Joan Baez comparte por primera vez poemas sobre su vida escritos a lo largo de décadas

Qué indefenso estaba. / Pero yo no lo notaba, no lo notaba. / Él, allí, en su habitación,/ y yo a su lado, aunque a más de mil millas. / Oía su diminuta voz, pero no escuchaba./ Si lo hubiese escuchado/ habría oido/ un dulce son, como de campanillas./ Pero ¿cómo iba a prestar atención/ a sus minúsculos problemas? /Yo estaba en otro sitio, desenmarañando/ el zumbido de todas aquellas voces que habitaban mi cabeza./ Voces que aún no conocía. /Voces que aún no conocía. / Perdóname, niño mío .
Gran parte del libro Cuando veas a mi madre, sácala a bailar es, en perspectiva, un esfuerzo poético de Joan Baez por apreciar la propia experiencia de vida, aun entre miedos, angustias y ataques de pánico. A menudo emanan de ellos algunas respuestas psicoanalíticas, como en el poema Pan de oro, en el que Joan Baez asegura que los hombres con los que tenía una relación íntima parecían cubiertos de pan de oro, acaso porque los idealizaba como a la figura de su padre, pero...
Los hombres con los que hizo el amor parecían cubiertos de pan de oro: “Se les despegó cuando me di la vuelta en la cama”, escribe¡Claro! ¡Eso es! / Todos los hombres y los chicos/ con los que hice el amor/ estaban bañados en pan de oro,/ se les despegó/ cuando me di la vuelta en la cama/ y saqué un pie porque me daban calor.
–¿Ha sido así, sin excepción?
–Puedo mantenerlo 48 horas –dice Baez en conversación telemática con La Vanguardia–. Pero para lo que es una relación real, es decir, una pareja o un esposo, no fui capaz de tener una relación íntima en la que el pan de oro cayera y todo estuviera bien. Mi pie sigue buscando aire.
Lee tambiénEvocar su infancia es también componer un fresco de su entorno, como cuando habla de su amiga Lily, de familia menonita, que se fugó y se casó nada más cumplir los dieciséis...
Lily tenía los ojos negros y una piel tan blanca como el jabón de manos,/ un padre mezquino,/ un pajar,/ y cuatro hermanos mayores de ensueño.
En el parvulario...
Me gustan los chicos mayores y quiero tocarles los brazos. Soy tan pequeña que ni se enterarán si me acerco a tocárselos cuando estén allí, en el campo de béisbol, cambiando cromos.
El filo del narciso... titula un breve poema que bien podría referirse a Dylan, el hombre que le rompió el corazón: El fiero filo del narciso/ corta las nieves del invierno/ con una estocada blanda/ hacia el cielo.
También le dedica uno a Jimi Hendrix...: Tocaste justo antes que yo/ en la isla de Wight/ y, de alguna manera,/ hiciste/ arder/ el/ escenario (...) Irrumpiste/ como un /magnífico /desastre/natural/ como un puto volcán. / En Woodstock,/ destripaste el himno nacional/y lo hiciste tuyo. /No hubo explosiones ni cohetes/ ni estelas rojas en el aire. /Solo tu guitarra/ sonando con las primera luces del alba/ y cuatrocientas mil almas electrificadas...
Lee también–¿Este sería ahora mismo el mejor himno anti-Trump?
–Eso fue glorioso en ese momento. Porque la gente siempre ha pensado que Woodstock fue político, pero no lo fue. Fue música en un tiempo de política. Y todos allí estaban del mismo lado de la política. Lo que nos falta ahora mismo es un himno de verdad. Así que... voy a cantarte algo que sería muy útil si lo reclamásemos y lo hiciéramos nuestro. Es America the Beautiful [una canción patriótica centenaria].
Y se arranca... “Oh, beautiful for spacious skies...”. Canta con esa nueva voz de contralto (soprano en su juventud) que mantiene en plena forma, como toda su fisonomía. “Cuando me levanto, bailo antes de hacer cualquier otra cosa para ponerme en movimiento. Esta mañana bailé con Keb’ Mo’”.
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