y a su derecha, su teniente de alcalde y delgado de Deportes con su camisa azul de Falange, Juan Antonio Samaranch. “Ha sido lamentable que después de trabajar ocho días todo el equipo para Bahamontes, éste, sin más ni más abandonara”, lamentó el corredor de Orihuela. “Dice que le dolía el brazo por las inyecciones de calcio que le ponía Luis Puig, nuestro director. Sí, duelen un poco, pero no es para abandonar”. Hubo ración doble de Montjuïc ese 1957. Por la tarde, una cronoescalada individual sirvió para que se exhibiera Jacques Anquetil, el normando debutante que acabaría unos días después ganando el primero de sus cinco Tours.
En 1965, la segunda vez que el Tour llegó a Barcelona, llegó por delante de todos un hombre solo, José Pérez Francés, un chaval cántabro que vivía en el Poble Sec, donde su mujer, su madre y su cuñado llevaban un bar y que se había escapado nada más comenzar la etapa, en Ax les Thermes, 223 kilómetros antes. “Iba tan destrozado y tan pendiente del empedrado y tan pendiente de las vías del tranvía del Paral·lel que ni siquiera vi a mi madre”, reconoció Pérez Francés, una de las grandes figuras del ciclismo español en la década. Desde la tribuna junto al Estadi le aplaudieron José Elola Olaso, Delegado Nacional de Deportes y, a su derecha, Juan Antonio Samaranch, su delegado en Cataluña. Al día siguiente, sábado, terminó también en la misma meta el Tour del Porvenir, que ganó el madrileño Mariano Díaz. Y el domingo, como gran celebración para todos los ciclistas, en el Passatge Rivadeneyra, junto a la Plaça de Catalunya, se ofició una multitudinaria misa de campaña en francés, español, italiano y alemán. El catalán estaba prohibido.
En 2009, la última llegada del Tour a Montjuïc, contó con speaker en catalán, pero su voz poco se oyó en un final de etapa marcado por una gran tormenta y por numerosas caídas de los corredores en el Eixample antes de ascender. Ganó el noruego Thor Hushovd.
EL PAÍS