Nuestro futuro en Brasil

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Nuestro futuro en Brasil

Nuestro futuro en Brasil

Las librerías de Río de Janeiro están llenas de pistas, de señales de resistencia política. Folha Seca ha dejado en varios rincones del local los retratos de Lula que exigían su salida de prisión y se enorgullecen de que su club de fútbol callejero antifascista (y cervecero) sume ya doce años luchando simbólicamente contra Bolsonaro. Otra librería también clásica del centro, la Leonardo Da Vinci, que exhibe en una de sus mesas una “biblioteca antirracista”, se reivindica como “Lugar de ideas, libertad, resistencia y utopía”.

Un grupo de mujeres participa en una comparsa en una calle de Copacabana, en Río de Janeiro

Propias

Cuando en el avión de regreso, por recomendación de la crítica cultural Cora Rónai y del librero Rui Campos –cuya cadena de librerías Travessa cumple este año medio siglo de existencia–, leí O primeiro leitor. Ensaio de memória, las celebradas memorias de Luis Schwarcz, el editor de Companhia das Letras, me encontré con varias páginas dedicadas a la extrema derecha: “Desgraciadamente, durante los últimos años han tenido lugar frecuentes intentos de censura por cuestiones morales en Brasil”, tanto en escuelas privadas como en el ámbito público, por iniciativa de diputados bolsonaristas. Jeferson Tenório recibió amenazas de muerte en su cuenta de Instagram en el 2022, por su novela El reverso de la piel (Textofilia / L’Agulla Daurada), que había merecido el prestigioso premio Jabuti. Fue retirada de los colegios de varios estados: “Detrás de todo ello se encuentra el racismo disimulado, al transformar en novela pornográfica una obra que denuncia la violencia policial contra los negros”.

Stefan Zweig no sospechó las dos paradojas que vendrían

Schwarcz evoca a continuación la voluntad de control editorial y mediático de la dictadura militar que gobernó Brasil desde 1964 hasta 1985, cuya existencia nos ha recordado con su Oscar a mejor película internacional la conmovedora Aún estoy aquí, de Walter Salles, pero mi cabeza ya estaba en otra parte, había viajado hasta principios de los años cuarenta, cuando Stefan Zweig publicó Brasil, país de futuro (Capitán Swing), un ensayo muy entusiasta, en el que constataba la ausencia en su país de adopción de los demonios que lo habían expulsado de Europa: fascismo, nacionalismo excluyente, racismo. Este, obviamente, era estructural, pero no se podía comparar en aquel momento con el que Hitler había convertido en un exterminio sistemático.

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El autor de El mundo de ayer (Acantilado / Quaderns Crema) veía en Brasil un posible futuro para la humanidad sin sospechar las dos paradojas que vendrían. La primera fue que el fascismo llegó allí después del suicidio del escritor, primero con nazis refugiados, después con un golpe de Estado; la segunda, que lo que está ocurriendo ahora aquí, el auge de la extrema derecha, allí ya es parcialmente pasado. Por eso podemos encontrar en los libreros y editores brasileños consejos, caminos posibles, como este de Schwarcz: “Libros de derechas que expresan posiciones distintas de la mía forman parte del catálogo de la editorial. Textos antidemocráticos, no”.

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