La noche estrellada del verso

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La noche estrellada del verso

La noche estrellada del verso

Se acaba de reeditar –una edición mejorada de tapa dura, ilustrada con un cuadro de Paula Rego (The Dance, 1988)– la obra canónica en verso de Joan Margarit (Sanaüja, 1938-Sant Just Desvern, 2021): a saber, todos los poemas salvados por el autor, el corpus lírico que conforma su legado. Los primeros libros sufrieron una poda muy rigurosa, y se resumen en la obra facticia, de título tan significativo, tan polisémico, Restes d’aquell naufragi (1975-1986). Solo a partir de Llum de pluja (1986) el autor consideró intocable su voz, tan distintiva.

Y es así, leída de cabo a rabo (o releída, para muchos de nosotros), cuando la poesía del autor adquiere toda su hondura, su trascendencia. De ella se desgaja la imagen de un creador apasionado, que no desfallece jamás, muy seguro de sus principios estéticos (y éticos). La poesía de Misteriosament feliç (2008) que dedicó a Paul Celan, Llegir poesia (acaso una de las más controvertidas de las que publicara), resulta, en este sentido, ejemplo diáfano de su rotundidad: como que, al acabar un libro de Celan, el yo que nos habla (el del autor) reconoce no saber de qué va su poesía, concluye que “els poetes hermètics tenen por”. ¡Valiente y temeraria afirmación!

El hecho es que su poesía refleja muy bien al hombre que la escribe: es, en realidad, un portentoso autorretrato moral. De una de las tres composiciones tituladas Poètica que podemos leer en este volumen –una pieza de Els motius del llop, de 1993–, extraigo los versos finales, que sintetizan a la perfección el programa estético (y, por tanto, ético) del autor: “Pels fills morts, pels amors sense demà, / pel demà que amenaça com una arma, / per tant de mal boirós que no és notícia. / Per tot això s’escriu la poesia”. Los cuatro temas han sustanciado la lírica de Margarit.

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Joan Margarit retratado en su casa de Sant Just Desvern (Barcelona) en el 2020

Xavier Cervera

Más allá de lo dicho, hay que agradecer a la obra margaritiana la claridad, que ya destacaba José-Carlos Mainer en su prólogo del 2014, haciéndola derivar de la “exigencia de un arte útil y dulce”. Dicha condición formal no está nada reñida, claro está, con la profundidad de lo que antaño se llamaba el mensaje. A parte de esto, y de la sabia construcción que voy a analizar en seguida, debemos a los versos del autor todas aquellas atmósferas tan a menudo empapadas de lluvia, y los escenarios, entre muchos otros, de mar, que, en toda su hondura y lejanía, resultan proclives a la soledad, a cierta melancolía, incluso a la devastación moral; le debemos aún el recuerdo admirado de Grecia, o la insistencia en el valor simbólico de la construcción, que fundamentó la otra gran vocación del autor: la arquitectura. La poesía de Margarit es, también, la proclamación del mito de Raquel, la mujer amada, y la visión escurridiza de la chica de ojos azules que aparece en algunos de sus versos, aquí y allá. Y la preeminencia de la geografía por encima de la historia: por ello consideró que amar era un lugar.

“Jo em crec el que passa en la nit / estrellada d’un vers”, asegura en los dos versos finales de Dona de primavera, de Edat roja (1991). Ante la orgullosa seguridad que señalaba –la del creador que se sabe abanderado de una estética–, la encendida proclama de los dos versos citados siempre me pareció más propia de la candidez de la juventud. Margarit es un poeta sólido, y este volumen da buena cuenta de ello. Sabía construir muy bien sus poemas (dejemos a un lado si su lengua tiene el don de cantar o no, que no lo tiene). Daré tres ejemplos, que me parecen especialmente inspirados. El poema Primer amor de Els motius del llop, el de la navaja. El pretexto sirve con gran precisión y eficacia el tema: el advenimiento de la muerte. Ocurre algo parecido con L’oracle, de Aiguaforts (1995): el tema es el mismo, pero la anécdota tiene que ver con el chorro de sangre que mana del cuello de una cabra sacrificada, interpretado cuarenta años más tarde, “mentre pixes sang”. El tercer ejemplo, la delicada poesía titulada Perdiu jove, de Càlcul d’estructures (2005): el pretexto del pájaro herido trae el recuerdo de la hija muerta, “Un ser fràgil / que ara també és darrere d’una pedra”.

Joan MargaritTots els poemes (1975-2021)Proa. 842 páginas. 28,90 euros

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