Por qué a tus hijos les gusta el reguetón (y tú tienes que explicarles las letras)

El único efecto secundario testado después de leer Matar al papito. Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos sí) –editorial Cúpula- es que, luego, hay que esforzarse por hacer entender al algoritmo de Spotify y Youtube que el reguetón no tiene por qué gustarte. Que las canciones que has consultado y escuchado un instante se mencionan en el libro y que forma parte de un intento de entender un fenómeno que el autor, Oriol Rosell (Barcelona, 1972), califica de “bestial”.
Para responder a parte del título del ensayo, Rosell no se corta. “En el repudio desde España hacia las músicas urbanas latinas hay rencor postcolonial”, explica a La Vanguardia . Por lo tanto, no nos gustan ni Maluma, ni Karol G, ni Daddy Yankee, ni Myke Towers, ni Bad Bunny, porque “que los hispanoamericanos hagan sus cositas, mira, no pasa nada; ahora, que las cosas que hagan tengan más éxito que las que hacemos nosotros, eso sí que no, porque a ellos los inventamos nosotros”, dice críticamente.

Karol G durante una actuación en el Santiago Bernabéu en julio de 2024
Ricardo Rubio / Europa PressPuede haber otras razones para el rechazo. El perreo , las letras, quizá ciertos ritmos... a Rosell es eso lo que no le gusta del reggaeton, como muchos otros sobre todo – como afirma el autor– de la generación X y de los primeros millennials . “Pero para que sea objeto de estudio no necesito que sea de mi agrado,” explica. “Es de aquellas cosas que están en el aire y que me interpelan para poder entender el mundo”, añade para justificar el afán por escribir Matar al papito . “No podemos despreciar este tipo de música simplemente porque no nos gusta”.
Matar al papito es tanto un viaje en el tiempo por Panamá, Nueva York y Puerto Rico para captar la génesis del reguetón, como una disección para valorar sin prejuicios lo que ha significado.
Hay rencor postcolonial en el repudio desde España a las músicas urbanas latinas” Oriol RosellAutor de Matar al papito. Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos sí)
¿Por qué es un “fenómeno bestial”? Porque, además de romper por primera vez la frontera lingüística de la lengua española en todo el mundo el panorama musical no había sufrido una sacudida tan grande desde el nacimiento del rock and roll. Un ejemplo: Bad Bunny, máximo exponente de este estilo musical, tiene treinta conciertos en San Juan de Puerto Rico. Todos los fines de semana del 11 de julio al 14 de septiembre. Todo vendido. En España, hará doce el próximo año –dos en Barcelona y diez en Madrid–, y va camino también de colgar el cartel de completo en las taquillas.
Ya se ha señalado: también hay un componente generacional en el rechazo al reggaeton. Rosell explica que los adolescentes de hoy “viven en unas circunstancias de alta densidad migratorias” que sus padres no habían vivido a su edad. “Para los niños, lo latino no es nada exótico”, asegura, por lo cual ya viven rodeados, hasta cierto punto, de un ambiente que mal llamaríamos latinizante .
Es la misma opinión de algunas familias. Marta Calvo, madre de Olívia, de 13 años, remarca que no se pueden poner puertas al campo y que “el reggaeton ha trascendido el ámbito musical, porque todo aquello que implica este estilo y todo lo que es latino está de moda, como la ropa”. “Y también esta actitud de yo disfruto y el resto no me importa”, añade.
Olívia admite que el reggaeton le gusta “bastante”, pero recibe con gusto los “toques de alerta” de sus padres, sobre todo con respecto a las letras. La sexualización de las letras es otro punto. Folc Lecha, padre de Bru y Abril, recuerda una vez que conduciendo con sus dos hijos al coche sonaba Lala , de Myke Towers. “Fui deteniendo la canción frase a frase y les preguntaba si lo entendían, y si no lo sabían se lo decía sin ambages, que básicamente era una canción sobre sexo oral”, explica.

Myke Towers, durante su concierto del Palau Sant Jordi hace pocas semanas
Alex GarciaHay más concienciación que prohibición en estos dos ejemplos. El mismo aplica a Rosa con su hijo Marcel. “Me encanta el ritmo, pero soy consciente de que algunas de las letras no son para mí y son lo paras los que me alertan”, dice Marcel, aficionado a Ozuna, JC Reyes o Quevedo.
Las canciones del reggaeton ¿son más sexualizadas que cualquier otro estilo? “No”, responde Rosell, “lo que pasa es que las entendemos porque están en castellano”. Para el autor, toda la música popular –entendida no como folklórica, sino como global– “se ha significado siempre en estructuras heteropatriarcales y machistas”. Pero hay un hecho intrínseco en el reguetón. La comparación la sirve Rosell: “Si tú haces death metal, no te pondrás a cantar de horticultura, te pondrás a cantar de masacrar, mutilar y destruir, porque es parte del estilo; si haces música pop, harás canciones de amor. Y en el caso de las músicas urbanas latinas, el discurso que utiliza está incrustado ya de origen”.
El reguetón ha desplazado el rock entre los jóvenes. El rock está tocado de muerte, porque el género no aporta nada nuevo. Es la opinión de Rosell, que argumenta que no evoluciona desde hace 25 años porque, entre otras razones, los jóvenes no se sienten interpelados por aquel sentimiento de nostalgia sentimental del rock.
Los jóvenes buscan otra cosa. Busca un entretenimiento para el cual no le hace falta la lírica del rock, razona. Vivimos una época eminentemente pornográfica. Todo es transparente. No puede haber secretos y sombras, no puede haber poesía ni metáfora”, dice Rosell para ayudar a entender por qué los adolescentes apuestan ahora por el reguetón.
Con todo, se podría pensar que el reguetón es un fenómeno revolucionario, como lo fue el rock. No es así. “No hay ninguna revuelta, sino una rendición”, afirma el autor. Precisamente por no esconderse de las cosas. Los cantantes de reguetón son, según Rosell, “hipercapitalistas”, porque han entendido que el único triunfo posible en un mundo donde todo es mercancía es el éxito económico. Y lo muestran sin vergüenza, en vídeos llenos de fajos de billetes. En este escenario, concluye el autor, los rocanroleros no encajan: ya no hay lugar para la nostalgia ni para la poesía.
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