Jorge Fernández Díaz, premio Cavia: «En un mundo donde la mentira es ley, la verdad seguirá siendo un negocio noble»

Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Spain

Down Icon

Jorge Fernández Díaz, premio Cavia: «En un mundo donde la mentira es ley, la verdad seguirá siendo un negocio noble»

Jorge Fernández Díaz, premio Cavia:  «En un mundo donde la mentira es ley, la verdad seguirá siendo un negocio noble»

Majestades, presidente del Grupo Vocento, director de la Real Academia Española, amigas y amigos, señoras y señores:

Me veo obligado a dedicar este momento feliz a mis padres asturianos, que fueron producto de la pobreza de la posguerra civil española y luego de la gran épica emigrante en América Latina: Marcial y Carmina, que eran esforzados camareros en Buenos Aires y que veían con muy razonable escepticismo que yo me dedicara al periodismo y a la literatura. Si estuvieran todavía vivos demos por seguro que habrían experimentado alegría y perplejidad al ver que su hijo ganó el Nadal en enero y el Cavia en junio. Yo los acompaño en esos mismos sentimientos de sorpresa y dicha, y agradezco al prestigioso jurado del Mariano de Cavia, premio mítico para toda la prensa internacional. Es un alto honor para mí recibir justamente este galardón en la tierra de los más grandes articulistas que ha dado esta lengua, maestros de quienes fui y sigo siendo fervoroso lector constante. Lo recibo, sin embargo, en nombre de la fiel infantería del periodismo: yo alguna vez fui también uno de ellos y me he criado en una sala de redacción; me refiero a los reporteros que están todo el día en el territorio, que logran filtrarnos la información más sensible que esconde el poder y que mantienen vivo este oficio incómodo y maldecido, y a la vez tan esencial para una democracia.

Superficialmente este artículo –'Bienvenidos al populismo de derecha'- trata acerca de cómo un jefe de Estado se dedica a insultar repetidamente a un periodista crítico y cómo éste le responde con su biblioteca. Pero alude en verdad a algo menos personal y más profundo, y es la transformación que experimentan las viejas categorías –liberalismo, conservadurismo, socialdemocracia- cuando son capturadas por los formatos populistas. Y cómo la demagogia, el culto a la personalidad y el divisionismo, cuando se convierten en deliberadas políticas de Estado, no sólo generan polarizaciones, cultura de la adulación, sesgos de confirmación y burbujas de sentido, sino también una inviable democracia de extremos, o lo que un intelectual de mi país denominó alguna vez como «una guerra civil de los espíritus».

Por dinámica de redes sociales, por acción de los llamados «ingenieros del caos» o por la incentivación permanente al odio, el periodista más sagaz puede caer en el facilismo de aclimatarse en los criterios de su propia audiencia y, consciente o inconscientemente, olvidar la ecuanimidad y el sentido común, y someterse a su tiranía de tribu. No molestar a ese querido y porfiado «déspota» que nos lee o escucha y paga nuestro salario, y que exige a veces la confirmación de un prejuicio, la negación de un hecho inconveniente, el confort de una falacia. La decisión más peligrosa no es entonces ideológica, sino ética, y consiste en resistir a veces sus cantos de sirena y, sin abandonar nuestro honesto punto de vista, ser capaces de no perdonarles a determinados políticos lo que no les perdonaríamos a sus antagonistas. Actuar con buena fe y no someterse al doble rasero puede ser muy riesgoso en este mundo binario de demagogias y rencores cruzados, pero es la única manera –a juicio de este veterano– de mantener la autoridad moral. Sin ella, nuestra palabra no vale un céntimo.

Galería. Fotogalería: la gala de los premios Cavia, en imágenes abc

Estos populismos de diferentes ideologías, que se prestan entre sí tecnología de intimidación, han llegado a la conclusión de que gobernar consiste primordialmente en narrar. Es así que cualquier administración pública es hoy una factoría incesante de literatura de ficción: bulos, manipulaciones, cortinas de humo, argumentaciones falaces. Los periodistas independientes, los aguafiestas que no aceptan militar ni ser camaleones, ni entregarse al cariñoso requerimiento de doble estándar que les exigen algunos de sus propios lectores, están en la mira, puesto que son los únicos que pueden cuestionar con datos y razonamientos lúcidos el relato literario de los poderosos. Es por eso que somos tan peligrosos para el poder en este momento de la historia.

Nos dirigimos además hacia un mundo de mentiras, en el que no solo engañarán los gobiernos y sus fanáticos en la web sino también grupos de presión e interés: todos ellos utilizarán de manera masiva y aviesa la inteligencia artificial. Muy pronto no sabremos, por ese camino, qué es cierto y qué es una tramposa fantasía. El periodismo fiable de toda la vida seguirá siendo el único al que recurrir para determinar de un modo eficaz qué es realidad y qué es farsa. En un mundo donde la mentira es ley, la verdad seguirá siendo un negocio noble. Digo esto porque no soy pesimista, no creo en la extinción de este oficio, como vienen profetizando incluso muchos de mis colegas. He vivido bajo la terrible admonición de que la radio, la televisión y muy especialmente la novela, marchaban hacia su inminente ocaso. Todos esos géneros han cambiado, pero siguen más vigentes que nunca. No perdamos la fe. Hay demasiado en juego. Porque como dijo alguna vez Pulitzer: «Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico». Tenemos mucho trabajo.

Muchas gracias.

ABC.es

ABC.es

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow