A Álex Palou, lo busque o no, se le está poniendo cada vez más cara de Fórmula 1
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Hace unos meses en una entrevista, Álex Palou afirmaba que el tren de la Fórmula 1 había pasado ya para él. El argumento tenía toda la lógica. Para qué perseguir un futuro sin garantías en la especialidad reina del automovilismo, cuando en Estados Unidos las cosas le van muy bien a nivel profesional. Gana carreras sin parar, tiene al aficionado estadounidense en el bolsillo, le va bien a nivel económico y hasta goza de libertad para hacer cameos en otras competiciones. Pero igual es la Fórmula 1 la que no se puede permitir prescindir de Álex.
Que Álex Palou sea el gran dominador de la presente era del campeonato Indycar es una obviedad. Desde su debut ha ganado todos los campeonatos en los que ha participado menos dos. De hecho, habría ganado también el de 2023 de no haber tenido la trifulca legal en la que se vio envuelto con McLaren. Pero lo de 2025 es una vuelta de tuerca sobre todo lo anterior. El catalán parece que juega a un deporte diferente al de sus competidores. La superioridad y el dominio que ejerce son abrumadores.
Los datos hablan por sí solos. Tres carreras ganadas de cuatro posibles esta temporada, decimocuarta victoria en el campeonato y un dato que ilustra de forma elocuente la superioridad sobre sus rivales: el gerundense alcanzó en Barber la vuelta número mil liderando una carrera, un hito logrado en su participación número 80 en el campeonato. Por poner perspectiva, es un hito logrado catorce carreras antes de que lo hiciera Scott Dixon, que con seis títulos en su haber es uno de los grandes de la especialidad a nivel histórico.
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Hay que remontarse muchos años atrás para encontrar un piloto que dominara con tal insolencia el campeonato. Lo curioso, es que lo único parecido que se encuentra en la historia son dos pilotos que, como Álex, pilotaron para Chip Ganassi Racing y llevaban motor Honda: Alex Zanardi y Juan Pablo Montoya. Y tanto el primero como el segundo acabaron en la Fórmula 1 porque se entendía como un desperdicio que semejantes talentos no se disfrutaran fuera de Norteamérica.
Está claro que Chip Ganassi tiene olfato para identificar talento. Su equipo siempre ha sido uno de los mejores junto a Andretti y Penske, pero siempre han sido sus pilotos los que han puesto la guinda al pastel. Zanardi y Montoya dejaron la Indycar y se fueron a la Fórmula 1 fichando por Williams. El primero fracasó y el segundo triunfó. El bajo nivel de Zanardi reavivó los prejuicios existentes desde los años de Michael Andretti, acerca del bajo nivel del campeonato, pero los éxitos de Montoya demostraron que no era el caso.
Alex Zanardi llegó a una época muy mala de Williams, se encontró con un cambio de reglamentación de neumáticos que se le atragantó desde el principio. Y probablemente también, el italiano subestimó el reto y confiado en sus éxitos americanos, quizá no puso el mono de trabajo todo lo que debiera haberlo hecho. Tampoco fueron fáciles los comienzos de Juan Pablo Montoya en la Fórmula 1 que se vio ampliamente superado por Ralf Schumacher el mismo piloto que había machacado anteriormente a Zanardi.
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Pero una vez que Juan Pablo Montoya le cogió el pulso a los neumáticos y las reacciones del Fórmula 1, se convirtió durante una época en el único piloto de poner firme de vez en cuando a Michael Schumacher. En aquellos años, el alemán dominaba la especialidad con la misma mano de hierro que en la actualidad Álex Palou lo hace en el campeonato Indycar. En conjunto, es obvio que la parrilla de Fórmula 1 tiene más talento que la de Indycar, pero no por ello hay que subestimar a los rivales de Palou.
Calum Illot, Scott McLaughlin, Pato O´Ward, Felix Rosenqvist o Robert Schwartzmann y algunos pilotos mas no han llegado a la Fórmula 1, pero en las categorías inferiores, peleaban de tú a tú con la nueva camada de talento de los Oscar Piastri, Ollie Bearman o Franco Colapinto. Sólo hay que ver cómo un ex Fórmula 1 como Marcus Ericsson deambula siempre de media parrilla atrás para darse cuentaque, al otro lado del Atlántico, Álex Palou también tiene rivales de muchos quilates.
Por eso puede resultar engañosa la superioridad mostrada el pasado domingo por Álex Palou en el circuito del estado de Alabama. Scott McLaughlin que completó el podio detrás de Christian Lundgaard, lo definió de forma muy simple: "Cuando ves a alguien como Álex en su plenitud, lo único que nos queda al resto es mirar e intentar dar lo mejor de nosotros. Siempre tengo la sensación de que podemos ponerle las cosas difíciles, pero si sigue ejecutando las carreras como lo hace, pues no nos queda otra"
Hace unos meses en una entrevista, Álex Palou afirmaba que el tren de la Fórmula 1 había pasado ya para él. El argumento tenía toda la lógica. Para qué perseguir un futuro sin garantías en la especialidad reina del automovilismo, cuando en Estados Unidos las cosas le van muy bien a nivel profesional. Gana carreras sin parar, tiene al aficionado estadounidense en el bolsillo, le va bien a nivel económico y hasta goza de libertad para hacer cameos en otras competiciones. Pero igual es la Fórmula 1 la que no se puede permitir prescindir de Álex.
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